domingo, 1 de febrero de 2015

LOS NUEVOS OFICIOS EN TIEMPOS DE CRISIS EN VENEZUELA

Volver a ser pobre en Venezuela

La inflación galopante lleva a miles de ciudadanos a recaer en la pobreza. Los programas oficiales de ayuda no dan para más


Con un déficit presupuestario que se calcula en el 20% del producto interior bruto (PIB) y unos precios del petróleo que amenazan con mantenerse en los próximos meses por debajo de la cota de los 50 dólares por barril, 2015 se asoma para Venezuela como un año de perspectivas catastróficas.


Pero cuando todavía no se hacen presentes los rigores pronosticados para este annus horribilis de la economía venezolana, el informe que acaba de publicar la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), que establece con datos de 2013 que la pobreza va en aumento en Venezuela, supone un revés para el régimen bolivariano.


El organismo de Naciones Unidas señala a Venezuela como el país con el peor desempeño en una región caracterizada por el estancamiento del crecimiento económico y, por consiguiente, de la promoción social.
El informe asesta (Dirigir una arma hacia el objeto que se quiere amenazar ofender con ella.) un golpe a la narrativa del régimen bolivariano, que, durante las administraciones de Hugo Chávez y Nicolás Maduro, ha legitimado su acción política mediante la invocación constante de sus éxitos, presuntos o reales, en el combate contra la exclusión y la pobreza.

De manera sistemática los portavoces gubernamentales se escudan tras reconocimientos de organismos técnicos del sistema de Naciones Unidas, como la Organización para la Alimentación y Agricultura (FAO) o la misma Cepal, para dar credibilidad a sus victorias.

El dictamen de la Cepal sugiere que la redención de los pobres en Venezuela ha sido superficial y volátil, sujeta a los vaivenes del ingreso petrolero y a la voluntad del Estado de repartir los excedentes que eventualmente produce.


Algo similar detecta el estudio Condiciones de vida de la población venezolana, cuyos resultados fueron expuestos el pasado jueves en Caracas. Se trata de un proyecto conjunto de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), privada, y dos contrapartes del Estado, las universidades Central de Venezuela (UCV) y Simón Bolívar (USB).
Mediante una encuesta en hogares, el estudio se propuso evaluar el acceso de la población venezolana a la vivienda, servicios de salud y educación, trabajo, programas sociales y alimentación.
Las proyecciones del estudio —cuyo trabajo de campo se realizó entre agosto y septiembre de 2014— permiten afirmar que poco más de 3,5 millones de hogares venezolanos (de un total de 7,2 millones de familias) son pobres, y de ellos, 1,2 millones subsisten en la pobreza extrema, entendida esta última condición como la de aquellos grupos familiares cuyos ingresos no alcanzan para garantizar a cada uno de sus integrantes la ingesta de 2.200 calorías por día, ni para costear servicios básicos como agua y electricidad.

Las cifras indican que el nivel de pobreza actual, 48,4% de la población, es levemente superior a la registrada en 1998, de 45%. Además, advierte el estudio, del total de pobres, uno de cada tres son nuevos: su recaída se debe a los efectos de la inflación. De acuerdo a las cifras oficiales, Venezuela cerró 2014 con un incremento anual de los precios al consumo del 64%, la tasa más alta del mundo por segundo año consecutivo.
Casi la mitad de los beneficiarios de los planes de asistencia social del Gobierno no los necesitan
Esos nuevos pobres podrían salir “con relativa facilidad” de su situación si la economía tuviera un mejor comportamiento, apunta el sociólogo Luis Pedro España, miembro del Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales de la Ucab y uno de los principales expertos en el área, durante la presentación de los resultados del estudio, del que fue responsable. Pero, dadas las perspectivas para este año, se corre el riesgo cierto de que estos pobres coyunturales terminen por engrosar las filas de la pobreza crónica o estructural. “Venezuela entró nuevamente en un ciclo de aumento de la pobreza, tal y como se vivió en momentos de ajustes económicos, por ejemplo en 1989 y 1996, o de conmoción social, como en 1992 y 2002”, asegura España.

Las llamadas misiones, los programas de asistencia social del Gobierno que en medio de la crisis podrían servir de atenuante al empobrecimiento, apenas atienden a 10% de los hogares encuestados.
Y lo que es peor: el estudio determinó que casi la mitad de los beneficiarios de esos programas no son pobres. “Esto nos indica que las misiones ni son masivas ni dan protección social efectiva, porque no se están concentrando en el sector más vulnerable de la población”, subrayó España.
Esas misiones se han mostrado hasta ahora como efectivos medios de control social —por sus bases de datos—, destinatarias de inversiones masivas y, en definitiva, poderosos argumentos para ganar elecciones. Pero ahora, llegada la era de las vacas flacas, solo una reorganización de su aparato ayudaría a convertirlas en paliativos reales ante la crisis.
Sin embargo, no parece que el Gobierno de Maduro, acosado por dificultades desde diferentes frentes, se anime a asumir el costo político de esa reestructuración, que supondría despojar de las prebendas de las misiones a un sector de sus seguidores y, a la vez, desalentar las expectativas generales de la población de hacerse receptores de los favores clientelistas. El estudio determinó que 57% de las personas que no son beneficiarias de misiones desean serlo.
Todo esto, hace notar España, muestra que durante los últimos 15 años no ha habido en Venezuela un programa para superar la pobreza de un modo estructural, sino una campaña de distribución de los excedentes petroleros con sentido asistencialista: “Se impone diseñar un auténtico plan de superación de la pobreza basado en el esfuerzo y la productividad”.

En medio de la escasez que reina en el país, se ha ampliado la red de comercio clandestino, lo que ha generado nuevas "profesiones": venezolanos que cobran por guardar puestos en las largas filas, el comprador de productos y contrabandistas de alimentos, conocidos como "bachaqueros".

por María Paz Salas – Diario La Tercera - 01/02/2015 – Chile

Krisbell Villarroel, joven caraqueña y madre soltera de dos niñas de cinco y un año, comienza su día a las dos de la madrugada. Esta es la hora “ideal” para quedar bien ubicada en algunas de las largas filas que se forman afuera de los supermercados, farmacias y panaderías en distintos puntos de la capital venezolana. 


En estos lugares, Krisbell, citada por la agencia France Presse, compra productos que luego revende a sus clientes, quienes además de la mercancía, le pagan por el tiempo invertido. No es la única que lo hace, sino que es parte de los llamados “hace colas” o “coleros”, que a raíz de la escasez, decidieron convertir en un verdadero oficio una tarea que se ha vuelto insoportable en los últimos meses en Venezuela: comprar alimentos básicos. 


El "colero", la nueva profesión que emerge en la Venezuela del desabastecimiento total


La falta de productos en las góndolas genera largas colas en los comercios; hay gente que vende su lugar en la fila para ahorrarles tiempo a los compradores

El trabajo implica levantarse antes del amanecer, soportar largas horas bajo el sol, esquivar o sobornar a policías, para luego vender el codiciado puesto en la parte delantera de una enorme fila para entrar a alguna tienda. La demanda se ha incrementado al calor del frenesí nacional que ha desatado la escasez sin precedentes de bienes.
"Es un poco fastidioso, pero no es una mala manera de ganarse la vida", dijo cuando apenas amanecía Luis, un hombre de 23 años que prefirió reservar su apellido, mientras esperaba en una fila muy cerca de la entrada de un supermercado estatal
Luis estaba desempleado cuando empezó a trabajar como "colero" a finales del año pasado. Cobra 600 bolívares por cada puesto que cede, un monto equivalente a 95 dólares a la tasa de cambio oficial más baja en Venezuela, pero apenas 3,50 dólares si se calcula al precio del dólar en el mercado negro. Puede hacer fila dos o tres veces al día.

"Viene una señora a las 8 a tomar este puesto. Ya me pagó", comentó sin temor a los gestos de desaprobación de quienes lo rodeaban.
El fenómeno de las largas colas en el país petrolero empezó hace unos dos años, pero se acentuó este mes después de que la temporada navideña exacerbara los problemas de distribución y producción de bienes básicos, dejando fallas en las existencias de productos desde pañales hasta carne y champú o detergente.
Los opositores del presidente, Nicolás Maduro, y de su predecesor, Hugo Chávez, que condujo al país entre 1999 y 2013, afirman que el modelo socialista es el culpable de la continua escasez y de la recesión en la que entró la economía petrolera en 2014, incluso antes de la caída de los ingresos por el desplome de los precios del crudo.
Las nacionalizaciones golpearon a la producción privada, mientras que las importaciones cayeron debido al restrictivo control de cambio. El gobierno alega que las caóticas escenas en los supermercados y farmacias en el país son producto de las compras nerviosas por rumores infundados de caos y por los empresarios que acaparan e inflan los precios, además de la exageración de los medios sobre la escasez.
Alcira García, una jubilada de 60 años, salió a las 4 de su casa en el barrio humilde de Macarao, en el oeste de Caracas, para comprar comida barata. A pesar de sus mejores esfuerzos para alimentar a su familia de cinco miembros, no logró conseguir la carne de res que buscaba. "Pero sí conseguí pollo, arroz, aceite y papel higiénico, así que valió la pena", comentó, cargando sus productos, con precios hasta cuatro veces más baratos que en la red privada.
El subsidio gubernamental a los alimentos ha marcado una gran diferencia en la vida de los venezolanos y es un factor clave para sostener su apoyo entre los más pobres. El reto de Maduro es mantener los precios bajos, más aún cuando los ingresos petroleros se redujeron a la mitad.
La vigilancia ha sido reforzada en los comercios, junto con el aumento de las restricciones para los consumidores, que en algunas tiendas de la red estatal sólo pueden comprar un día de la semana, determinado por el último número de su cédula.
La encuestadora Datanálisis estimó que el 65% de los que esperaron para comprar productos de higiene y farmacia lo hicieron para revenderlos. También calculó que los consumidores pasan en las colas un promedio de ocho horas a la semana.
"Ya estoy harta de esto. Gente corriendo por todos lados", dijo la ama de casa de 27 años Saray Linares, indignada tras recibir empujones durante una rebatiña en el mostrador de un supermercado, a pesar de estar embarazada. "Es horrible. Salvaje."

EXPECTATIVA POR NUEVAS MEDIDAS


A última hora de ayer, el presidente venezolano, Nicolás Maduro, brindaba en la Asamblea Nacional el discurso anual de rendición de cuentas en el que se esperaba que el heredero de Hugo Chávez presentara las varias veces pospuestas medidas contra la crisis económica que vive el país petrolero. Días atrás, Maduro regresó de una gira en la que tuvo poco éxito en lograr financiamiento y crear una política común para reflotar los precios del crudo.

Detrás del desabastecimiento y la escasez, se ha tejido una red de comercio clandestino: oficios nacidos de la crisis que le “garantizan” al ciudadano común productos de la canasta básica. Estas transacciones, que se realizan al margen de los controles del gobierno, son cada día más populares y también necesarias. 


El desabastecimiento se ha acentuado progresivamente desde que el gobierno de Hugo Chávez aplicó controles a los precios en 2003. Venezuela sufre la escasez de casi un tercio de los bienes básicos, una inflación de 64% en 2014 y una recesión económica que no tiene muy buen pronóstico. Para un país que obtiene el 95% de sus divisas del crudo, la abrupta caída del petróleo y los pocos resultados de la gira del Presidente Nicolás Maduro por los países de la Opep, sólo han servido para agravar la situación. 


Como Krisbell, hay “coleros” que cobran por los alimentos que compran y el tiempo invertido. Otros, en cambio, sólo “guardan puestos” en las largas colas y cobran por eso. Varios dueños de restaurantes ya tienen dentro de su staff un “colero” que se dedica exclusivamente a suplirles de los productos necesarios para sus menús.




Según contó a La Tercera el historiador Alvaro Graterol, de la Universidad Central de Venezuela, en los supermercados y comercios se producen dos filas. La primera es para adquirir los productos que están en escasez: leche, harina, azúcar, café y pañales. La segunda es para  cualquier tipo de productos y en general no hay que esperar para eso. Pero para los productos que son escasos hay que ser pacientes: hasta nueve horas es necesario pasar dentro de una serpenteante fila que muchas veces rodea las cuadras de los comercios.


LOS BACHAQUEROS


Además de los coleros, que compran para sus propios clientes, o simplemente guardan puestos en las filas, están los bachaqueros.


Estos contrabandistas de comida compran sólo los productos que más escasean y luego los venden al triple o más de su valor en el mercado negro. 


Operan con mayor intensidad en el estado de Zulia, que por ser fronterizo, es más propenso al contrabando, ya que los productos son revendidos en el centro de Maracaibo o son llevados como contrabando hacia Maicao, en Colombia. 


Los dueños de los supermercados tienen que lidiar  no sólo con la molestia de los clientes por las interminables filas, sino que también con los bachaqueros, que de manera organizada arrasan con el stock de productos básicos, para lucrar. 


Aquí lo que llega lo arrastran de una vez, luego lo venden afuera”, comentó a La Tercera la gerente de uno de los supermercados Centro 99 de Maracaibo, quien no quiso exponer su nombre y que explicó que estos trabajan en grupos grandes. “A veces hay familias completas involucradas”, comenta. 


Lo peor es el comportamiento del cliente, insultan a los trabajadores. Es horrible, estresante se queda poco. Agreden a los trabajadores porque estos no pueden garantizarle su compra. Ya nadie quiere trabajar en supermercados”, sostiene la gerente del Centro 99. 


Aquí (en Caracas) ya hay presencia de grupos antimotines cuando llega la mercancía. En Altamaria tienen, varios días, grupos de 50 o más militares en la plaza a manera preventiva”, acota Graterol. 


El historiador también explica que las clases bajas son las más perjudicadas con la escasez. “Los estratos medios  pueden acudir a los bachaqueros o siempre tienen algún contacto que los ayude a conseguir los casi inexistentes desodorantes, afeitadores y demás. Los más pudientes no tienen este problema en ningún momento. Simplemente exportan o ponen a sus empleados a hacer la cola por ellos”, concluye.

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