Gengis Kan |
(en mongol:
Чингис хаан, romanización: Chinguis
Jan)
(Dulun
Boldak,ca. 1162 - Yinchuan, 18
de agosto de 1227)
fue un guerrero y conquistador mongol que
unificó a las tribus nómadas de esta etnia del norte de Asia,
fundando el primer Imperio
mongol.
Los mongoles son
un grupo
étnico que
se originó en lo que en la actualidad es Mongolia, Rusia y
la República
Popular China,
principalmente en lo que hoy en día es la región autónoma
de Mongolia
Interior y
las repúblicas Buriatia, Kalmukia, Tuvá y Yakutia de
la Federación
Rusa, y hablan el idioma
mongol.
Aproximadamente
2,3 millones de mongoles viven en Mongolia, 4 millones en Mongolia
Interior y otros dos millones en las provincias vecinas. Algunos
grupos étnicos del norte de China y Rusia están estrechamente
relacionados con los mongoles: los daur,
los bryat,
los evenki,
los dorbod,
los turvanes y
los calmucos.
El imperio mongol más extenso de la Historia. Bajo su liderazgo
como Gran
Kan.
Quien estaba llamado a forjar el más vasto imperio que ha conocido la humanidad nació en las desoladas estepas de Mongolia, allí donde el frío y el viento hacen a los hombres duros como el diamante, insensibles como las piedras y tenaces como la hierba áspera que crece bajo la nieve helada.
El pueblo mongol era uno de los pueblos nómadas más pequeños que vagaban con sus rebaños por los confines del desierto de Gobi, en busca de pastos. Cada uno tenía su propio kan o príncipe, encargado de cuidar que en su territorio reinase un cierto orden.
Los
kiutes, tribus del suroeste del lago Baikal, habían elegido como
jefe a Yesugei, quien había conseguido reunir bajo su mando unas
cuarenta mil tiendas. Al volver de una batalla contra los tártaros,
el guerrero se encontró con que su favorita, Oelon-Eke (Madre Nube),
le había dado un heredero, al que llamaron Temujin. El niño tenía
en la muñeca una mancha encarnada, por lo que el chamán pronosticó
que sería un famoso guerrero. Años después, en efecto, Temujin se
convertiría en Gengis Kan, el célebre conquistador mongol. Su
nacimiento figura en los anales chinos en el año 1162, Año del
Caballo.
Tenía
nueve años cuando su padre, según la costumbre mongólica, lo llevó
consigo en una larga marcha para buscarle esposa. Atravesaron las
vastas estepas y el desierto de Gobi, y llegaron a la región donde
vivían los chungiratos, lindando con la muralla china. Allí
encontraron a Burte, una niña de su edad que, según la tradición,
sería «la esposa madre que le fue entregada por su noble padre».
Gengis
Kan nació en un ambiente aristocrático, en
una sociedad profundamentefeudal.
Pertenecía al poderoso clan Borjigin y
era hijo de Yesugei y
nieto de Qabul,
un noble que había hostilizado las fronteras de la China yurchen y
recibido de ellos el título de kan.
Kan o jan (del mongol Хан, ja'an)
es en origen un título turco-mongol que
significa 'máximo gobernante'.
Pudo
haber nacido el 16
de abril de
1162.
Como
descendientes de Qabul Kan, el clan de Temuyín tenía un alto rango,
aunque no parece haber ejercido un poder muy amplio debido a que los
mongoles no eran uno de los pueblos más poderosos en la estepa. Sin
embargo el
destino de Temujin sufrió un grave revés cuando Yesugei, su padre,
murió envenenado por los tártaros.
Tenía entonces trece años y
tuvo que asistir a la ruina de los suyos, ya que las tribus que se
habían reunido alrededor de su padre comenzaron a desertar, pues no
querían prestar obediencia a una mujer ni a un muchacho. Pronto
Oelon-Eke se vio sola con sus hijos. Tenían que reunir ellos mismos
el mermado rebaño que les quedaba, y comer pescado y raíces en
lugar de la dieta habitual de carnero y leche de yegua. Fue una época
de verdadera penuria en la que un tejón constituía una pieza de
enorme valor, por la que los hermanos podían enfrentarse a muerte
entre sí.
La
situación se agravó aún más cuando la familia se vio atacada por
el jefe de la tribu de los taieschutos, Tartugai, quien le condujo a
su campamento amordazado por un pesado yugo de madera al cuello y
vendado por las muñecas para ser vendido como esclavo. Temujin pudo
liberarse una noche: derribó a su guardián y le aplastó el cráneo
con el yugo, y se escondió en el cauce seco de un arroyo del que no
salió hasta el amanecer. Después de convencer a un cazador errante
para que le liberase del yugo y le ocultase por un tiempo prudente,
Temujin pudo regresar a su campamento.
Esta hazaña le dio gran fama entre los demás clanes, y de todas partes comenzaron a llegar jóvenes mongoles para unirse a él.
Esta hazaña le dio gran fama entre los demás clanes, y de todas partes comenzaron a llegar jóvenes mongoles para unirse a él.
Representación de Gengis Kan sobre un tapiz |
La
vida de Gengis Kan es una serie ininterrumpida de batallas
victoriosas: la primera la libró contra los merkitas, en castigo por
haber raptado a Burte, su mujer, y el éxito se lo debió a la ayuda
que le brindó la tribu de los keraitos, un pueblo turcomongol que
contaba con muchos cristianos nestorianos y musulmanes.
El jefe de
los keraitos, Toghrul, puso a su disposición una tropa numerosa para
atacar a los merkitas, y cuenta la «saga mongola» que, como
resultado de la expedición punitoria, trescientos hombres fueron
pasados a cuchillo y las mujeres fueron convertidas en esclavas.
Después
de vencer a los merkitas, el futuro Gengis Kan ya no se encontró
solo: tribus enteras se unieron a él. Su campamento crecía día a
día y a su alrededor se forjaban ambiciosos planes, como el de hacer
la guerra a Tartugai.
En 1188 logró reunir un ejército de 13.000
hombres para enfrentarse a los 30.000 guerreros de Tartugai, y los
derrotó cómodamente, señalando así el que sería su destino:
luchar siempre contra enemigos muy superiores en número y vencerlos.
De resultas de esta victoria volvió a establecerse nuevamente en los
territorios de su familia, cerca del río Onón, y todas las tribus
que a la muerte de su padre le habían abandonado volvieron a
reunirse a su alrededor, reconociéndolo como único jefe legítimo.
Rey
de los mongoles
Corría
el año 1196, y entre los mongoles corrió la voz de que había
llegado el momento de elegir un nuevo rey de los mongoles entre los
jefes de los campamentos. Cuando el chamán declaró que el Eterno
Cielo Azul había destinado a Temujin para tal cargo nadie se opuso,
y la elección del nuevo kan, que entonces contaba con veintiocho
años de edad, fue celebrada con gran esplendor. Temujin se preocupó
ante todo de fortalecer su propia tribu, de constituir un verdadero
ejército y también de estar informado de cuanto acaecía en sus
tribus vasallas.
Bajo
su mandato logró unificar a todas las tribus mongoles para ir a la
guerra contra los pueblos nómadas del sur, los tártaros, y les
infligió una severa derrota en 1202.
En recompensa el emperador
chino, enemigo acérrimo de los tártaros, le concedió el título de
Tschaochuri, plenipotenciario entre los rebeldes de la frontera. Su
alianza con el kan de los keraitos, por otra parte, le daba cada vez
mayor poder. Los pueblos que no se le sometían eran derrotados en el
campo de batalla y empujados hacia la selva o los desiertos, y sus
propiedades repartidas a manos de los vencedores. Así la fama de los
mongoles eclipsó la de todas las demás tribus, expandiéndose hasta
los confines de las estepas.
Gengis Kan encabezando sus tropas |
Pero
la ambición de su jefe llegaba más lejos: en 1203 se volvió contra
sus antiguos aliados, los keraitos: atacó a Toghrul por sorpresa con
el apoyo de las tribus del este y aniquiló al ejército que tantas
veces le había ayudado.
Al año siguiente dirigió la lucha contra
los naimanos, turcos de Mongolia occidental que vivían en las
montañas de Altai. Esta vez el jefe mongol dio muestras de una
magnanimidad poco habitual en él, esforzándose por favorecer el
cruce de ambos pueblos y conseguir que el suyo asimilara la cultura
superior de los vencidos. Pero no era ésta su acostumbrada norma de
conducta, ya que el jefe mongol reunía todas las características
del guerrero despiadado y cruel, afecto a las ejecuciones colectivas
y a la destrucción sistemática de los territorios conquistados. Con
los suyos, Temujin era también inexorable y despiadado como la
estepa y su terrible clima. Invariablemente mataba a cuantos
pretendían compartir con él el poder o simplemente le desobedecían.
Tal
fue el caso de Yamuga, su primo y compañero de juegos en la
infancia, con quien había compartido el lecho en los días de
adversidad y repartido fraternalmente los escasos alimentos de que
disponían. Disconforme con su papel de subordinado, Yamuga le plantó
cara y, tras diversas escaramuzas, se refugió en las montañas
seguido únicamente por cinco hombres.
Un día, cansados de huir, sus compañeros se arrojaron sobre él, le ataron sólidamente a su caballo y le entregaron a Temujin. Cuando los dos primos se encontraron, Yamuga reprochó a Temujin que tratara con aquellos cinco felones que habían osado alzar la mano contra su señor. Reconociendo la justicia de tales críticas, Temujin ordenó detener a los traidores y decapitarlos. Seguidamente, sin inmutarse, dio orden de que estrangularan a su querido primo.
Un día, cansados de huir, sus compañeros se arrojaron sobre él, le ataron sólidamente a su caballo y le entregaron a Temujin. Cuando los dos primos se encontraron, Yamuga reprochó a Temujin que tratara con aquellos cinco felones que habían osado alzar la mano contra su señor. Reconociendo la justicia de tales críticas, Temujin ordenó detener a los traidores y decapitarlos. Seguidamente, sin inmutarse, dio orden de que estrangularan a su querido primo.
Emperador
universal
En
el 1206, Año de la Pantera, cuando ya todas las tribus de la Alta
Mongolia estaban bajo su dominio, Temujin se hizo nombrar Gran Kan, o
emperador de emperadores, con el hombre de Gengis. En el curso de una
importante asamblea de jefes, Temujin expuso su idea de que el
interés general exigía nombrar un kan supremo,
capaz de reunir toda la fuerza nómada y lanzarla a la conquista de
ciudades fabulosas, de llanuras salpicadas de prósperas casas de
labranza y de puertos riquísimos donde atracaban los navíos
extranjeros.
Ante la enumeración de estas posibilidades, los
mongoles se estremecieron de codicia. ¿Quién podía ser ese
caudillo de caudillos? El nombre de Temujin, que ya había sido
aclamado jefe de una importante confederación de tribus y era a la
vez respetado y temido, voló de boca en boca. Oponerse a su idea
podía ser peligroso, y apoyarla no era sino consagrar un estado de
cosas y quizás conseguir grandes botines.
A
su lado, en la ceremonia de coronación, estaban su esposa Burte y
los cuatro hijos varones que habla tenido con ella: Yuci, Yagatay,
Ogodei y Tuli. Eran los únicos de sus descendientes que podían
heredar el titulo de Gran Kan, privilegio que no alcanzaba a los que
había tenido con sus otras esposas (entre ellas, algunas princesas
chinas y persas), ni tampoco a los de su favorita, Chalan, la
princesa merkita que solía acompañarlo en sus campañas guerreras.
Tras su coronación, se rodeó de una insobornable guardia personal y
comenzó a enseñar a sus antiguos camaradas lo que él entendía por
disciplina.
La proclamación de Gengis Kan |
Gengis
Kan dedicó sus esfuerzos a poner orden en las estepas, imponiendo
una severa jerarquía en el mosaico de tribus y territorios que se
hallaban bajo su dominio. Reinó de acuerdo a las leyes fijas del
severo código mongol conocido con el hombre de Yasa, que sirvió de
base para las instituciones civiles y militares, y organizó su reino
de modo que sirviese exclusivamente para la guerra. Inculcó a sus
súbditos la idea de nación y les puso a trabajar en la producción
de alimentos y material bélico para su ejército, reduciendo sus
necesidades al mínimo exigido por la vida diaria con objeto de que
todos los esfuerzos y las riquezas sirviesen para sostener a los
combatientes.
Con
ellas pudo crear un verdadero estado en armas, en el que cada hombre,
tanto en tiempos de paz como de guerra, estaba movilizado desde los
quince hasta los setenta años. También las mujeres entraban en la
organización con su trabajo, y para ello les concedió derechos
desconocidos en otros países orientales, como el de propiedad.
El
fin de dicho andamiaje social y político estaba destinado a lograr
el eterno objetivo de los nómadas: apoderarse del imperio chino,
detrás de la Gran Muralla. Antes de cumplir cuarenta y cuatro años,
Gengis Kan tenía ya dispuesta su formidable máquina guerrera. No
obstante, si en aquella época una flecha enemiga hubiera penetrado
por una de las juntas de su armadura, la historia no habría recogido
ni siquiera su nombre, pues las mayores proezas de su vida iban a
tener lugar a partir de aquel momento.
A
los pies de la Gran Muralla
En
el año 1211 Gengis Kan reunió todas sus fuerzas. Convocó a los
guerreros que vivían desde el Altai hasta la montaña Chinggan para
que se presentaran en su campamento a orillas del río Kerulo.
Comparativa entre la extensión del Imperio mongol
en el siglo XIII y la localización actual del pueblo
mongol
|
Al
este de su imperio estaba China, con su antiquísima civilización.
Al oeste, el Islam, o el conjunto de naciones que habían surgido
tras la estela de Mahoma.
Occidente se extendía Rusia, que
era entonces un conglomerado de pequeños estados, y la Europa
central.
Gengis Kan decidió atacar primero China. En 1211 atravesó
el desierto de Gobi y cruzó la Gran Muralla. La mayor conquista de
los mongoles, la que los transformaría en un poder mundial, estaba
al caer. Aprovechando que el país se hallaba en guerra civil, se
dirigieron contra la China del norte, gobernada por la dinastía de
los Kin, en una serie de campañas que terminaron en 1215 con la toma
de Pekín.
Gengis
Kan dejó en manos de su general Muqali la dominación sistemática
de este territorio, y al año siguiente regresó a Mongolia para
sofocar algunas rebeliones de tribus mongoles disidentes que se
hablan refugiado en los confines occidentales, junto a algunas tribus
turcas.
Desde allí inició la conquista del gran imperio musulmán
del Karhezm, gobernado por el sultán Mohamed, que se extendía desde
el mar Caspio hasta la región de Bajará, y desde los Urales hasta
la meseta persa. En 1220 el sultán moría destronado a manos de los
mongoles, que invadieron entonces Azerbaidyán y penetraron en la
Rusia meridional, atravesaron el río Dniéper, bordearon el mar de
Azov y llegaron hasta Bulgaria, al mando de Subitai.
Cuando ya todo
el continente europeo temblaba ante las hordas invasoras, éstas
regresaron a Mongolia. Allí Gengis Kan preparaba el último y
definitivo ataque contra China. Mientras tanto, otros ejércitos
mongoles habían sometido Corea, arrasado el Jurasán y penetrado en
los territorios de Afganistán, Gazni, Harat y Merv.
VER:
VER:
Gengis khan, fundador del imperio Mongol
En
poco más de diez años, el imperio había crecido hasta abarcar
desde las orillas del Pacífico hasta el mismo corazón de Europa,
incluyendo casi todo el mundo conocido y más de la mitad de los
hombres que lo poblaban.
Karakorum, la capital de Mongolia, era el
centro del mundo oriental, y los mongoles amenazaban incluso con
aniquilar las fuerzas del cristianismo. Gengis Kan no había perdido
jamás una batalla, a pesar de enfrentarse a naciones que disponían
de fuerzas muy superiores en número. Es probable que jamás lograra
poner a más de doscientos mil hombres en pie de guerra; sin embargo,
con estas huestes relativamente pequeñas, pulverizó imperios de
muchos millones de habitantes.
Un
ejército invencible
¿Por
qué su ejército era indestructible? La materia prima de Gengis Kan
eran los jinetes y los caballos tártaros. Los primeros eran capaces
de permanecer sobre sus cabalgaduras un día y una noche enteros,
dormían sobre la nieve si era necesario y avanzaban con igual ímpetu
tanto cuando comían como cuando no probaban bocado. Los corceles
podían pasar hasta tres días sin beber y sabían encontrar alimento
en los lugares más inverosímiles.
Además, Gengis Kan proveyó a
sus soldados de una coraza de cuero endurecido y barnizado y de dos
arcos, uno para disparar desde el caballo y otro más pesado, que
lanzaba flechas de acero, para combatir a corta distancia. Llevaban
también una ración de cuajada seca, cuerdas de repuesto para los
arcos y cera y aguja para las reparaciones de urgencia. Todo este
equipo lo guardaban en una bolsa de cuero que les servía,
hinchándola, para atravesar los ríos.
La
táctica desplegada por Gengis Kan era siempre un modelo de
precisión. Colocaba a sus tropas en cinco órdenes, con las unidades
separadas por anchos espacios.
- Delante, las tropas de choque, formidablemente armadas con sables, lanzas y mazas.
- A retaguardia, los arqueros montados. Éstos avanzaban al galope por los espacios que quedaban entre las unidades más adelantadas, disparando una lluvia de flechas. Cuando llegaban cerca del enemigo desmontaban, empuñaban los arcos más pesados y soltaban una granizada de dardos con punta de acero.
- Luego era el turno de las tropas de asalto.
- Tras la legión romana
- Y la falange macedónica, la caballería tártara se erigió en ejemplo señero del arte militar.
Gengis Kan en el campo de batalla |
Pero
Gengis Kan supo también ganar más de una batalla sin enviar ni un
solo soldado al frente, valiéndose exclusivamente de la propaganda.
Los mercaderes de las caravanas formaban su quinta columna, pues por
medio de ellos contrataba los servicios de agentes en los territorios
que proyectaba invadir. Así llegaba a conocer al detalle la
situación política del país enemigo, se enteraba de cuáles eran
las facciones descontentas con los reyes y se las ingeniaba para
provocar guerras intestinas.
También se servía de la propaganda
para sembrar el terror, recordando a sus enemigos los horrores que
había desencadenado en las naciones que habían osado enfrentársele.
Someterse o perecer, rezaban sus advertencias.
La
práctica del terror era para él un eficaz procedimiento político.
Si una ciudad le oponía resistencia, la arrasaba y daba muerte a
todos sus habitantes. Al continuar la marcha sus huestes, dejaba a un
puñado de sus soldados y a unos cuantos prisioneros ocultos entre
las ruinas. Los soldados obligaban después a los cautivos a recorrer
las calles voceando la retirada del enemigo. Y así, cuando los
contados supervivientes de la degollina se aventuraban a salir de sus
escondites, hallaban la muerte. Por último, para evitar que ninguno
se fingiese muerto, se cortaban las cabezas. Hubo ciudades en que
sucumbieron medio millón de personas.
Un
imperio en herencia
Tal
fue la extraordinaria máquina militar con que Gengis Kan conquistó
el mundo. En el invierno de 1227, las tropas mongoles, acompañadas
por todos los hijos y nietos de Gengis Kan, emprendieron la marcha
hacia el este, para invadir el reino tangut, en China. Cuando ya nada
podía salvar a las poblaciones del fuego y de la espada, el viejo
Kan se sintió próximo a su fin.
Ninguna enfermedad se había
manifestado en él, pero su instinto certero para la muerte le
advirtió de que estaba cerca, y reunió a sus hijos para repartir
los territorios de su vasto imperio: para el mayor, Yuci, fueron las
estepas del Aral y del Caspio; a Yagatay le correspondió la región
entre Samarcanda y Tufán; a Ogodei le fue otorgada la región
situada al este del lago Baikal; para el hijo menor, Tuli, fueron los
territorios primitivos, cerca del Onón.
Gengis
Kan murió el 18 de agosto de 1227, antes de lograr la rendición
china. Su última orden fue no divulgar la noticia de su muerte hasta
que todas las guarniciones hubieran llegado a su destino y todos los
príncipes se encontraran en sus campamentos.
Durante cuarenta años
había sido el centro del mundo asiático, al que había transformado
con sus guerras y conquistas. Las tribus mongoles eran ahora un
pueblo robusto y disciplinado, con generales y estrategas de talento
educados en su escuela. Tras su fallecimiento, el enorme rodillo
mongol siguió aplastando gentes y naciones.
Sus sucesores dominaron
toda Asia, penetraron aún más en Europa y derrotaron a húngaros,
polacos y alemanes. Después, el imperio decayó hasta desaparecer.
Los mongoles son hoy un ramillete insignificante de tribus nómadas,
y Karakorum yace sepultada bajo las arenas movedizas del desierto de
Gobi. Hasta el nombre de la ciudad se ha borrado de la memoria de las
gentes.
VER:
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