El viaje más largo, dirigida por George Tillman Jr. (The Inevitable Defeat of Mister and Pete, 2012; Faster, 2010), y basada en la novela del mismo nombre, escrita por Nicholas Sparks, nos presenta paralelamente, en su acostumbrado tenor, dos historias de amor ocurridas en diferentes épocas, una actual y la otra durante la Segunda Guerra Mundial.
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Luke Collins (Scott Eastwood), un cowboy de rodeos, conoce a Sophia (Britt Robertson), una estudiante de arte, y se enamora de ella. A su vez, Sophia queda “enganchada” por el hábil y atractivo vaquero. Sin embargo, debido a las diferencias, tanto de forma de vida como de intereses personales, parece casi imposible establecer una relación.
Sorpresivamente, un giro del destino los hará encontrar a Ira (Alan Alda), un hombre mayor, quien gracias a las narraciones de su propia historia, de cómo conoció al amor de su vida, producirá un cambio en ellos y en su percepción de las cosas.
Los flashbacks de los relatos de Ira se remontan a su juventud, lo que da material para la segunda historia romántica que presume el film. Por lo que continuamente pasamos de un tiempo al otro, comparando las casuales similitudes temáticas entre ambas situaciones sentimentales.
Ira en su juventud (Jack Huston) es un vendedor norteamericano que se enamora de Ruth (Oona Chaplin), una sofisticada muchacha que salió de Viena debido a la guerra y no se adapta fácilmente a la forma de ser americana. Ambos se enamoran, pero pronto a él lo envían al frente, lo que complica su relación.
Por lo que se puede apreciar hasta este punto, estamos ante un relato romántico por partida doble, con toques melodramáticos, muy en el estilo ya conocido de las películas basadas en novelas de Sparks.
Desgraciadamente, o afortunadamente para sus admiradores, se podría afirmar que el autor, una vez más, se repite a sí mismo. Los temas recurrentes en sus historias, como la guerra, las diferencias sociales, flashbacks que cuentan las memorias de personas mayores, serias enfermedades, todo ello aparece nuevamente en pantalla, como una especie de fórmula matemática que le ha funcionado, en la que sólo cambia ciertos elementos, pero el resultado siempre es parecido.
El film cumple con desplegar el romance a flor de piel, y el espectador hace su parte de derramar algunas lágrimas y conmoverse con el melodrama presenciado.
El viaje más largo, como producto final, es un film que por momentos entretiene, aunque definitivamente se percibe como demasiado largo, lleno de lugares comunes, imágenes trilladas y clichés. Nuevamente, con personajes muy semejantes a los de costumbre; atractivos, bien parecidos, que fotografían muy bien y que lucen impecablemente en pantalla. Con problemáticas similares a las ya utilizadas en historias anteriores y desenlaces completamente previsibles.
La estética está bien cuidada, las idílicas locaciones en Carolina del Norte son muy bellas, y por supuesto se saca provecho del hermoso paisaje, con sus lagos, carreteras y senderos con colorida vegetación.
Indudablemente la historia de Ira y Ruth es la que en concreto resulta ser más interesante, y a su vez, un mayor reto de realización, por requerir la adaptación a la época -de los años cuarenta en adelante-, logrando una óptima ambientación, cuidando con esmero la caracterización de los personajes, el vestuario, los maquillajes y peinados.
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