Un amor en La Habana. Gendris y Deinna son una pareja trans, se fueron de su pueblo por la persecución homófoba. |
Cuba hoy: la Revolución menos pensada
Tema
del Domingo.La
isla vive un proceso de cambio que va más allá del deshielo en la
relación con EE.UU. La política oficial hacia la comunidad
homosexual, por décadas perseguida, es un ejemplo. Mariela Castro
Espín, hija del actual presidente, impulsa el cambio desde un
organismo estatal.
María
Caridad Jorge hace poco más de un año escribió en su
autobiografía: “Soy lesbiana y religiosa y también quiero ser
militante”. Lo hizo para ingresar al Partido Comunista de Cuba,
“algo impensable hasta hace poco tiempo”, dice cruzada de brazos
en el bar del Menjunje, el centro cultural de Santa Clara, la ciudad
en el corazón geográfico de la isla.
“Siempre
fui revolucionaria, vengo de una familia revolucionaria. Mi mamá
hizo ‘clandestinaje’ contra Fulgencio Batista. Estuvo con el Che
Guevara, pero ella nunca alardeó porque no hay que buscar méritos
en las cosas. Y yo siempre quise ser parte del Partido, pero sabía
que no podía: primero porque era lesbiana, y nunca lo iba a dejar de
ser por nada de este mundo. Y segundo, era religiosa y tampoco iba a
dejar de serlo”. El 23 de agosto de 2013 le entregaron el carnet
como militante.
Diversidad cubana.
Miles de personas marcharon
contra la homofobia y
transfobia a fines de mayo
|
Ramón
Silverio preparaba una pasta con hierbas medicinales que repartía a
la madrugada cuando las fiestas marginales en Santa Clara de mitad de
la década del 80 llegaban a su fin. Ese “mejunje” le dio el
nombre al que se transformó en uno de los centros de resistencia
cultural para el rock y la comunidad gay en la ciudad que pasó a la
historia de la revolución porque fue tomada por el Che Guevara.
Protagonista
y testigo de los últimos años, Silverio cree que “en los últimos
años se han logrado cosas que fueron impensables. Es un momento de
dar pasos firmes y adelantados y estamos en eso. Porque el país va
hacia eso. Es que tampoco el mundo es una maravilla en estos temas,
las cosas se han logrado luchando. A nadie se le ha regalado nada”.
Silverio
tiene 60 años, es miembro del Partido Comunista y un referente
histórico del movimiento social y político que pretende conseguir
la equiparación de derechos de lesbianas, gays, transexuales,
bisexuales en intersexuales (LGTBI). Delgado, de camisa cuadrillé,
pantalones carpinteros, sandalias de cuero, no le saca el cuerpo
cuando tiene que hablar de la actualidad cubana.
“Es el único país que pudo resistir el bloqueo y ha quedado en la conciencia. Los 90 fueron muy duros. Eso nos preparó para vivir y convivir con el mundo”, explica mientras se define como “muy esperanzado. Desde afuera se están haciendo muchas más preguntas que nosotros, que nos las hacemos también. Pero quienes hemos mantenido esta Revolución tenemos en claro que vamos a vivir otra época, un gran reto histórico”.
“Es el único país que pudo resistir el bloqueo y ha quedado en la conciencia. Los 90 fueron muy duros. Eso nos preparó para vivir y convivir con el mundo”, explica mientras se define como “muy esperanzado. Desde afuera se están haciendo muchas más preguntas que nosotros, que nos las hacemos también. Pero quienes hemos mantenido esta Revolución tenemos en claro que vamos a vivir otra época, un gran reto histórico”.
En
medio de las preguntas, ansiedades y pronósticos sobre qué sucederá
en el país a partir del inicio de las conversaciones con Estados
Unidos en diciembre pasado; con el número de visitas estadounidenses
aumentando 36 por ciento en el último mes comparado con el mismo
período del año pasado después de que se flexibilizaran los
permisos de viaje; con la Bienal de Arte llenando el Malecón y los
rincones de la Habana Vieja de esculturas y performance a toda hora;
con la continuación del embargo por parte de Washington; con la
escasez de alimentos que obliga a los cubanos a una búsqueda
permanente por bodegas y negocios; con el doble sistema monetario que
los separa entre quienes tienen acceso al CUC -la moneda convertible
a divisas extranjeras- y los que sólo tienen pesos cubanos, Cuba
lleva adelante procesos de debates, cambios y resistencias más
silenciosos como son las políticas hacia la comunidad de gays,
lesbianas, transexuales y travestis.
Después
de que las primeras cuatro décadas de la revolución se
caracterizaron por la persecución, con campos de trabajo para los
homosexuales, el gobierno cubano ha cambiado su política. Costeó,
desde 2007 -y a partir de que el Ministerio de Salud Pública
aprobara la Resolución 126- más de veinte cirugías de adecuación
genital, comúnmente llamadas de reasignación de sexo. Diez años
antes había suprimido del código penal la referencia a la
homosexualidad vinculado al escándalo y ultraje sexual, que servía
a la Policía para detener a las personas por sus preferencias
sexuales.
Fue
el año pasado, el 17 de junio, que la Asamblea Nacional aprobó el
nuevo Código de Trabajo que incluye medidas antidiscriminatorias por
orientación sexual y discapacidades. La aprobación del texto final
sepultó lo que se había acordado en la comisión encargada de la
redacción sobre la inclusión por identidad de género y por vivir
con VIH. Mariela Castro Espín, hija del actual presidente Raúl
Castro, como diputada fue la que con su voto negativo denunció el
cambio
.
“¡Socialismo, sí! ¡Homofobia, no! ¡Viva la Revolución
Cubana!”.
Castro Espín termina con el puño en alto su discurso en la plaza principal de Las Tunas, en el oriente de la isla. Es el final del desfile -o la conga, como la llaman- contra la discriminación por identidad de género y preferencia sexual. Una marcha en la que cientos de personas bailaron al ritmo de tambores tras una gran bandera cubana y otra multicolor, símbolo de la diversidad y la comunidad gay.
Castro Espín termina con el puño en alto su discurso en la plaza principal de Las Tunas, en el oriente de la isla. Es el final del desfile -o la conga, como la llaman- contra la discriminación por identidad de género y preferencia sexual. Una marcha en la que cientos de personas bailaron al ritmo de tambores tras una gran bandera cubana y otra multicolor, símbolo de la diversidad y la comunidad gay.
La
plaza es de cemento y con poco verde, un escenario caluroso para el
acto de cierre de la VIII Jornada Cubana Contra la Homofobia y la
Transfobia -organizada por el estatal Centro Nacional de Educación
para la Salud (Cenesex), que dirige Castro- y en la que por primera
vez participó la central de trabajadores cubana. En un puesto de la
feria que se armó hablan de la prevención del VIH. En otro, se
puede hacer el test de detección rápida. Un grupo de chicos bailan
con trajes amarillos brillantes. “Tengo más suegras que millas
transitadas”, dice la canción.
Días
antes en La Habana, en la apertura, estuvieron miembros del Comité
Central del Partido y también una delegación de estadounidenses.
Muestra de los tiempos que corren. Veinte parejas intercambiaron
anillos imaginando un posible matrimonio entre personas de mismo
sexo. De la ceremonia participó el arzobispo de la Iglesia Católica
Eucarística, Roger LaRade, que en Canadá ganó fama por promover
estas uniones en el campo religioso y también la pastora Cary
Jackson, quien llegó desde Nueva York. Para que en Cuba haya unión
civil se necesita una ley de la Asamblea, el órgano legislativo
unicameral.
Para que haya matrimonio igualitario, modificar la Constitución. Hay que “lograr que la sociedad cubana en su totalidad se sensibilice con estos temas, se eduque, comprenda. Yo estoy loca por presentar la propuesta ante la Asamblea”, dirá después en una charla Mariela Castro.
Para que haya matrimonio igualitario, modificar la Constitución. Hay que “lograr que la sociedad cubana en su totalidad se sensibilice con estos temas, se eduque, comprenda. Yo estoy loca por presentar la propuesta ante la Asamblea”, dirá después en una charla Mariela Castro.
Deinna
y Gendris no sueñan con casarse mientras viajan por La Habana en el
asiento trasero de un Ford Tucson Line del año 52 color morado,
popularmente llamados “almendrones”. Tienen 20 y 19 y son de
Manzanillo, pero llegaron a la capital cubana para escapar de la
homofobia de su pueblo. “Mi padre no me soporta. Desde que me visto
como mujer cuando me ve aparecer, ve al diablo”, dice la chica de
pestañas interminables. Viven con un grupo del mismo pueblo en una
casa pequeña en el barrio de Centro Habana, que en los años 90 se
transformó en un lugar seguro para las travestis.
En el living aún perdura un arbolito de Navidad con moños rojos junto a un minúsculo televisor “National Star”. En las paredes hay un cuadro de la Última Cena y siete platos con flores colgados. Un olor a café dulzón preparado como lo toman ellas en el campo, inunda el espacio de cuatro por cuatro.
En el living aún perdura un arbolito de Navidad con moños rojos junto a un minúsculo televisor “National Star”. En las paredes hay un cuadro de la Última Cena y siete platos con flores colgados. Un olor a café dulzón preparado como lo toman ellas en el campo, inunda el espacio de cuatro por cuatro.
Afuera,
La Habana es una ciudad caótica, derruida, con problemas de agua en
las zonas más habitadas, con eternas partidas de dominó en la calle
de los barrios menos turísticos, con vendedores ambulantes que
ofrecen mangos o maní de forma ilegal, bicitaxis que intentan suplir
la falta de transporte público y cientos de turistas que llegan “a
ver el país antes del cambio”, como dijo sin ninguna clase de
dudas ni tampoco demasiadas certezas sobre a qué se refería Anne,
una norteamericana de más de 60 años.
La
calle es también de noche un territorio hostil para Deinna y
Gendris. “Anoche nos tiraron agua caliente cuando volvíamos del
Parque Central”, cuentan. A Shanet fue una bolsa de basura de un
tercer piso. Es alta y flaquísima, lleva un vestido largo de
colores, las cejas tatuadas y terminó de cursar el cuarto año de
medicina. “Pero me han sacado, han hecho lo imposible para que deje
la universidad.
Sé que es por mi figura de mujer, me discriminan por no ir como muchacho. Por eso vine de Manzanillo a La Habana a buscar una carta del Cenesex para que me respalden y pueda seguir mis estudios”.
Sé que es por mi figura de mujer, me discriminan por no ir como muchacho. Por eso vine de Manzanillo a La Habana a buscar una carta del Cenesex para que me respalden y pueda seguir mis estudios”.
Angeline
fue la primera manzanillera en llegar a La Habana. Puede ir vestida
como la mujer que se siente al laboratorio clínico donde trabaja.
También logró que en el membrete diga “Angeline” y no el nombre
con el que nació. Ella es una de las pioneras en temas de igualdad.
Hace más de cinco años logró que la universidad la acepte para
estudiar como técnica de laboratorio. Su lucha actual es para lograr
el cambio de nombre en su documento de identidad. A partir del año
2013, en Cuba se puede cambiar la foto y el nombre para que se adecue
con el aspecto físico. Angeline espera algo más: la cirugía de
reasignación de sexo.
Mientras
tanto durante la noche se prostituye en la Habana Vieja, donde es más
fácil encontrar turistas. “No tenemos mucha salida, el dinero no
alcanza, son muchas las chicas que lo hacemos. No lo oculto. Antes un
extranjero podía pagar 50 CUC, unos 50 euros, pero ahora se han
dando cuenta de nuestra miseria y pagan 5 euros. Pero como hay
hambre, hay que aceptar”.
Angeline
forma también parte del grupo TransCuba, que surgió hace 14 años
para luchar por los derechos de la comunidad trans. Como parte de su
tarea hace prevención del VIH entre sus pares.
“Nuestro
principal objetivo es trabajar en la autoestima”, dice Malú Cano,
que lidera el grupo que reúne a 3.002 personas trans de toda la
isla. “Te sacan de tu hogar, no te dan educación y se sobrevive
con el sexo transaccional. Además de la prevención de las
relaciones violentas en la calle, en la casa, hay que prevenir en la
salud. La mitad de las personas trans viven con VIH. Y creo que
nuestro activismo ha frenado la mayor expansión”, explica.
Sissy
aprendió a vivir con VIH entre muchas otras cosas. Tiene 50 años y
a los 15 fue presa, por primera vez, por andar maquillada en la
calle. “La Policía andaba con un papel en el bolsillo y te lo
pasaban por la cara”, recuerda. Estuvo seis meses en el Combinado
del Este, en el piso conocido como la Patera, donde estaban
encarcelados los homosexuales.
“Lo
que pasaba es que una vez ahí, ya no te importaba nada. Nos
transformamos en mujer. Hacíamos maquillajes con lo que teníamos.
Nos pintábamos las pestañas con la grasa mecánica de la puerta,
que era eléctrica. Las sombras las hacíamos con desodorante de
pasta y cenizas de cigarros. Se hacía una sombra gris-azul,
preciosa. La boca, con rojo escarlata y con los lápices de
carpintería nos delineábamos los ojos. Porque te voy a decir una
frase que quiero que recuerdes: donde nace un maricón, mueren las
dificultades”, sentencia en medio de una carcajada en su casa del
barrio de Regla, al otro lado de la bahiana habanera.
Sissi
aún adora a Lola Flores. La admiración por la Faraona fue su
salvación. Comenzó a imitarla en un espectáculo de transformismo
cuando Cuba se sumergía en una crisis hasta el hambre a mediado de
los 90, después de la desaparición de la Unión Soviética. Hacía
el espectáculo en casas particulares y muchas veces el show
terminaba en una estampida con la llegada de la policía.
La noche de
Las Vegas en el elegante barrio de El Vedado ya nada tiene de
clandestino. El cabaret surgió hace seis años como un espacio de
resistencia cultural administrado por el Estado cubano. Su principal
show “Bravissimo” tiene como números principales la actuación
de transformistas ya míticos en la noche cubana. Entre cada
presentación hay un spot de prevención del VIH.
Las mesas están
llenas de turistas. Un grupo de chinos se bambolea como bambúes,
también hay canadienses, estadounidenses, algún español y
brasileños. Estrellita en el escenario es una especie de Verónica
Castro caribeña, abajo es uno de los actores más renombrados de la
escena cubana. Esta noche va vestida de verde agua y lamé plateado.
Canta en inglés y el público la ovaciona. “Desde Miami se infla
el pasado y esto ya ha cambiado”, dice Manuel en una mesa cercana
al escenario. Estrellita muta de Verónica Castro a Lisa Minelli.
Canta que quiere despertar en una ciudad que nunca duerme. “New
York, New York”, dice en La Habana, Cuba, 2015, a 57 años de la
Revolución.
Cronología
del proceso de cambio
Cuba
vive un proceso gradual de cambios sobre todo a partir del reemplazo
de Fidel Castro por su hermano Raúl, en 2008. En marzo de ese año
se autoriza la venta de computadoras, celulares y otros
electrodomésticos. Se permite a los cubanos alojarse en hoteles y
que alquilen autos destinados a extranjeros. Además anuncian cambios
en el sistema agrícola.
En
abril de 2010 se entregan pequeños salones de belleza a empleados,
se introduce el pago de impuestos. Es el primer experimento de este
tipo desde la nacionalización de los pequeños negocios en 1968.
En
enero de 2011 comenzó la reducción de puestos de trabajo estatales
y se habla del trabajo por cuenta propia. El VI Congreso del Partido
Comunista de Cuba aprobó un plan de reformas económicas y sociales.
Ese año se legaliza la compra-venta de autos y de viviendas entre
particulares.
El
17 de diciembre de 2014 se anuncian conversaciones con EE.UU. para
normalizar su relación. Se está negociando la apertura de embajadas
y el fin del bloqueo, entre otros temas.
SOY CUBANO.DOCUMENTAL
La
vida de los cubanos contada en imágenes. La cotidianidad del día a
día, historias personales y el reflejo claro de la vida en las
calles de Cuba.
La
cámara adopta un papel de espectador, mostrando así las diferentes
culturas y gentes que conviven en Cuba, principalmente en la capital.
Cuba
vive un proceso de cambio que va mucho más allá del reinicio de las
conversaciones con Estados Unidos para reestablecer relaciones
diplomáticas y dar fin al último capítulo de la Guerra Fría.
Mientras las preguntas y pronósticos sobre el rumbo del país se
centran en el acercamiento entre La Habana y Washington, mientras
miles de turistas estadounidenses invaden la isla a partir de la
flexibilización de los permisos de viaje, la sociedad cubana
experimenta una transformación impensada en las últimas cinco
décadas.
La
política del Gobierno y el Partido Comunista de Cuba ha iniciado un
proceso de reformas económicas y sociales y la comunidad de
lesbianas, gays, transgénero e intersexuales es un ejemplo de esto.
La homofobia estatal -que persiguió a los homosexuales durante los
primeros cuarenta años de la revolución- está siendo reemplazada
por políticas de integración que hasta financian operaciones de
reasignación de sexo.
A
la cabeza de estas iniciativas está Mariela Castro Espín, hija del
actual presidente, diputada nacional y quien dirige el Centro
Nacional de Educación Sexual (Cenesex). Ella, que se reconoce
perteneciente a la generación preparada para heredar el poder, es
una de las protagonistas del proceso del debate interno sobre el
rumbo a seguir en la isla. Su testimonio y las voces de los
protagonistas de la comunidad gay sirven para dar cuenta de cómo son
los mecanismos de transformación del país y reflejan los muchos
aspectos de la realidad.
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