por Nelson Rojas Ruiz
¿Cómo hacer que la prosperidad llegue a la mayor cantidad
posible de chilenos?
El 5 de mayo de 1977, fallece en la ciudad de Bonn,
Alemania, el ilustre político y economista Ludwig Erhard, autor directo del
milagro económico alemán. Han pasado 34 años, y con toda probabilidad esta
fecha pasará desapercibida en gran parte de mundo y nuestro país puesto que
este distinguido estudioso es un ilustre desconocido para la élite y con mayor
razón, para la gran masa.
El milagro económico alemán hace referencia a la
sorprendente y rápida recuperación de la economía de Alemania Occidental
después de la debacle causada por la Segunda Guerra Mundial. Devastada por la
guerra, ocupada militarmente, sus fábricas destruidas y millones de refugiados,
la tarea de reconstruir y estabilizar Alemania no era tarea fácil para los
gobiernos de la época.
Junto con el esfuerzo del pueblo alemán y las políticas
lideradas por Erhard como la estabilización de la moneda, incentivos adecuados
a la libre competencia, abolición de controles estatales y orientación hacia un
estado subsidiario, se logró revertir de manera significativa la situación
económica lo que permitió en pocos años que volvieran a liderar la economía
europea. A partir de ese momento, su ejemplo trataría de ser imitado en muchos
otros países durante las siguientes décadas.
Ludwig Erhard recargado: bienestar para todos
En su libro “Bienestar para todos”, Erhard planteaba que
“debemos evitar que cobren de nuevo vida las tradicionales ideas de la
izquierda respecto a la distribución del ingreso y que plantean que de la
pobreza se sale aumentando los impuestos y redistribuyendo el ingreso…Se debe
realizar una constitución económica capaz de llevar a la prosperidad a capas de
nuestro pueblo cada vez más numerosas y amplias…El poder general de adquisición
debe estar vastamente repartido entre todas las capas…”.
Y la única manera de alcanzar la prosperidad es por medio
de la competencia que puede hacer que el progreso económico llegue a todas las
personas en sus roles de consumidor y como factor de producción. Por medio de
la competencia, será posible elevar la productividad y socializar los
beneficios de la mayor producción, manteniendo despierto el afán de rendimiento
personal.
La mayor competencia en todas las áreas provocará aumentos
de la productividad, salarios crecientes e incremento del consumo. Un ciclo
virtuoso.
Por lo tanto, la clave para este éxito es defender la
libre competencia en todos los mercados. Algunos empresarios argumentan que las
tendencias evolutivas de la economía (por ejemplo, la búsqueda de las economías
de escala) los autorizan a buscar alianzas entre empresas en la forma de
carteles y monopolios, pero esto debe impedirse a toda costa porque incrementa
la concentración y se reduce la competencia.
Mientras tanto, la izquierda dogmática nos quiere hacer
creer que dicho incremento transversal del ingreso se puede lograr
incrementando los impuestos a los empresarios y empresas con mayor nivel de
utilidad…¿Con que fin?. Para mantener el status quo del capitalismo estatal, el
neo-socialismo.
¿A qué viene todo esto?
Mientras Erhard condujo una Alemania destruida de vuelta
al podio económico en muy pocos años, nosotros en Chile llevamos 200 años de
independencia y aún no podemos dar el salto definitivo hacia el desarrollo
expresado en aumentos de prosperidad y poder de compra de las grandes mayorías
en nuestra sociedad. En palabras de un querido amigo: “todavía, nosotros, no
hemos pelado ni media papa”.
Aún mantenemos la tendencia de que siempre pareciera que
progresan algunos pocos, pero la gran masa continúa sumida en empleos de baja
calidad, con bajos salarios, que solo les permite vivir en el corto plazo y por
esa razón, no tener capacidad de ahorro. Por lo anterior, resulta útil examinar
nuestra experiencia mirando el legado de Erhard.
Exceptuando a los demagogos de cualquier color político, a
nadie pareciera importarle la situación de la gran masa y parece que a ella
tampoco pues continúan votando por los mismos políticos de siempre que les
ofrecen las mismas recetas trilladas. Ya no resulta una novedad las promesas
constantes por parte de políticos de todos los colores con el fin de ofrecernos
sus propios milagros económicos, pero lastimosamente, solo en el papel mientras
muy pocos se enriquecen.
Algunos de estos demagogos estiman que el año 2030 seremos
un país desarrollado; otros demagogos, el 2018, y así suma y sigue. Mientras
tanto, la economía real se dirige hacia su curso natural: un débil crecimiento
rogando que los ciclos económicos internacionales nos sean benignos.
Pecando de pesimismo, podemos decir que difícilmente Chile
alcanzará el estándar de desarrollado en las próximas décadas, especialmente,
por la carencia del capital humano en la cantidad y calidad que se requiere,
pero también por el nivel de concentración de nuestra economía que limita la
libre competencia.
No es una señal de desarrollo tener multimillonarios como
los Angelini, Luksic o los Paulmann, si no al contrario, ¿por qué son tan
pocos?, ¿por qué no tenemos una base amplia de millonarios en múltiples áreas?.
Todos debemos reconocer que es preferible tener 10.000 millonarios a tener un
multimillonario, pero ¿por qué no lo logramos?.
Algunos de nuestros exitosos millonarios han alcanzado su
riqueza en base a ingenio, esfuerzo y constancia, pero, especialmente, porque
han participado activamente en la minería, pesca y el comercio, aprovechando
para sí los cambios de los ciclos de las materias primas y los vaivenes
políticos. Y en estas áreas han construido posiciones financieras tan sólidas
que les han permitido crecer a otros mercados e industrias como la banca, el
retail e ingresado a otros países.
Un síntoma de nuestro problema es que tenemos muy pocos
millonarios, y una de las hipótesis de ello es la ausencia de competencia en
muchos mercados, y la concentrada demanda interna…
¿Por qué nuestra matriz social, económica y productiva nos
lleva al Modelo Económico de Bajo Costo?
En Chile tenemos muy pocos millonarios. Y la hipótesis es
la siguiente: no tenemos mercados con altos niveles de competencia, es decir,
tenemos mercados muy oligopólicos y concentrados, lo que genera una
concentración de la riqueza y por lo tanto, una concentrada demanda interna.
Las
características de nuestra economía
Las noticias parecen ser auspiciosas para la economía
chilena puesto que el precio de la celulosa, el aumento del consumo y la
reconstrucción debida al terremoto impulsarán los resultados de las empresas en
el primer trimestre de este año. En otras palabras, y según las proyecciones de
los expertos, las más importantes sociedades anónimas nacionales registrarán
sólidos resultados en el primer trimestre, aunque levemente más acotados que
los de 2010.
Estamos en presencia del renacer de nuestra economía y que
se expresa en un boom de la celulosa con exportaciones que llegan a más de 15%
respecto del año anterior; las compras del retail ascendieron a 28% en
enero-marzo frente a igual lapso de 2010, con US$ 3.602 millones; el Cobre se
mantiene en valores históricos y ya se habla de superávit para este año en las
arcas fiscales; el tráfico de pasajeros ha crecido a un 35,5% en el primer
trimestre y a nivel doméstico la cifra subió a 43,9%; suben las ventas de
bebidas y las ventas del sector crecieron un 4,7% respecto del mismo período de
2010; se disparan las colocaciones de autos elevándose en un 47,6% la venta de
vehículos livianos el primer trimestre de 2011, respecto de igual período del
año anterior.
Lo anterior es positivo pero no podemos engañarnos
permanentemente. Nuestro comportamiento económico no resiste un análisis serio
puesto que estamos viendo un efecto crecimiento de la demanda propio de
sectores ya maduros, y muy poco innovadores. Exportamos commodities (celulosa,
salmones, cobre, frutas, etc.) sujetos al ciclo económico internacional y con
variables fuera de nuestro control, transándolos internacionalmente al precio
corriente en esos mercados. A su vez, importamos vehículos y tecnología en
permanente desarrollo y de alto costo. Finalmente, el sector servicios de
nuestra economía se mueve en función del crecimiento de la demanda interna.
Nada nuevo bajo el sol, y por eso siempre continuaremos
expuestos al ciclo económico internacional y nos congratularemos cuando una
crisis solo nos deje arrodillados.
Nuestra matriz económica y productiva
Seguimos siendo especialistas en la producción de
commodities y productos de muy bajo valor agregado y que tienen la desagradable
característica de depender del ciclo de los mercados. Chile no es líder en
ningún sector económico, ni siquiera en cobre. Y cuando ha querido serlo, lo ha
intentado en sectores de bajo valor agregado en los cuáles existe una alta
competencia internacional que se defiende fieramente ante cualquier intruso con
algunas ventajas.
E internamente, las empresas más importantes provienen del
comercio y de las ventas masivas de productos. Hablamos de la banca, del retail
y sus proveedores. En otra oportunidad, daremos una mirada al singular
comportamiento de la banca que genera importantes utilidades mientras todos
están en crisis y casi arrodillados, ¿habrán encontrado la piedra filosofal?.
Pero, claro, eso cuesta creerlo y la respuesta es más que evidente. Pero, no
nos adelantemos.
Antes, conviene mirar hacia atrás y observar el desarrollo
económico de Chile en el pasado para encontrar algunas razones básicas del
porqué de nuestra actual matriz económica y productiva. Durante el siglo XVII,
Chile fue una simple gobernación del imperio español que tuvo que lidiar con el
sistema de monopolio comercial que limitaba el intercambio con otros países y
regiones. Así, Chile solo mantenía
contactos comerciales con los virreinatos del Perú, del Río de la Plata y por
cierto, con la metrópolis. La economía colonial chilena se basaba en la
minería, agricultura, ganadería y el comercio.
Minería. Los españoles llegaron al territorio con la
esperanza de enriquecerse a manos llenas. Y muy pronto comprendieron que aquí
no estaba El Dorado puesto que el oro era poco abundante y los medios de
extracción demasiado imperfectos para hacer rendir las minas a lo que había que
agregar, la falta de operarios competentes. Además, los yacimientos de plata
también tenían bajos rendimientos.
Así, el cobre fue el único metal que, por su abundancia y
fácil explotación, se aprovechó en escala más considerable. Desde Aconcagua
hasta Copiapó se le hallaba en casi todos los cerros, y como en el Perú y en España se empleaba en la fabricación de
cañones, campanas y otros artefactos, su extracción para exportarlo a esos
países constituyó un buen negocio.
Agricultura y Ganadería. Se creía que la minería era la
clave para enriquecerse, pero la pobreza del territorio llevó a que la mayoría
de los habitantes se dedicaran a la agricultura y la ganadería tanto para
obtener alimentos para la población como exportar los excedentes a Europa y
otras zonas.
Los españoles explotaban grandes extensiones de ricas
tierras, las haciendas, que muchas veces eran donaciones del monarca. Al
comienzo de la Colonia los grandes propietarios hacían trabajar sus tierras a
grupos de indígenas recibidos en encomienda, a quienes supuestamente debían
proteger y educar cristianamente, a cambio de tributos y trabajo gratuito.
Cuando a mediados del siglo XVI se suprimió la encomienda
y se prohibió la esclavitud de los indios, los propietarios obtenían trabajadores
por salarios muy bajos surgiendo el inquilinaje.
Se cultivaban con especial esmero la vid, el trigo, el
maíz, la papa, el cáñamo, árboles frutales, arveja, lenteja, garbanzo,
hortalizas. Y los territorios fértiles estaban desde La Serena, Aconcagua, los
valles centrales, el sur.
La actividad ganadera se centró en las Estancias, donde
los animales pastaban en completa libertad. Una vez al año eran conducidos a
corrales, faena conocida como rodeo, a fin de marcarlos y determinar cuáles
serían sacrificados. De ellos se aprovechaban los cueros, sebo y grasa. La
carne que no era convertida en charqui se quemaba. De las ovejas aprovechaban
la lana y el cuero; de las cabras, el cordobán. Todos aquellos derivados no
perecibles de la ganadería eran comerciados localmente y exportados hacia el
Perú.
Comercio. Las actividades comerciales importantes, en
especial las que se realizaban con el exterior, estaban controladas por
comerciantes españoles y eran vigiladas por los funcionarios de la monarquía
para el respectivo cobro de los impuestos coloniales. Además, los negocios con
el exterior tenían que hacerse con la intervención de España reservándose el
imperio español la prerrogativa de vender ciertos artículos de su conveniencia.
Chile exportaba al virreinato del Perú, trigo, cobre,
frutas secas, vinos, grasas, charqui, harina y sebo e importaba, armas, objetos
de vestido, arroz y azúcar principalmente a muy alto precio. Por ejemplo,
algunos plantean que esos eran los tiempos en que un vestido de seda o una capa
española se trasmitían de generación en generación, de padres hasta biznietos,
como una casa o hacienda.
Este desarrollo mercantil era propiciado por una mejora en
los medios de transporte como las carretas tiradas por bueyes, y la
construcción de nuevos caminos. Pese a las trabas y restricciones, el comercio
permitió el surgimiento de pequeñas industrias coloniales como las herrerías y
las hilanderías. Por ejemplo, las alfombras y mantas de Chillán y Concepción;
los fabricantes de muebles; la alfarería de greda tomó gran importancia; la
curtiduría, la molinería, etc..
Nuestra estructura social
Es decir, muestra matriz económica productiva de la época
de la colonia es exactamente la misma de esta primera década del siglo XXI. Han
pasado más de 400 años y en este ámbito, nada es nuevo bajo el sol. Y esta
matriz se sustenta en una cierta estructura social que, permanece incólume,
desde los tiempos de la colonia.
Estructura social colonial.
· Clase Alta:
Españoles. Eran el grupo minoritario de la sociedad colonial, pero dominante de
la aristocracia. Ocupaban los más importantes cargos públicos y del ejército.
· Clase
Media-Alta: Criollos aristócratas. Eran los descendientes de los españoles, y
también formaban parte de la aristocracia, y su origen era castellano y vasco.
Eran los dueños de las tierras y dominaban la mayoría de las actividades
productivas. Algunos integrantes de este grupo con fuerte poder
socio-económico, pero no político, lograban ocupar cargos públicos, pero de
mediana o poca importancia.
· Clase Media:
Criollos pobres. Debajo de la aristocracia se encontraba una clase social de
origen español, de origen andaluz y extremeño.
· Clase Baja:
Pueblo llano. Son el grueso de la población colonial y corresponden a mestizos
que trabajaban como artesanos, militares de bajo rango, pequeños comerciantes y
mano de obra a través del inquilinaje; eran libres pero no participaban en
actividades políticas ni administrativas. Además, en este grupo se encontraban
los indígenas, indios o naturales que eran considerados menores de edad, por lo
que existía una legislación que los protegía.
· Clase Pobre:
Esclavos negros. Es el último grupo en la escala social, y que se encargaban de
los trabajos domésticos.
Y demos ahora una rápida mira a nuestra estructura social
actual, por lo demás muy característica.
Estructura social actual:
· Grupo AB,
Clase Alta: Corresponden a 35 mil familias, menos del 1% de la población, entre
un 10 y 15% del grupo ABC1. Con ingreso familiar mensual sobre los 8 millones
(apróx. US$ 20.000). Pueden darse todos los lujos y gozan de todas las comodidades
de la vida moderna. Son empresarios, industriales, agricultores, directores de
empresas, y por lo general tienen múltiples rentas. Muchos de ellos son
profesionales con varios años en el ejercicio de la profesión como ejecutivos, comerciantes, funcionarios de organismos internacionales, diplomáticos,
políticos, etc.
· Clase C1,
Clase Media Alta: Corresponden al 6% de la población chilena (260 mil familias)
y 10% en Santiago (150 mil familias). Tienen un ingreso familiar mensual
promedio de 3 millones (US$ 7.000). Cubren todas sus necesidades sin problemas
y gozan de casi todos los adelantos de la vida moderna. Son profesionales
universitarios, ejecutivos, industriales medios, empresarios, comerciantes,
agricultores, empleados de alto nivel, médicos, abogados, ingenieros civiles y
comerciales. Muchos han realizado cursos de postgrado, ya sea en Chile o en el
extranjero.
· Clase C2,
Clase Media: Son el nivel medio de la población correspondiente a un 15% de la
población chilena (630 mil familias), 20% en Santiago (300 mil familias).
Tienen un ingreso familiar mensual promedio de 1 millón (US$ 2.500). Pueden
cubrir sus necesidades de alimentación, vestuario, vivienda y educación.
Generalmente su capacidad de ahorro es escasa. Son profesionales jóvenes,
contadores, ejecutivos de nivel medio, técnicos, pequeños industriales,
comerciantes de nivel medio, vendedores.
· Clase C3,
Clase Media Baja: Son el nivel medio bajo de la población correspondiente a un
21% de la población chilena (900 mil familias), 25% en Santiago (370 mil
familias). Tienen un ingreso familiar mensual promedio de 600 mil (US$ 1.400).
Cubren sus necesidades de alimentación y vestuario. La vivienda es buscada con
esfuerzo, y la educación es generalmente en establecimientos subvencionados por
el Estado. Son empleados públicos y privados sin rango o categoría, profesores,
obreros especializados, artesanos, comerciantes menores, vendedores, choferes,
técnicos. Educación secundaria completa y muy pocos con nivel de estudios superior.
· Clase D,
Clase Baja: Corresponden al 37% de la población chilena (1.5 millones de
familias), 35% en Santiago (520 mil familias). Tienen un ingreso familiar
mensual promedio de 300 mil (US$ 750). Hogares que dependen del aporte de sólo
un miembro de la familia y recurren a todos los apoyos estatales en vivienda,
salud y educación. Si bien de ingresos bajos, su gran número los pone en el
foco como consumidores. Son obreros en general, feriantes, trabajadoras
manuales, algunos empleados de bajo nivel, juniors, mensajeros, aseadores. En
caso de ser el jefe de hogar la mujer puede ser empleada doméstica, lavandera,
costurera, etc.
· Clase E,
Pobres: Corresponden al 20% de la población chilena (850 mil familias), 10% en
Santiago (150 mil familias). Tienen un ingreso familiar mensual promedio de 90
mil (US$ 200). Generalmente son ingresos ocasionales o subsidios directos del
Estado. No alcanzan a cubrir sus necesidades básicas y dependen de la ayuda de
terceros o del Estado. Por su bajo poder adquisitivo, excepcionalmente se
consideran en estudios de mercado. Tienen trabajos ocasionales, «pololos» y son
cuidadores de autos, cargadores, cartoneros.
¿Qué podemos concluir luego de examinar ambas
estructuras?. En primer lugar, la estructura social ha permanecido intacta
desde hace más de 400 años. La clase dominante de ayer, los españoles, ha sido
suplantada por otra clase dominante de enorme peso político y económico, los
ABC1.
En segundo lugar, podemos apreciar que el grupo
socioeconómico ABC1, correspondiente a un 7% de la población, posee los
recursos para demandar los productos y servicios presentes en la vida moderna,
debido a sus altos ingresos producto de que son los dueños de los medios de
producción o son importantes ejecutivos.
En tercer lugar, el 93% restante de la población chilena
debe batallar para acceder a las distintas ofertas principalmente por medio del
endeudamiento.
Es decir, mantenemos una estructura social que reproduce
fielmente la propiedad de los medios de producción. Y este proceso se ha
generado endógenamente, como luego veremos, ayudado por las políticas
gubernamentales que en vez de apoyar a los estratos de menor nivel, aumentando
las oportunidades, apoya la concentración del poder económico en muy pocas
manos.
Una especie de capitalismo de estado. Es este contexto, el
que permite que las letanías izquierdistas sean escuchadas por la masa que
escucha a los demagogos y resiente a aquellos que le dicen la verdad.
El Modelo de Bajo Costo
Al final, el modelo que nos domina es un modelo de bajo
costo. Un 7% de chilenos puede acceder a los bienes y servicios de alta calidad
y alto precio, mientras que el 93% restante solo puede acceder a bienes y
servicios de bajo precio debido a sus bajos ingresos. Y así se genera un
proceso endógeno perverso: si la mayoría de las personas en una sociedad tienen
bajos ingresos demandarán productos de bajo precio; las empresas contratarán
los factores de producción de más bajo costo lo que incluye el RRHH pagando
bajos salarios.
Los expertos plantean que lo peor que puede hacer una
empresa es practicar la estrategia de liderazgo en costos, y para un país el
consejo es el mismo, ¿podremos desarrollarnos basados en un modelo de bajo
costo?
¿En qué
consiste nuestro Modelo Económico de Bajo Costo?
En las entregas anteriores hemos esbozado nuestra tesis:
dada la concentración de la demanda interna, los proveedores están obligados a
atender a la demanda masiva de bajos ingresos, con productos y servicios
masivos y de bajo costo.
Es decir, nuestras empresas se han vuelto expertas en la
estrategia de bajos costos (la peor de las estrategias), lo que les obliga a
mantener bajos salarios para rentabilizar sus operaciones.
Nuestro modelo económico: el de bajo costo
El mundo está girando a una velocidad tal que aquellos que
estamos situados en la periferia ya no podemos seguir. Mientras gran parte de
la gente subsiste consumiendo los bienes y servicios más básicos e indispensables
a los precios más bajos, un pequeño grupo vive al ritmo de las tendencias
actuales, están encaramados a las crestas de las olas basadas en tecnología, y
no se hacen problemas en cancelar altos precios.
Pero incluso ellos, la élite económica es solo usuaria de
la tecnología avanzada que importamos dado que nuestra única ventaja
competitiva es trabajar la tierra: para extraer minerales y sus frutos.
¿Podremos ser desarrollados haciendo lo mismo que hacen muchos países en el
mundo?. Además, tenemos una traba importante: una baja demanda global interna y
mercados con derechos de propiedad muy concentrados.
Tenemos una economía basada en dos tipos de demanda:
concentrada y masiva. La demanda concentrada proviene del segmento ABC1, un 7%
de la población, de alto ingreso que demanda bienes y servicios de alto valor y
calidad, y es satisfecha con una oferta amplia y variada. Por cierto, este
segmento ABC1 es altamente conservador en todos los ámbitos lo cual es
sumamente razonable, ¿por qué motivos querrían cambiar si están muy bien?.
En cambio, la demanda masiva proviene del restante 93% de
la población que tiene bajos ingresos y por lo tanto dispone de bajo poder de
compra por lo que siempre está en la búsqueda de bajos precios. Así, se han
desarrollado muchos mercados masivos basados en el liderazgo en costos. Por lo
tanto, no es ninguna muestra de talento descubrir que el eslogan “todos los
precios bajos, siempre” sea atractivo para la gente.
Por lo tanto, para satisfacer esa demanda masiva de bajos
ingresos, las empresas toman decisiones estratégicas basadas en las economías
de escala y de ámbito. Las primeras se dan cuando los costos medios bajan al
aumentar el volumen de operaciones (por ejemplo, los costos de compra de
productos bajan más al duplicarse el volumen de operaciones), y las segundas,
cuando los costos se reducen al aumentar el número de productos por cliente
(por ejemplo, el mismo proceso de abastecimiento de un local sirve para comprar
verduras como para comprar vajilla).
Como resultado de lo anterior, la relación
costos/ingresos, un indicador de eficiencia que mide cuántos pesos de costos
son necesarios para generar un peso de ingresos, es mayor en las empresas
pequeñas que en las más grandes. En definitiva, en los mercados masivos, el
tamaño importa mucho.
Y lo irónico es que los gobiernos socialistas han creados
innumerables trabas y cortapisas en muchos mercados que impiden la libre
competencia, estimulando la concentración del poder económico y promoviendo el
surgimiento de grandes empresas y conglomerados que luego, con las utilidades
excedentes, terminan comprando otras empresas más pequeñas y exitosas, lo que
continúa presionando endógenamente hacia la concentración económica.
El resultado final de todo este proceso, es el surgimiento
de mercados oligopólicos lo que significa que hay pocas empresas que compitan
por la mano de obra. Reducida oferta de trabajo y mucha demanda: el resultado
es bajos salarios.
Y si, además, pensamos que el ingreso de la mujer al mundo
laboral incrementó en un 100% la fuerza laboral, es fácil prever que los
salarios serán bajos. Entonces, si las empresas usan la estrategia de
liderazgos en costos deben terminar pagando bajos salarios.
El flujo
circular de la renta y el gasto.
Veamos el problema desde el punto de vista del flujo
circular de la renta y el gasto. Las empresas oligopólicas comentan en público
que ellas ofrecen bienes y servicios a precios muy convenientes (es decir,
precios bajos) para los consumidores, pero esto es solo una cara de la moneda.
La otra cara de la moneda es que al cobrar precios bajos, deben asegurarse de
poseer bajos costos de operación y bajos salarios.
Una persona desempeña dos papeles en los mercados: como
consumidor y como factor de producción. Si los precios en los mercados son
bajos, las rentas serán bajas, tal como muestra el gráfico adjunto.
Por lo tanto, que nos vendan productos a bajos precios es
una señal de que dichas empresas pagan muy bajos salarios.
Resumiendo:
Podemos decir que en un gran número de mercados todo se
transa a precios bajos y la única razón es la débil demanda causada por la
excesiva concentración del ingreso. Es decir, tenemos un modelo económico de
bajo costo: una enorme masa (93% de la población) trabaja por bajos salarios
presentes y se endeuda gastando ingreso futuro, lo que les permite sostener un
cierto nivel de vida.
Por otro lado, una pequeña proporción de chilenos, el 7%,
tiene altos ingresos y son ellos los que reciben los beneficios del modelo
económico: sus empresas tienen altas utilidades por el volumen de ventas y
pueden satisfacer sus necesidades dada las ofertas de bienes y servicios que
están dirigidos a ellos. Por eso, se tiene una baja demanda global muy
disputada por todo tipo de empresas lo que reduce los costos y los salarios.
Por lo tanto, nuestro modelo de bajo costo explica la mala
distribución del ingreso que tenemos: venden a bajos precios, pagan bajos
salarios a una gran mayoría; los únicos que ganan son los propietarios de las
empresas concentradas.
Y la solución no pasa por rigidizar aún más a los
concentrados mercados, sino en liberalizarlos, impedir la concentración de una
manera activa y propiciar espacios de libre competencia efectiva que permita
que la riqueza fluya hacia los emprendedores e innovadores de todas las capas
de la sociedad. Este proceso liberará la creación, aumentará los ingresos y
aumentará la demanda global produciéndose un ciclo virtuoso que nos levantará
con el paso del tiempo.
Mayores niveles de competencia aumentan los ingresos del
trabajo y la prosperidad, y reduce la mala distribución del ingreso.
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