(conocida en su país
de nacimiento como Ayaan Hirsi Mogona, en Mogadiscio (Somalia), el 13 de
noviembre de 1969) es una feminista, escritora y política neerlandesa, hija de
Hirsi Magan Isse. Desde enero de 2003 y hasta el 16 de mayo de 2006 fue
diputada del parlamento holandés. Es una destacada crítica del Islam y en
ocasiones muy controvertida. Como consecuencia de las amenazas de muerte que
sus declaraciones públicas han causado, Hirsi Ali vive oculta y vigilada
permanentemente por guardaespaldas.
Hirsi Ali nació en Somalia en una familia islámica de la
tribu Daro. Su padre, Hirsi Magan Isse, tenía cinco hijos y una hija con cuatro
mujeres y era un oponente del dictador somalí Mohamed Siad Barre. A pesar de
que su padre, que estudió en Italia y en Estados Unidos, se oponía a la
ablación, su abuela le practicó la extirpación del clítoris cuando ella tenía 5
años mientras su padre se encontraba en el extranjero.
A raíz de la guerra civil en Somalia, en la que su padre se
vio involucrado, su familia se vio obligada a abandonar el país. Primero
huyeron a Arabia Saudí y más adelante a Etiopía y finalmente llegaron a Kenia.
En Kenia estudió en un colegio de lengua inglesa, el Instituto Nairobi de Jóvenes
Musulmanas, donde se vio muy influenciada por su profesora, la hermana Aziza,
una fundamentalista islámica. Durante la guerra entre el Estado secular de Irak
y la república islámica iraní fue seguidora de los Hermanos Musulmanes, vistió
de acuerdo con los códigos del hiyab y deseó convertirse en una mártir del
Islam.
Carrera prepolítica
En 1992, el padre de Hirsi Ali acordó un matrimonio con un
primo lejano que residía en Canadá, al que ella nunca había conocido. Tendría
que haber viajado a Canadá con ayuda de familia que tenía en Düsseldorf y
Berlín, pero al llegar a Alemania decidió tomar el tren hacia Holanda en vez de
volar a Canadá.
Al llegar a Holanda solicitó asilo político y consiguió un
permiso de residencia por razones humanitarias, a pesar de que al haber llegado
a Alemania tendría que haber solicitado asilo en el país germano. Para evitar
ser localizada al inscribirse, dio otro nombre y otra fecha de nacimiento.
Desde entonces usaría el apellido Hirsi Ali en vez de Hirsi Magan.
Cuando recibió el permiso de asilo tuvo varios trabajos
breves, desde limpieza a clasificación de correo. En ese periodo tomó clases de
neerlandés y un curso de trabajo social. Después continuó estudiando Ciencias
Políticas en la Universidad de Leiden hasta el año 2000. Entre los años 1995 y
2001 trabajó como intérprete y traductora independiente, principalmente para el
servicio nacional de inmigración y también como trabajadora social para
refugios de mujeres maltratadas. Gracias a esos trabajos consiguió conocer el
funcionamiento del sistema de inmigración holandés. Fue muy crítica con las
formas en las que el sistema trataba a los solicitantes de asilo, que favorecía
a los solicitantes educados sobre los menos formados. Hirsi Ali habla 6
idiomas: inglés, somalí, árabe, swahili, amhárico y neerlandés.
Carrera política
Después de obtener un máster en Ciencias Políticas, Hirsi Ali
se convirtió en miembro de la Fundación Wiardi Beckman, un instituto científico
vinculado con el Partido del Trabajo (PvdA, de tendencia socialdemócrata).
Inspirada por el Manifiesto ateo de Herman Philipse, filósofo de Leiden, Hirsi
Ali abandonó el Islam.
Durante este periodo inició su crítica a la cultura islámica,
que plasmó en el libro De Zoontjesfabriek. Hizo una aparición en televisión
—que causó sensación tanto por su elocuencia y firmeza como por su
extraordinaria belleza—, en la que calificó el Islam de «retrógrado». Empezó
entonces a recibir las primeras amenazas de muerte. Se escondió y huyó a EE.
UU.
Tras algunos desacuerdos con el PvdA, particularmente por las
políticas de inmigración que defendía su partido, basadas en la idea del
multiculturalismo, en noviembre de 2002 Ayaan Hirsi Ali abandonó el partido
socialdemócrata holandés. Ella explicó que, a su juicio, la política multiculturalista
«mantiene las normas que tienen sojuzgadas a las mujeres inimigrantes, e
impiden su verdadera emancipación». Inició su acercamiento al Partido Popular
por Libertad y Democracia (VVD), el partido liberal de la derecha, y durante su
exilio colaboró con dicho partido como asistente, entre noviembre de 2002 y
enero de 2003. Tras su regreso a los Países Bajos se presentó a las elecciones
con el VVD y fue elegida diputada en enero de 2003.
Desde enero de 2003 a junio de 2006 ha sido parlamentaria.
Dejó su escaño cuando la ministra de inmigración, Rita Verdonk, anunció que la
nacionalidad holandesa de Hirsi Ali no era válida, tras declarar la propia
Ayaan en diversas entrevistas que había solicitado el asilo con un nombre y
fecha de nacimiento falsos. Sin embargo, a causa de la indignación que el caso
desató incluso a nivel internacional y a las presiones de su propio gobierno,
la ministra Verdonk se vio obligada a manifestar que Hirsi Ali seguiría siendo
holandesa o, en todo caso, se le concedería la nacionalidad.
Por su parte, Hirsi Ali afirmó que se alegraba de la
rectificación de la ministra y del propio Gobierno, aunque no piensa regresar
al Parlamento. Mantendría sus planes de trasladarse a Estados Unidos, al
aceptar el ofrecimiento del American Enterprise Institute, un think tank
conservador.
Visión política
Los planteamientos políticos de Hirsi Ali han sido inspirados
principalmente por su transformación personal de fundamentalista musulmana a
atea liberal.
El odio hacia Hirsi Ali se ha generalizado, y fue a más cuando, en enero de
2003, fue muy crítica con el Islam, especialmente con el profeta Mahoma. Afirmó
que Mahoma era 'tirano' y 'perverso' y, desde entonces, esta exdiputada
holandesa vive oculta y rodeada de guardaespaldas.
Respondió Hirsi Ali: «Y si quiero decir que es retrógrado, lo
hago. Sí, el islam es retrógrado». Desde ese día, Ayaan Hirsi Ali a la que
algunos llamaban la Salman Rushdie holandesa y otros, la Voltaire negra se vio
obligada a vivir oculta.
Una persona sobre la que pesan varias amenazas de muerte y,
además, es la crítica del islam más odiada por Occidente. Todo se agravó especialmente el 2 de
noviembre de 2004, cuando el cineasta Theo Van Gogh murió a causa de varios
disparos. Mohammed Bouyeri hijo de emigrantes marroquíes, tras intentar en vano
cortarle la cabeza, le clavó en el pecho un cuchillo con una carta dirigida a
Hirsi Ali. En ella afirmaba que Holanda sería destruida... y Europa entera, y
que EE.UU. caería. Por último: «Oh, Hirsi Ali, tú también perecerás».
Hirsi Ali estrecha la mano con firmeza. Tiene 45 años. De su
belleza y su sonrisa ya se ha hablado mucho.
UN VÍDEO QUE SEMBRÓ EL ESCÁNDALO. Hirsi Ali y Van Gogh se
habían conocido un año antes, durante una cena, y rodaron juntos un corto de
diez minutos titulado Submission part 1; ella escribió el guion, él se encargó
de la dirección. La película arranca con un cuerpo femenino semidesnudo sobre
el que se proyectan los primeros versículos del Corán. El corto trata el tema
central de la actividad de Hirsi Ali: la libertad de la mujer en el islam.
Submission (Sumisión) es un cortometraje del director
holandés Theo van Gogh, realizado a partir del guión de Ayaan Hirsi.
Se trata de una serie de breves monólogos de una mujer
musulmana y devota (cubierta de los pies a la cabeza con unas ropas negras
transparentes) que, mirando a la cámara con expresión suplicante, relata su
experiencia cotidiana, sometida la sumisión y al maltrato físico de varones
musulmanes, incluido el relato de la violación por parte de su tío con la
anuencia de sus padres. Mientras trascurre el monólogo, van apareciendo cuerpos
de mujeres golpeados y tatuados con aleyas (versículos) del Corán, como
metáfora del impacto físico que la doctrina islámica supone para las mujeres.
Muchos musulmanes percibieron esta denuncia del maltrato de
las mujeres musulmanas como un insulto al Islam. Pero, incluso gente que
compartía las preocupaciones de Hirsi Ali, dudaron de la eficacia del film en
la medida que polarizaría las posiciones. Hirsi Ali, como guionista, sufrió
amenazas diversas y los embajadores de Arabia Saludí, Malasia, Sudán y Pakistán
solicitaron que se la expulsase del partido demócrata liberal al que
pertenecía. El líder de este respondió que Hirsi Ali hablaba únicamente en su
nombre y no en el del partido.
Tan solo unas semanas después de que la televisión
retransmitiese el documental, su director, Theo Van Gogh, fue asesinado en
plena calle por un islamista radical quien, en una nota clavada en el pecho del
cadáver, dejó también graves amenazas hacia Hirsi Ali, estableciendo claramente
la relación entre el documental y el crimen.
Este hecho luctuoso otorgó fama
internacional al film, que fue exhibido en algunas otras televisiones europeas.
Sin embargo, en febrero de 2005 fue suspendida la proyección de Sumisión que
estaba prevista para el festival internacional de cine de Rotterdam, que estaba
dedicado precisamente a «películas censuradas».
El productor del festival, Gijs
van de Wastekalen, declaró lo siguiente al respecto: «¿Significa esto [la
retirada del corto] que estoy cediendo ante la presión del terror? Sí. Pero yo
no soy un político o un policía antiterrorismo; soy un productor
cinematográfico.»
¿Hirsi Ali ha alimentado la dinámica del terror y la venganza
con sus actos? ¿Ha alentado la violencia, como muchos creen? ¿Ha sido apóstol
del odio? ¿O en realidad es una heroína de la moderna Ilustración por haberse
implicado en la defensa de la libertad de las mujeres, que «deben ser dueñas de
sus propios cuerpos», y por haber combatido la persecución de los homosexuales
y haberse puesto siempre del lado del marginado, del individuo frente a la
presión del grupo, de la comunidad, del clan?
OCCIDENTE SUFRIÓ UN AUTÉNTICO 'SHOCK'. Una cosa sí es segura:
el asesinato de Theo Van Gogh fue un auténtico shock. Supuso, como el 11 de
septiembre de 2001 y la guerra de Irak, el fin de algo: de la imagen de un
triunfador Occidente liberal o neoliberal, mejor que gusta a todos y al que
todos quieren incorporarse. Y fue el comienzo de algo: el de un confuso nuevo
orden mundial, necesitado de reajustar su brújula moral: qué defiendo, por qué
cosas estoy dispuesto a luchar.
«En aquella época, me llamaban 'alarmista'», nos dice Ayaan
Hirsi Ali. «Hoy está pasando justo aquello de lo que hablaba entonces». Se
refiere al Estado Islámico. Y a Charlie Hebdo. Y a Boko Haram. Y al miedo
occidental al islam, que socava sus valores. En este tiempo han pasado muchas
cosas en la vida de Ayaan Hirsi Ali. Se ha casado con Niall Ferguson, un
historiador británico casi tan famoso como ella, y ha sido madre; su hijo,
Thomas, va a cumplir cuatro años. Hay muchas fotografías cargadas de glamour de
esta influyente pareja, adalides del mundo neocon, los neoconservadores que
creen que Occidente debe gobernar el mundo; «es la misión del hombre blanco»,
como ella dice.
«Occidente está minado por sus inseguridades y su falta de
confianza, y lo acabaremos lamentando. Teníamos una gran influencia en el
mundo. Hemos exportado nuestras ideas, libertad, igualdad, derechos humanos...
¿Por qué ya no lo hacemos? Era en beneficio de la humanidad. Hoy, por el
contrario, rige un relativismo ridículo. Actualmente es casi una blasfemia
hablar de los valores occidentales». En este «campo de batalla de las ideas»,
Occidente debería imponerse frente al islam político: no mediante la
confrontación militar, afirma, aunque hoy sigue defendiendo la guerra de Irak.
HIJA DE UN SOMALÍ CRÍTICO CON EL PODER. Se aprecia cierta
dureza en ella cuando hace estas afirmaciones. Es una dureza que también tiene
que ver con su propia biografía. Su padre era un hombre carismático que, allá
por los años sesenta, escribía malévolas sátiras políticas en Somalia; un
hombre que había estudiado en Italia y EE.UU. y que pasó mucho tiempo entre
rejas durante los setenta hasta que consiguió huir, primero hacia Arabia Saudí,
luego a Etiopía y finalmente a Kenia, países donde creció Ayaan Hirsi Ali;
también es el hombre que, años después, le retiraría la palabra a su hija por
haber ofendido al islam.
Hirsi Ali huyó de una religión a la que durante un tiempo
consideró la única verdad. Ella misma se definió en una entrevista como un
«señor de la guerra» que libra una guerra contra «los musulmanes». El
periodista holandés Geert Mak, que siempre había apoyado a Hirsi Ali, la
advirtió públicamente en un artículo de prensa de los peligros del odio
religioso y étnico que estaba alimentando con sus palabras. Precisamente era
esa argumentación ingenua de los intelectuales occidentales lo que ella
criticaba y contra lo que escribía. Sus principales rivales, dice, son esos
«relativistas culturales» que ella enmarca en el «multiculturalismo», al que a
su vez considera una ideología que tolera la opresión de la mujer y, como
consecuencia, la fomenta.
No obstante, en su último libro se muestra bastante positiva
para sus estándares habituales. La Primavera Árabe para ella es una señal de
que el islam puede cambiar por sí mismo, desde dentro, y que incluso ya se
encontraría en pleno proceso de secularización; en su día, Europa también tuvo
que pasar por este mismo proceso para que la sociedad pudiera avanzar hacia la
libertad y la prosperidad.
«Me equivoqué», dice sin grandes aspavientos. «Lo que pensaba
en 2010 acerca de que el islam nunca podría cambiar no era cierto. Soy atea, y
sigo creyendo que Alá es un dios absolutista, despiadado. Pero cada vez más
musulmanes se están dando cuenta de que el islam como filosofía política lleva
al establecimiento de un sistema totalitario». Su confianza en que la reforma
islámica puede funcionar descansa sobre tres factores, que también fueron de
gran importancia para la Reforma luterana: una revolución mediática, que en
aquellos tiempos fue la invención de la imprenta y que hoy es Internet; una
clase media urbana, instruida y próspera que, por sus propios intereses, aspira
a conseguir una sociedad más libre; y dirigentes, como por ejemplo el
presidente egipcio, Al-Sisi, que el día de Año Nuevo de 2015 reclamó precisamente
una «revolución religiosa» en una universidad ultraconservadora.
HACIA UNA REFORMA SIMILAR A LA LUTERANA. Hirsi Ali sabe que
toda reforma será larga y sangrienta. «Pero este proceso de reforma ya ha
empezado», asegura. Se trata de cuestionar la exclusividad del Corán como
fuente de virtud y verdad. De ver el Corán no como la palabra de Dios, sino
como una obra escrita por humanos. Es un cambio muy profundo. Algo inaceptable
para los musulmanes de Medina».'
Musulmanes de Medina' es el nombre que Hirsi Ali da a los
radicales. Los llama así porque fue en Medina donde Mahoma, a su vuelta de la
Meca, desarrolló el islam guerrero. A los musulmanes no fanáticos los llama
'musulmanes de la Meca'. Y luego hay un tercer grupo: los reformistas, los
herejes, que deben atraer a su bando a esa mayoría mansa. «Lo que estamos
viviendo es una lucha por el corazón y el cerebro de los musulmanes».
Serán las mujeres las que tengan que impulsar esta reforma,
dice Hirsi Ali; con los hombres musulmanes ya ha tirado la toalla. Pero esto no
la convierte en una feminista en el sentido clásico, lo que a su vez lleva a
que haya tanto feministas que la odian como otras que la admiran. En los
últimos años esta mujer ha sobrevivido a muchas batallas, batallas en las que
también ha estado en juego su vida privada. Por ejemplo, la cuestión de si
consiguió la ciudadanía holandesa de forma fraudulenta, al haber usado un
nombre falso y asegurado que había llegado a los Países Bajos huyendo de un
matrimonio forzoso. Esta polémica se saldó con la ruptura de la coalición de
gobierno.
¿UNA OPORTUNISTA O UNA MUJER VALEROSA? Ha recorrido un largo
trecho: nómada, infiel, hereje, de refugiada somalí a parlamentaria holandesa y
profesora en Harvard. Solo ha confiado, parece, en sí misma. Algunos dicen que
ha sido una oportunista; otros la admiran precisamente por su confianza en sí
misma, por su valor. Ayaan Hirsi Ali es una mujer con muchos enemigos, con
muchos amigos poderosos y muchas veces también con los amigos equivocados: por
ejemplo, el corto Submission fue subido a YouTube por el usuario
LibertyOfSpeech ('Libertad de Expresión') y fue visto por más de 200.000
personas, pero también lo colgó un usuario ultraderechista con el alias
aryanpower14 ('Poder Ario') y registró más de 400.000 reproducciones.
No es la única autora que sostiene que el islam se está
transformando, también lo han afirmado otros pensadores, como el historiador
francés Emmanuel Todd, quien ve en el terrorismo islamista una especie de
maniobra de los radicales para cubrir su retirada ante las inevitables
consecuencias que la modernidad está teniendo sobre las sociedades de impronta
musulmana. Ayaan Hirsi Ali, o al menos esa es la sensación que da, ya tuvo su
momento, ya fue el centro de atención... hace más de diez años. Es hora de
irse. Sus guardaespaldas la acompañan fuera. «Lo siento», vuelve a decir
mientras tiende la mano, «lamento haber llegado tarde».
La reforma del Islam,
según Ayaan
Esta feminista y escritora asegura que la Primavera Árabe es
una señal de que el islam está sufriendo un proceso de secularización que, como
toda reforma, será largo y sangriento. Esta es la tesis que defiende en su
último libro, Heretic: why islam needs a reformation now, del que recogemos
algunos extractos.
-Error de cálculo: «En los últimos 20 años, por miedo a ser
acusados de insensibilidad cultural o incluso de racismo, los países
occidentales se han esforzado por complacer las demandas de sus ciudadanos
musulmanes. En lugar de apoyar a los disidentes islámicos, los han tratado como
alteradores de la paz. Me atrevo a confiar en que la masacre de la revista
Charlie Hebdo sea un punto de inflexión».
-El atentado: «Tras el atentado se sucedieron los habituales
y cobardes editoriales y opiniones de idiotas morales, que argumentaban que la
revista había mostrado poco 'sentido común' al ofender a los musulmanes. Y que
el atentado no tenía nada que ver con el islam. En estos tiempos, afirmaciones
como que los extremistas no tienen nada que ver con 'la religión de la paz'
pierden credibilidad».
-El cristianismo: «En todos los textos sagrados, tanto en la
Biblia como en el Corán, se encuentran pasajes en los que se justifica la
intolerancia. Pero en el cristianismo se produjo un cambio. Entonces, los que
querían mantener el statu quo argumentaban lo mismo que hoy los musulmanes: que
se les ofende. En realidad, el cristianismo y el judaísmo se modernizaron
gracias a los ataques repetidos a la religión».
-Modernizarse: «Ahora ha llegado el momento de que los
musulmanes también se modernicen. Sé que cualquier persona que se muestre
partidaria de la reforma del islam está corriendo un riesgo grave. Por lo
tanto, me gustaría dejar claro lo siguiente: no quiero una guerra, todo lo
contrario. Lo que planteo es una reforma pacífica, una campaña cultural que
lleve a un cambio en la doctrina religiosa».
-Normas básicas: «Los clérigos musulmanes deben reconocer que
el Corán no es la fuente de la verdad revelada, sino solo un libro. Tienen que
dejar claro que nuestros actos en esta vida son más importantes que lo que
pueda sucedernos tras la muerte y que la sharía está supeditada a la
legislación de los Estados. Y tienen que distanciarse totalmente de las
llamadas a la lucha.
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