Es una historia de
amor en la que intervienen tres personajes: un hombre, una mujer y el diablo.
Es una meditación sobre la necesidad que tiene el artista de
ser amado por el poder, necesidad tan fuerte como la que el poder tiene de ser
amado por el artista.
Es una fantasía basada en la terrible experiencia de Mijail
Bulgákov, enorme escritor al que el stalinismo condenó al silencio. La acción
transcurre en los años treinta, cuando, desesperado por la censura absoluta que
cae sobre su obra. Bulgákov se convierte en “escritor para un solo lector,
escribe carta tras carta a Stalin reclamando o su libertad como artista en la
URSS, o su libertad para salir del país. Marginado de una sociedad ante la que
se le presenta como traidor, solo sostenido por el aliento de su esposa,
Bulgákov espera en vano una respuesta del gran camarada.
Hasta que recibe una llamada telefónica de alguien que se
identifica como Stalin. Bulgávok no tiene ninguna duda al respecto: es Stalin
quien me llama, quien se dirige a él respetuosamente, quien elogia su obra. Por
desgracia, la llamada se corta cuando el dictador está a punto de proponer a
Bulgákov un encuentro cara a cara.
Aquella llamada interrumpida es la pequeña base sobre la cual
Bulgákov levanta una gran esperanza. Tanto como desea ser libre, el artista
desea volver a oír la voz del tirano. Ambos deseos le llevan a escribir
compulsivamente, a la búsqueda de la carta magistral capaz de conquistar a
Stalin. Su deseo de encontrarse con él le arrastra muy lejos del mundo real, al
que su esposa quiere mantenerlo unido. Por fin, en su enajenación Bulgákov
realiza un deseo: un Stalin fantasmagórico le visita. Pero la mujer no cederá
al fantasma su lugar, sin lucha.
VER: Cartas de amor a Stalin
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