Entre los nuevos métodos de enseñanza y las corrientes que aconsejan que los chicos lidien con la frustración, los padres se debaten entre dejarlos solos... o no
"Para
mí es chino básico. Anoche, el tema de la cena familiar fueron las
fracciones, y mi hija Maru, de 10 años, me lo explicaba con un
tonito como diciendo: «Mamá, esto es una papa».
Para
mí es imposible ayudarlos con las tareas de matemáticas -confiesa
Ximena Ferreira Sánchez, madre de tres hijos de 10, 8 y 5 años-.
Igual, aunque pudiera o quisiera hacerlo, en el colegio nos pidieron
explícitamente que no intervengamos.
Pero
hay otras veces en las que no puedo contenerme. No me podía quedar
callada cuando en primer grado veía en el cuaderno una cantidad de
faltas de ortografía sin corregir.
Nos
explicaban que era un proceso, que la conciencia ortográfica llega
después y que el objetivo de no marcar los errores era para no
cohibirlos ni bloquearlos. Pero «hada» va con hache, y yo se lo
decía.
"Los
métodos de enseñanza cambiaron. Los chicos de hoy aprenden con
modelos de trabajo diferentes a los de las generaciones pasadas, lo
que produce -a priori- un desencuentro. Es que los padres quieren
ayudar a los hijos a su manera, mientras que ellos aprenden de otra.
No en vano muchos colegios organizan talleres para padres, sobre todo
durante los años del primer ciclo escolar, con el objetivo de
explicarles cómo se trabaja hoy en las aulas, tanto en matemáticas
como en lengua.
Por
otra parte, la flexibilización de las exigencias de aprendizaje en
la escuela primaria, que aplicará a partir del año próximo la
provincia de Buenos Aires con la eliminación de los aplazos, provocó
un fuerte rechazo y abrió la polémica entre docentes, pedagogos y
padres.
Que
aprendan a lidiar con la frustración, dicen los expertos, es parte
esencial del proceso de aprendizaje, un indicador de que algo no va
sobre rieles. Entonces: ¿hay que ayudar a los hijos a hacer las
tareas?
Según
los especialistas, uno de los ejes centrales en la crianza es que los
padres se involucren activamente en su educación. Pero eso requiere,
en determinados momentos, comprender que el hecho de no ayudarlos
favorece a la construcción de sus propias estrategias e hipótesis
para la resolución de un determinado problema.
Eso
es lo que sostiene Graciela Cappelletti, magíster en Didáctica de
la ciudad de Buenos Aires: "Cuando un chico escribe y le faltan
letras o cuando hace reflexiones sobre procesos matemáticos, está
elaborando sus esquemas cognitivos, y cuando los padres intervenimos
corremos el riesgo de tapar sus propias hipótesis. Hacen como que
aprenden, pero en realidad aplican una receta ya probada sin explorar
otras alternativas".
Para
Rebeca Anijovich, Magíster en Formación de Formadores, de la
Universidad de San Andrés, que los hijos reciban tareas de la
escuela para realizarlas en la casa es, frecuentemente, objeto de
discusión y debate. "Las propuestas académicas van desde
resolver todo en el aula hasta pedir una enorme cantidad de
contenidos para el hogar porque es necesario incrementar la práctica
y complementar lo que «no se alcanza» a realizar en la escuela.
Una
primera consideración nos lleva a distinguir quiénes son los
destinatarios de estas tareas para el hogar y, en este caso, nos
referiremos especialmente a los alumnos de la escuela primaria.
Aunque,
tal vez, la cuestión más compleja está referida al modo en cómo
los padres acompañamos a nuestros hijos, así como también el
vínculo que mantenemos con la escuela. ¿Confiamos y apoyamos a la
institución en sus modos de encarar la enseñanza? ¿Cuánto incide
nuestra propia historia escolar al momento de guiar la de los niños?
¿Cómo acompañarlos sin hacer la tarea por ellos? ¿Debemos
reconocer que los niños resuelven sus trabajos de un modo diferente
a como lo hacíamos en nuestra época de estudiantes?"
Los
replanteos de Anijovich suelen hacer eco cada tarde en un batallón
de padres que deben lidiar con la tarea escolar de sus hijos, como le
sucede a Elena Stambulsky, quien reconoce a la nacion que, a la par
de su hijo, Kevin, ella también está "terminando" séptimo
grado por segunda vez.
"En
los últimos años, la preocupación por saber hasta dónde tenía
que ayudarlo fue creciendo. Muchas veces me sentaba con él y
terminábamos haciendo la tarea juntos, más yo que él. Pero si
después en la prueba le iba mal, yo era la responsable -cuenta
Elena, que con su hijo menor, de 6 años, confiesa intentar otra
metodología-. La verdad es que no es nada sencillo poder ayudarlos,
sobre todo cuando los enfoques de enseñanza son tan distintos a los
nuestros.
Hace
un par de años, pedí una reunión en el colegio para que me
explicaran el método apropiado para resolver las divisiones.
Terminamos todos agotados. El límite de hasta dónde intervenir o
soltarles la mano es difícil. Finalmente, después de mucho ensayo y
error, y encuentros con la psicopedagoga, ahora nos focalizamos en la
duda. Y si hay cosas que en casa no se pueden resolver, se recurre a
los maestros."
En
este sentido, Anijovich plantea: "Muchos proyectos pedagógicos
estimulan en las aulas el desarrollo de aprendices que desplieguen
una variedad de modos de resolver una tarea, de pensar en lugar de ir
de modo directo en busca de la respuesta correcta. Y acompañar a los
hijos es permitir que la escuela haga su tarea, es conocer e
interesarse por entender las nuevas maneras de aprender, ya sea
preguntando a los maestros como también conversando con nuestros
hijos acerca de ello".
Todos
los especialistas consultados coinciden en un punto. Una máxima que
no admite entre líneas: hay que intervenir cuando ellos pidan ayuda,
pero sin hacer la tarea que les encomendaron. Asistirlos también es
reconocer que aprenden de un modo diferente de nosotros.
QUE NO SE FRUSTRE NI SE DEPRIMA
Muchas
veces, a contramano de los actuales proyectos pedagógicos y más en
sintonía con los tiempos modernos, donde el tiempo "nunca"
alcanza, la ansiedad de los padres supera a la de los propios
alumnos. Que un niño aprenda a lidiar con la frustración de no
poder resolver un problema requiere tiempo, dedicación y paciencia.
"Y
eso falta, siempre hay mucho apuro, a cualquier lado hay que ir
corriendo -señala Grace Horne, directora de la Escuela del Sol-.
Nosotros, además de darles clases a los padres para enseñarles cómo
trabajan los chicos también organizamos grupos de reflexión, y allí
conversamos sobre temas que preocupan como la frustración, los
límites o el deseo. Los niños están perdiendo la idea de deseo.
«No
le compren la patineta cuando están en la nursery», les digo
bromeando. Pero muchas veces para que no sufran y salir del paso lo
más rápido posible, los padres resuelven las cosas por ellos."
Una
solución efímera, según la experiencia de Virginia Sturm,
capacitadora docente del gobierno porteño y vicedirectora de la
Nueva Escuela Argentina 2000, "porque si el chico no entendió,
es un tema de la escuela, allí es donde hay que resolverlo; en lugar
de generar un conflicto familiar, es mejor poner una nota en el
cuaderno de comunicaciones para que la maestra lo retome al día
siguiente.
Es
muy valiosa la duda que puede aparecer en el chico cuando se sentó
solo a resolver una tarea. Eso, además, propicia el debate grupal y
el intercambio. Es la mejor manera de saber que puede existir más de
una resolución para un determinado problema".
Nada
es igual en la escuela de hoy que en la de hace tres o cuatro
décadas: Ximena Ferreira Sánchez, mamá de tres niños en edad
escolar, aprendió definitivamente la lección después de algunos
años de ensayo y error. "Si te equivocaste, mi amor, o no
entendés, preguntale a la maestra -les dice ahora Ximena a sus
hijos, ante la aparición de la duda-.
Al
principio, me sentía impotente por no poder asistirlo, pero aprendí
que en casa debo contenerlo, ayudarlo a resolver la situación, que
no es lo mismo que ayudarlo a resolver la tarea. Yo sé que los
viernes tienen fecha de entrega y estoy atenta, pregunto si necesitan
algo. Pero no me meto", asegura.
DIÁLOGO ENTRE ADULTOS
Claridad
en el diálogo entre la escuela y los padres. Docentes y directivos
reconocen que, en determinadas situaciones, falta comunicación entre
la institución y las familias. "A veces, la escuela no es del
todo clara, y los padres no saben cuándo es el momento de
intervenir.
Por
eso trabajamos con las familias desde el primer ciclo para analizar
las diferentes estrategias de los niños, sobre todo desde primero
hasta cuarto grado. Tanto la matemática como la escritura son
situaciones cotidianas de trabajo, y la posibilidad de compartir con
un hijo ese proceso de aprendizaje refuerza la relación cognitiva
que se va construyendo de a poco -opina María Victoria Alfieri,
directora del colegio Aletheia-. Lo que es terrible es cuando aparece
la violencia del mandato por parte de los padres; una violencia
simbólica que se muestra en la falta de respeto hacia los tiempos
del niño, que no son los mismos que los del adulto."
En
sintonía con la reflexión de Alfieri, se expresa la directora de la
Escuela del Sol, e insiste en este concepto: "Es difícil crear
un clima de trabajo distendido y paciente cuando una madre llega de
trabajar y quiere que, en dos horas, sus hijos se bañen, coman y
hagan la tarea. Hace poco una madre pidió una reunión porque estaba
preocupada por este tema y no sabía cómo ayudar a sus hijos con los
deberes.
«Sacate
la oficina de encima cuando llegás a tu casa», fue mi primer
consejo. Y ojo que no hay que sentarse al lado del chico como un
sargento para ver cómo trabaja. Mientras la mamá cocina puede
invitar a su hijo a que se siente en la mesa y le cuente lo que tiene
que hacer. Acompañarlos sin intervenir directamente es ayudarlos".
Para
Elena Stambulsky, la mamá de Kevin, no fue fácil "soltarle la
mano" a su hijo, pero hoy reconoce que trajo sus recompensas.
"Hoy me importa más el esfuerzo que el resultado. Uno quiere
que a su hijo le vaya bien, por supuesto, pero hay que aceptar los
errores, las equivocaciones, los bochazos. Uno deposita un voto de
confianza en el colegio, entonces hay que respetar las decisiones de
los maestros, y los pedidos. Hoy sólo ayudo a Kevin cuando aparece
la duda, y lo acompaño."
Grace
Horne también insiste. "Dejar que hagan solos sus tareas es
ayudarlos a ser autónomos y responsables. Y cuando se tropiezan
con una piedra, hay que tenderles la mano para levantarse.
Imponer el propio método para esquivarla no los favorece.".
ayudarlos a ser autónomos y responsables. Y cuando se tropiezan
con una piedra, hay que tenderles la mano para levantarse.
Imponer el propio método para esquivarla no los favorece.".
REFERENCIA: http://www.lanacion.com.ar/
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