Una molécula de adenosín trifosfato.
En rojo y naranja
aparecen los tres
grupos de fosfato que componen la
“parte energética” de la
molécula.
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El adenosín trifosfato es la molécula que dota de energía a
los procesos celulares de todas las formas de vida de este planeta y se supone
que lleva con nosotros desde el momento mismo en que surgió la vida. Podría
decirse que el adenosín trifosfato, ATP, es uno de los pilares fundamentales de
la vida, junto al ADN y al ARN entre otros elementos, y una de las causas
principales de que aquel primer ser vivo fuese vivo.
Llegado este punto quizás te preguntes para qué comemos o
respiramos si el ATP es la fuente final de energía. Pues bien, comiendo y
respirando creamos en nuestro interior, por así decirlo, el equilibrio correcto
(en términos iónicos) para que nuestras células tengan el material con el que
formar las moléculas de ATP que sirven para alimentar todos los procesos.
Podemos imaginarlo como un proceso “matrioshka” o “muñeca rusa”: tú comes y
respiras para que tus células “coman y respiren” los elementos que necesitan
para crear el combustible que las mantiene vivas y que, por ende, te mantienen
vivo a ti.
Un ejemplo del uso de adenosín trifosfato que hace tu cuerpo
lo encontramos en las neuronas. Sabemos que las neuronas necesitan que exista
un cierto equilibrio iónico dentro y fuera de sus membranas para que la
transmisión de los impulsos nerviosos sea posible. Para procurarse este equilibrio,
existen unas proteínas engarzadas en la membrana que actúan como “bombas” que
fuerzan la circulación de iones cuando las fuerzas “normales” (la
electrostática y la de difusión) no serían capaces de hacerlo sin ayuda o a la
velocidad adecuada. Estas bombas, cómo no, reciben la energía que necesitan
para realizar su labor de las moléculas de adenosín trifosfato.
Si estas bombas iónicas de tus neuronas dejasen de funcionar,
tendrías serios problemas para transmitir impulsos nerviosos, con lo cual tendrías
serios problemas para hacer latir tu corazón y para que tus pulmones se
hinchasen y deshinchasen, con lo cual tendrías serios problemas para mantenerte
vivo. Una minúscula molécula que marca una enorme diferencia.
¿Cómo “da energía” a mis células una molécula de adenosín
trifosfato?
Para resolver esta pregunta debemos aludir a la estructura de
la molécula tan bien indicada por su nombre. El adenosín trifosfato es una
molécula compuesta por adenosina (una sustancia a la que ya nos hemos referido
en “¿Por qué dormimos?“) y por tres fosfatos. En estos tres fosfatos reside la
clave energética del adenosín trifosfato. En la adenosina parece que reside la
clave señaléctica de la molécula, es decir, es la parte de la molécula que
permite que otras moléculas la “capten” para sus procesos.
Estos tres grupos de fosfatos están “atados” los unos a los
otros por lazos químicos energéticamente potentes, lazos que en determinadas
circunstancias van a “romperse” y liberar una gran cantidad de energía
(hablando en proporciones de célula). El proceso típicamente energético que
sucede en la célula es la ruptura del lazo que ata el último fosfato, esto es,
la conversión del adenosín trifosfato en adenosín difosfato. Este proceso de
paso de trifosfato a difosfato está ocurriendo continuamente en tu interior.
También ocurre en sentido inverso: el adenosín difosfato se
recicla y reconvierte en trifosfato. Para poder llevar a cabo este proceso, se
requiere energía y oxígeno: la energía que consigues con la comida y el oxígeno
que consigues respirando. Como ves, comes para que tus células coman.
Un proceso “divino”
El hecho de que la molécula de adenosín trifosfato se postule
como presente desde el mismo momento del origen de la vida (esto es, que se
postula como una condición necesaria para la vida) ha hecho que ciertos
creacionistas (es decir, aquellos que creen en una divinidad creadora y
rechazan la evolución de las especies) hablen del ATP como una muestra de la
existencia de una inteligencia creadora. De hecho, el texto citado de arriba,
aunque no lo parezca, pertenece a un texto colgado en True Origin (web sobre el
creacionismo) en cuyo abstract el autor asegura que el adenosín trifosfato es
una “de las millones de intrincadas nanomáquinas que tienen que haber sido
diseñadas para que la vida exista en la Tierra”.
Y no es para culparles, porque mirar al interior celular es
mirar a la complejidad misma del universo. Y no solo al interior celular, sino
también a su alrededor: otros hechos relacionados con el adenosín trifosfato
parecen fruto de una inteligencia creadora debido a su precisión. Por ejemplo:
el hecho de que las plantas sean capaces de generar sus moléculas de adenosín
trifosfato “al revés” de como la hacemos los animales. Mientras nuestras
células emplean el oxígeno para conseguir la unión de un tercer grupo de
fosfatos a un adenosín difosfato y reciclarlo gracias al oxígeno, generando
durante el proceso dióxido de carbono como desecho, las plantas, para el mismo
proceso, emplean dióxido de carbono y desechan oxígeno, permitiéndonos a todos
vivir juntos en el mismo planeta. Cuestión de equilibrio.
A pesar de ello, a pesar de que la complejidad de la vida sea
sorprendente, debemos ser firmes y confiar en las verdades que nos descubre el
método científico.
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