sábado, 1 de mayo de 2021

ASTEROIDES Y COMETAS

Restos solitarios 

Aunque demasiado pequeños para ostentar el calificativo de planeta, los cometas y los asteroides infunden gran temor en la mente humana. Y con razón: en algún momento futuro, una de esas macizas rocas o gélidas bolas de arcilla chocará con la Tierra alterando el curso de la historia. 


Está ampliamente aceptada la teoría de que fue un impacto de estas características la que acabó con los dinosaurios hace 65 millones de años. 


Los cometas y los asteroides se consideran restos de una nube gigantesca de gas y polvo que se condensó dando lugar al sol, los planetas y las lunas hace 4,5 mil millones de años. 


En la actualidad, la mayoría de los asteroides giran alrededor del sol en un apretado cinturón situado entre Marte y Júpiter. Los cometas se sitúan en una nube o cinturón en los bordes del sistema solar. Los empujes gravitacionales, las colisiones orbitales y las fuerzas interestelares alteran la trayectoria de un asteroide o cometa haciéndola inestable. 

La distinción entre cometas y asteroides no es clara: los cometas suelen tener componentes más químicos que se evaporan con el calor, como el agua, y realizan una órbita más elíptica (en forma de huevo) que los asteroides. Y observados a través del telescopio, los cometas parecen más borrosos. 

En los últimos veinte años, la financiación pública de la exploración espacial se ha reducido dramáticamente, llevándolo al ostracismo casi absoluto en los medios de comunicación.  

 

Pero el reciente auge de la inversión privada, como los vuelos turísticos de Virgin Galactic o el proyecto Red Bull Stratos, ha conseguido que volvamos a replantear nuestras metas de fututo. Además de la NASA, la Agencia Espacial Europea también se ha sumado a la exploración espacial, así como Japón, China y la India, que se han comprometido a lanzar sondas al espacio exterior. 


 ¿Qué nos deparará la exploración del universo en un futuro inmediato? Volver a pisar la Luna, enviar vuelos tripulados a Marte o Titán, la explotación minera del cinturón de asteroides o encontrar un planeta similar a la Tierra en el cosmos, parecen ahora objetivos factibles que podríamos alcanzar en las próximas décadas. 


Cinturón de asteroides 





Los asteroides son principalmente masas rocosas que pueden medir desde escasos metros a varios kilómetros de diámetro. 



Los asteroides pequeños se denominan meteoritos.

 


El asteroide más grande, Ceres, tiene alrededor de 950 kilómetros de diámetro. 




Como la mayoría de los asteroides, se encuentra dentro del cinturón de asteroides situado entre Marte y Júpiter. 



Muchos astrónomos consideran que este cinturón está compuesto por material primitivo del Sistema Solar que no pudo llegar a agruparse para formar un planeta debido a la fuerza gravitacional de Júpiter. 


Otros, en cambio, creen que el cinturón se formó tras la destrucción de un planeta durante una colisión. 


Los cometas son bolas de roca y hielo que forman colas al acercarse al sol durante el recorrido de sus perfectas órbitas elípticas. 



Cuando los cometas se calientan expulsan gas y polvo formando una estela tras ellos. El sol ilumina esta estela haciéndola brillar. 



Estas estelas brillantes pueden observarse de noche en el cielo. 


Aunque probablemente hay billones de cometas circulando por los bordes exteriores del sistema solar, los cometas brillantes suelen aparecer en el cielo nocturno visible desde la Tierra una vez cada diez años. 




Los cometas de periodo corto como el de Halley tienen su origen en el llamado cinturón de Kuiper situándose más allá de la órbita de Neptuno y pasan por el sistema solar interior una o dos veces en la vida de una persona. 





Los cometas de periodo largo provienen de la Nube de Oort, que rodea los bordes exteriores del sistema solar y pasan cerca del sol una vez cada cientos o miles de años. 



Las colisiones ocasionales y empujes gravitacionales llevan a asteroides y cometas a girar alrededor del sol en perfectas órbitas elípticas y algunas de ellas tan cerca de la Tierra que representan un riesgo de impacto.


 Los astrónomos observan continuamente el cielo en busca de cuerpos situados en una trayectoria que pudiera ocasionar una catástrofe. 


Por suerte, la mayoría de los asteroides son demasiado pequeños como para producir un daño y al entrar en contacto con la atmósfera se desintegran y lo que vemos es una estrella fugaz. 


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