(en griego moderno, Επίκουρος, Epikouros, «aliado» o
«camarada») (Samos, aproximadamente 341 a. C. - Atenas, 270 a. C.), también
conocido como Epicuro de Samos, fue un filósofo griego, fundador de la escuela
que lleva su nombre (epicureísmo).
Los aspectos más destacados de su doctrina
son el hedonismo racional y el atomismo.
Defendió una doctrina basada en la búsqueda del placer, la
cual debería ser dirigida por la prudencia.
(Isla de Samos, actual Grecia, h. 342 a.C.-Atenas, h. 270
a.C.) Filósofo griego. Perteneció a una familia de la nobleza ateniense,
procedente del demo ático de Gargetos e instalada en Samos, en la que muy
probablemente nació el propio Epicuro y donde, con toda seguridad, pasó también
sus años de infancia y adolescencia. a pesar de lo cual fue un ciudadano
ateniense, pues su padre, Neocles, había sido uno de los colonos que, partiendo
de Atenas, había marchado a Samos dotado con un lote de tierras.
El padre de Epicuro fue maestro, por lo que es probable que
éste comenzase a interesarse pronto por las cuestiones intelectuales. Al
parecer a los 14 años ya había comenzado a estudiar filosofía y se había hecho
discípulo del filósofo platónico Pánfilo. Es posible que a partir de este
encuentro Epicuro adopte su postura anti-idealista contra la concepción
platónica y sus postulados básicos (la existencia de dos mundos, sensible e
inteligible, la existencia de un alma inmortal, etc.).
Cuando los colonos atenienses fueron expulsados de Samos, la
familia se refugió en Colofón, y Epicuro, a los catorce años de edad, se
trasladó a Teos, al norte de Samos, para recibir las enseñanzas de Nausifanes,
discípulo de Demócrito.
A los dieciocho años se trasladó a Atenas, donde vivió un
año; viajó luego a Colofón, Mitilene de Lesbos y Lámpsaco, y entabló amistad
con algunos de los que, como Hemarco de Mitilene, Metrodoro de Lámpsaco y su
hermano Timócrates, formaron luego el círculo más íntimo de los miembros de su escuela.
Cuatro años más tarde le encontramos en Atenas realizando el
servicio militar. Podemos suponer que durante esa primera visita a la capital
de la filosofía Epicuro se impregnó del ambiente cultural, pero no tenemos
información al respecto de su primer viaje a Atenas.
Cuando quiso volver a su hogar su familia había tenido que
trasladarse desde Samos a Colofón, pues los propietarios originales de las
tierras que habían sido cedidas a colonos como Neocles habían vuelto, gracias a
una amnistía política. En Colofón tuvo Epicuro como maestro a Nausífanes, un
filósofo atomista que probablemente ejerció una gran influencia en Epicuro, a
pesar de que éste criticó duramente a su maestro y nunca quiso reconocerse como
su discípulo, llegando a afirmar que había sido un "autodidacta".
Tras los diez años de estancia en Colofón, Epicuro se instala en Mitilene, y
posteriormente en Lampsaco, donde abre su primera escuela filosófica.
Sin embargo, será en el año 306 cuando Epicuro vuelva a
Atenas y se instale definitivamente. Allí comprará una casa y un pequeño
terreno para su escuela, que ha sido tradicionalmente denominada "El
jardín", aunque probablemente se tratase de un simple huerto, retirado del
bullicio de la ciudad, donde tanto Epicuro como sus más allegados discípulos y
amigos podían dedicarse a la reflexión y a la conversación sin ser molestados.
Esta escuela ofrecía un modelo alternativo a la Academia que
había fundado Platón y al Liceo de Aristóteles, en las cuales el tipo de
educación era de un alto nivel científico pero no conllevaba necesariamente una
actitud moral ante la vida, rasgo predominante de la filosofía epicúrea, así
como de prácticamente todas las escuelas helenísticas (estoicos, cínicos,
etc.).
El jardín se apartaba también de otras escuelas al admitir a
mujeres y a esclavos entre los alumnos, algo poco corriente en la época, que dio
lugar a críticas y comentarios despectivos que daban por supuesto que la
escuela de Epicuro, malinterpretando además sus ideas sobre el placer y su
hedonismo, era un lugar para el desenfreno en banquetes y lujos cuando lo
cierto es que la vida de Epicuro fue sencilla, humilde y tranquila, siendo su
ejemplo para sus discípulos su mayor creación.
Ésta, que recibió el nombre de escuela del Jardín, la fundó
Epicuro en Atenas, en la que se estableció en el 306 a.C. y donde transcurrió
el resto de su vida. El Jardín se hizo famoso por el cultivo de la amistad y
por estar abierto a la participación de las mujeres, en contraste con lo
habitual en la Academia platónica y en el Liceo aristotélico.
De hecho, Epicuro se opuso a platónicos y peripatéticos, y
sus enseñanzas quedaron recogidas en un conjunto de obras muy numerosas, según
el testimonio de Diógenes Laercio, pero de las que ha llegado hasta nosotros
una parte muy pequeña, compuesta esencialmente por fragmentos. Con todo, el
pensamiento de Epicuro quedó inmortalizado en el poema latino La naturaleza de
las cosas, de Tito Lucrecio Caro.
La doctrina epicúrea preconiza que el objetivo de la
sabiduría es suprimir los obstáculos que se oponen a la felicidad. Ello no
significa, sin embargo, la búsqueda del goce desenfrenado, sino, por el
contrario, la de una vida mesurada en la que el espíritu pueda disfrutar de la
amistad y del cultivo del saber. La felicidad epicúrea ha de entenderse como el
placer reposado y sereno, basado en la satisfacción ordenada de las necesidades
elementales, reducidas a lo indispensable.
El primer paso que se debe dar en este sentido consiste en
eliminar aquello que produce la infelicidad humana: el temor a la muerte y a
los dioses, así como el dolor físico. Es célebre su argumento contra el miedo a
la muerte, según el cual, mientras existimos, ella todavía no existe, y cuando
ella existe, nosotros ya no, por lo que carece de sentido angustiarse; en un
sentido parecido, Epicuro llega a aceptar la existencia posible de los dioses,
pero deduce de su naturaleza el inevitable desinterés frente a los asuntos
humanos; la conclusión es la misma: el hombre no debe sufrir por cuestiones que
existen sólo en su mente.
La ética epicúrea se completa con dos disciplinas: la
canónica (o doctrina del conocimiento) y la física (o doctrina de la
naturaleza). La primera es una teoría de tipo sensualista, que considera la
percepción sensible como la fuente principal del conocimiento, lo cual permite
eliminar los elementos sobrenaturales de la explicación de los fenómenos; la
causa de las percepciones son las finísimas partículas que despiden
continuamente los cuerpos materiales y que afectan a los órganos de los
sentidos.
Por lo que se refiere a la física, se basa en una
reelaboración del atomismo de Demócrito, del cual difiere principalmente por la
presencia de un elemento original, cuyo propósito es el de mitigar el ciego
determinismo de la antigua doctrina: se trata de la introducción de una cierta
idea de libertad o de azar, a través de lo que Lucrecio denominó el clinamen,
es decir, la posibilidad de que los átomos experimenten espontáneamente
ocasionales desviaciones en su trayectoria y colisionen entre sí. En este
sentido, el universo concebido por Epicuro incluye en sí mismo una cierta
contingencia, aunque la naturaleza ha sido siempre como es y será siempre la
misma.
Éste es, para la doctrina epicúrea (y en general para el
espíritu griego), un principio evidente del cosmos que no procede de la
sensación, y la contemplación de este universo que permanece inmutable a través
del cambio es uno de los pilares fundamentales en los que se cimienta la
serenidad a la que el sabio aspira.
(en griego moderno, Επίκουρος, Epikouros, «aliado» o
«camarada») (Samos, aproximadamente 341 a. C. - Atenas, 270 a. C.), también
conocido como Epicuro de Samos, fue un filósofo griego, fundador de la escuela
que lleva su nombre (epicureísmo).
Los aspectos más destacados de su doctrina
son el hedonismo racional y el atomismo.
Defendió una doctrina basada en la búsqueda del placer, la
cual debería ser dirigida por la prudencia.
(Isla de Samos, actual Grecia, h. 342 a.C.-Atenas, h. 270
a.C.) Filósofo griego. Perteneció a una familia de la nobleza ateniense,
procedente del demo ático de Gargetos e instalada en Samos, en la que muy
probablemente nació el propio Epicuro y donde, con toda seguridad, pasó también
sus años de infancia y adolescencia. a pesar de lo cual fue un ciudadano
ateniense, pues su padre, Neocles, había sido uno de los colonos que, partiendo
de Atenas, había marchado a Samos dotado con un lote de tierras.
El padre de Epicuro fue maestro, por lo que es probable que
éste comenzase a interesarse pronto por las cuestiones intelectuales. Al
parecer a los 14 años ya había comenzado a estudiar filosofía y se había hecho
discípulo del filósofo platónico Pánfilo. Es posible que a partir de este
encuentro Epicuro adopte su postura anti-idealista contra la concepción
platónica y sus postulados básicos (la existencia de dos mundos, sensible e
inteligible, la existencia de un alma inmortal, etc.).
Cuando los colonos atenienses fueron expulsados de Samos, la
familia se refugió en Colofón, y Epicuro, a los catorce años de edad, se
trasladó a Teos, al norte de Samos, para recibir las enseñanzas de Nausifanes,
discípulo de Demócrito.
A los dieciocho años se trasladó a Atenas, donde vivió un
año; viajó luego a Colofón, Mitilene de Lesbos y Lámpsaco, y entabló amistad
con algunos de los que, como Hemarco de Mitilene, Metrodoro de Lámpsaco y su
hermano Timócrates, formaron luego el círculo más íntimo de los miembros de su escuela.
Cuatro años más tarde le encontramos en Atenas realizando el
servicio militar. Podemos suponer que durante esa primera visita a la capital
de la filosofía Epicuro se impregnó del ambiente cultural, pero no tenemos
información al respecto de su primer viaje a Atenas.
Cuando quiso volver a su hogar su familia había tenido que
trasladarse desde Samos a Colofón, pues los propietarios originales de las
tierras que habían sido cedidas a colonos como Neocles habían vuelto, gracias a
una amnistía política. En Colofón tuvo Epicuro como maestro a Nausífanes, un
filósofo atomista que probablemente ejerció una gran influencia en Epicuro, a
pesar de que éste criticó duramente a su maestro y nunca quiso reconocerse como
su discípulo, llegando a afirmar que había sido un "autodidacta".
Tras los diez años de estancia en Colofón, Epicuro se instala en Mitilene, y
posteriormente en Lampsaco, donde abre su primera escuela filosófica.
Sin embargo, será en el año 306 cuando Epicuro vuelva a
Atenas y se instale definitivamente. Allí comprará una casa y un pequeño
terreno para su escuela, que ha sido tradicionalmente denominada "El
jardín", aunque probablemente se tratase de un simple huerto, retirado del
bullicio de la ciudad, donde tanto Epicuro como sus más allegados discípulos y
amigos podían dedicarse a la reflexión y a la conversación sin ser molestados.
Esta escuela ofrecía un modelo alternativo a la Academia que
había fundado Platón y al Liceo de Aristóteles, en las cuales el tipo de
educación era de un alto nivel científico pero no conllevaba necesariamente una
actitud moral ante la vida, rasgo predominante de la filosofía epicúrea, así
como de prácticamente todas las escuelas helenísticas (estoicos, cínicos,
etc.).
El jardín se apartaba también de otras escuelas al admitir a
mujeres y a esclavos entre los alumnos, algo poco corriente en la época, que dio
lugar a críticas y comentarios despectivos que daban por supuesto que la
escuela de Epicuro, malinterpretando además sus ideas sobre el placer y su
hedonismo, era un lugar para el desenfreno en banquetes y lujos cuando lo
cierto es que la vida de Epicuro fue sencilla, humilde y tranquila, siendo su
ejemplo para sus discípulos su mayor creación.
Ésta, que recibió el nombre de escuela del Jardín, la fundó
Epicuro en Atenas, en la que se estableció en el 306 a.C. y donde transcurrió
el resto de su vida. El Jardín se hizo famoso por el cultivo de la amistad y
por estar abierto a la participación de las mujeres, en contraste con lo
habitual en la Academia platónica y en el Liceo aristotélico.
De hecho, Epicuro se opuso a platónicos y peripatéticos, y
sus enseñanzas quedaron recogidas en un conjunto de obras muy numerosas, según
el testimonio de Diógenes Laercio, pero de las que ha llegado hasta nosotros
una parte muy pequeña, compuesta esencialmente por fragmentos. Con todo, el
pensamiento de Epicuro quedó inmortalizado en el poema latino La naturaleza de
las cosas, de Tito Lucrecio Caro.
La doctrina epicúrea preconiza que el objetivo de la
sabiduría es suprimir los obstáculos que se oponen a la felicidad. Ello no
significa, sin embargo, la búsqueda del goce desenfrenado, sino, por el
contrario, la de una vida mesurada en la que el espíritu pueda disfrutar de la
amistad y del cultivo del saber. La felicidad epicúrea ha de entenderse como el
placer reposado y sereno, basado en la satisfacción ordenada de las necesidades
elementales, reducidas a lo indispensable.
El primer paso que se debe dar en este sentido consiste en
eliminar aquello que produce la infelicidad humana: el temor a la muerte y a
los dioses, así como el dolor físico. Es célebre su argumento contra el miedo a
la muerte, según el cual, mientras existimos, ella todavía no existe, y cuando
ella existe, nosotros ya no, por lo que carece de sentido angustiarse; en un
sentido parecido, Epicuro llega a aceptar la existencia posible de los dioses,
pero deduce de su naturaleza el inevitable desinterés frente a los asuntos
humanos; la conclusión es la misma: el hombre no debe sufrir por cuestiones que
existen sólo en su mente.
La ética epicúrea se completa con dos disciplinas: la
canónica (o doctrina del conocimiento) y la física (o doctrina de la
naturaleza). La primera es una teoría de tipo sensualista, que considera la
percepción sensible como la fuente principal del conocimiento, lo cual permite
eliminar los elementos sobrenaturales de la explicación de los fenómenos; la
causa de las percepciones son las finísimas partículas que despiden
continuamente los cuerpos materiales y que afectan a los órganos de los
sentidos.
Por lo que se refiere a la física, se basa en una
reelaboración del atomismo de Demócrito, del cual difiere principalmente por la
presencia de un elemento original, cuyo propósito es el de mitigar el ciego
determinismo de la antigua doctrina: se trata de la introducción de una cierta
idea de libertad o de azar, a través de lo que Lucrecio denominó el clinamen,
es decir, la posibilidad de que los átomos experimenten espontáneamente
ocasionales desviaciones en su trayectoria y colisionen entre sí. En este
sentido, el universo concebido por Epicuro incluye en sí mismo una cierta
contingencia, aunque la naturaleza ha sido siempre como es y será siempre la
misma.
Éste es, para la doctrina epicúrea (y en general para el
espíritu griego), un principio evidente del cosmos que no procede de la
sensación, y la contemplación de este universo que permanece inmutable a través
del cambio es uno de los pilares fundamentales en los que se cimienta la
serenidad a la que el sabio aspira.
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