viernes, 4 de febrero de 2022

LA NUEVA RUTA DE LA SEDA CHINA

¿Qué es la Nueva Ruta de la Seda china?
China ha lanzado la Nueva Ruta de la Seda, un gran proyecto con el que pretende ganar peso como potencia. 

¿En qué consiste? 

La One Belt, One Road Initiative o BRI (Belt and Road Initiative), conocida en castellano como Nueva Ruta de la Seda, es un gran proyecto internacional lanzado por China en 2013. Esta iniciativa consiste en el establecimiento de dos rutas combinadas, una de infraestructuras terrestres y otra marítima, que mejorarían las conexiones chinas tanto en el continente asiático como hacia el exterior, dando a China más influencia económica y política a nivel mundial.

Para el desarrollo de la ruta marítima, el Gobierno chino está llevando a cabo grandes inversiones en el sudeste asiático, el océano Índico, el este de África y algunos puntos de Europa. Las rutas terrestres conectan China con puertos de esas regiones, así como con otros países asiáticos y Europa a través de Asia Central. Una de ellas es la ruta ferroviaria entre la ciudad china de Yiwu y Madrid, de más de 13.000 kilómetros, la más larga del mundo.

 Dentro de la BRI, China ha financiado también la construcción de gasoductos y oleoductos en Rusia o Kazajistán. Además, el proyecto todavía está en fase de desarrollo y, aunque ya ha logrado un gran despliegue de infraestructuras, podría extenderse a otras regiones del mundo como América Latina, donde China está ganando influencia.

Con todo, la Nueva Ruta de la Seda no es solo un proyecto comercial, sino que se extiende a otros ámbitos de la política exterior. Un ejemplo de ello es la base militar que China ha establecido en Yibuti, en el cuerno de África, para controlar el estrecho de Bab al Mandeb, de gran importancia estratégica en la ruta marítima. 

La dimensión financiera también juega un papel fundamental, ya que las enormes inversiones de Pekín han generado una considerable deuda con China en muchos de los países participantes. 

Por último, el proyecto jugará un papel importante en la exportación de la cultura china a través de la cooperación cultural con otros países. En conclusión, aunque originalmente la Nueva Ruta de la Seda estuviese orientada a ganar influencia en Asia, el proyecto ha acabado adoptado una dimensión mucho mayor que está permitiendo a China reforzar su presencia en todo el mundo.

DOCUMENTAL

Parte 1: De China a Pakistán

Es una gigantesca red de infraestructuras. En Pekín afirman que todos se beneficiarían de la nueva Ruta de la Seda. Sin embargo, este reportaje de dos partes muestra algo más: Se trata de plan estratégico de ramificaciones geopolíticas y económicas

LA NUEVA RUTA DE LA SEDA

La antigua Ruta de la Seda es un mito, la nueva Ruta de la Seda, un proyecto gigantesco real. China quiere rediseñar la red de conexión global. Se trata de infraestructura: una red de carreteras, ferrocarriles, puertos y aeropuertos entre Asia y Europa. Un equipo de reporteros viaja por mar y tierra a lo largo de la nueva Ruta de la Seda y muestra cómo China, con el programa de inversión más grande de la historia, está expandiendo su influencia por todo el mundo. 

El viaje se inicia en Shenzhen, en el Delta del Río de las Perlas. Aquí es donde comenzó hace cuarenta años el legendario ascenso de China a una superpotencia económica. El experimento con las fuerzas desatadas de una economía de mercado privada convirtió a Shenzhen en una mega metrópolis.

Un equipo viaja en un buque de contenedores hacia el sudeste asiático. Primera parada: la ciudad portuaria de Sihanoukville, en Camboya. Entre la población se comenta que ahora se podría viajar a China sin pasaporte y sin salir del propio país. ¡Porque Sihanoukville es prácticamente China! Humor negro contra un desarrollo que disgusta a muchos camboyanos. 


Casi todo lo que se ha construido aquí recientemente fue financiado por los chinos: La ampliación del puerto, nuevas carreteras, puentes y fábricas. Muchos camboyanos sienten que son los perdedores del auge de China. 


El aumento de los precios y los alquileres hace que los pobres sean aún más pobres. Para los propietarios de tierras y viviendas, por otro lado, se avecinan tiempos dorados.

En Myanmar ya se está formando una resistencia. En Kachin, los residentes locales han protestado con éxito contra el proyecto de una represa: 

"¿Cómo puede ser que los chinos produzcan energía para China en nuestras tierras, mientras que nosotros mismos carecemos de electricidad en nuestras viviendas?", preguntan. El gobierno puso el freno de emergencia y el gran proyecto de la represa no superó los primeros pilares de hormigón en el río.

La autopista Karakorum desde Kashgar, en China, pasando por el techo del mundo hasta Islamabad, en Pakistán, es una de las carreteras más difíciles y peligrosas en un impresionante paisaje montañoso. 

Los tramos de carretera terminados a menudo vuelven a destruirse al quedar sepultados por derrumbes y desprendimientos de rocas. Es como si Karakoram quisiera negarle a China el estratégico acceso al Mar Arábigo. En Islamabad finaliza la primera parte de este reportaje.


Parte 2: De Kirguistán a Alemania

La nueva Ruta de la Seda. Un proyecto colosal. Debe conectar a China con Occidente.


Es un proyecto de infraestructura gigantesco. Todo el mundo debería beneficiarse de la nueva Ruta de la Seda, dice Pekín. Pero este documental dividido en dos partes también apunta que, sobre todo, China quiere ayudarse a sí misma. Es geopolítica.


La legendaria ruta comercial abre el camino de China hacia el poder global.


Los autores viajan hacia poniente de dos maneras: un equipo sigue la ruta marítima, a lo largo de la cual China está construyendo sus emporios, mientras que el otro recorre la antigua Ruta de la Seda, a través de Asia Central. En su viaje, descubren paisajes asombrosos, lugares mágicos y caravasares ancestrales, donde el mito de la Ruta de la Seda aún sigue vivo. Al mismo tiempo, se encuentran con nuevas y poderosas influencias a través de las megaconstrucciones y de las grandes áreas de transbordo de mercancías de China. 


En todas partes, la gente espera que el comercio y el intercambio de bienes les traiga trabajo y prosperidad; a ellos y a sus hijos. Como con la antigua Ruta de la Seda, hace cientos de años. Otros temen que el futuro bajo el signo del dragón chino no les deje nada bueno. "El agua limpia, las montañas, la naturaleza son mucho más importantes que todo el dinero que nos dan", escuchan los cineastas en Kirguisia. Porque las inversiones chinas no sólo trajeron al país mejores carreteras, líneas eléctricas y ferroviarias, sino también daños ambientales, corrupción y un sinfín de deudas. 


Omán es otra escala. Aquí, China se ha asegurado una parte considerable de la nueva zona económica especial en la ciudad de Duqm. En Sur, la antigua ciudad portuaria, se construyen barcos en el astillero de Jali al-Erami, pero de forma tradicional. Barcos que en el mercado internacional no tienen salida. En el horizonte se observan grandes buques portacontenedores, muchos de ellos bajo pabellón chino. En la francesa Marsella, la gente sueña con que la ciudad se convierta en la cabeza de puente de la nueva Ruta de la Seda. Un pequeño grupo de contenedores en las colinas sobre la ciudad delata el comienzo: "Marseille International Fashion Center", o abreviado, "MIF 68". 

Se supone que el número de la suerte chino, el 68, aportará sólidas ganancias al nuevo centro de transbordo para las mercancías provenientes de China. Aquí se desembarcan textiles baratos del Lejano Oriente para ser distribuidos por toda Europa. El reportaje, presentado en dos partes, muestra la dimensión de este gigantesco proyecto que, al parecer, el gobierno chino ha diseñado al detalle.


La Nueva Ruta de la Seda: iniciativa económica, ofensiva diplomática

China anunció en 2014 la creación de la iniciativa “One Belt, One Road” (OBOR) un proyecto económico que busca potenciar los flujos comerciales entre Asia y Europa, pero que también implica un claro objetivo político: crear y fortalecer vínculos con los países participantes y potenciar su influencia en Asia y Europa.

La fuerte conexión del pueblo chino con su historia y su cultura tradicionales ha sido y continúa siendo uno de los pilares de la identidad de esta milenaria civilización. 

No resulta, pues, extraño que el que podría ser su movimiento geopolítico más ambicioso hasta la fecha esté revestido de reminiscencias históricas: el proyecto “One Belt, One Road” —en español, ‘Un cinturón, una ruta’—, también conocido como la Nueva Ruta de la Seda.

El proyecto, anunciado por el presidente Xi Jinping en noviembre de 2014, implica la creación de dos grandes rutas comerciales, una marítima y otra terrestre, que comenzarían en China, recorrerían Asia central, llegarían hasta el corazón de Europa e incluso conectarían con ciertos enclaves comerciales de África. 

Así, China invoca con este proyecto el espíritu de la antigua Ruta de la Seda, la legendaria ruta comercial por la que fluyó el comercio entre China y Europa a través de Asia central durante las dinastías Han y Tan, los tiempos más gloriosos de la China imperial, al tiempo que reafirma su vocación de restaurar su tradicional lugar como superpotencia.


Una visión multisectorial con trasfondo político

La iniciativa planteada por China va más allá de simples rutas comerciales: es un vasto plan de acuerdos comerciales y de infraestructura que supone la construcción de puertos, aeropuertos, carreteras y gaseoductos y la colaboración en los ámbitos de energía, finanzas, ciencia y tecnología e I+D; incluso prevé la creación de un área de integración económica. 

El proyecto estaría respaldado principalmente por el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (AIIB en inglés), liderado por China, a lo que se añadiría un fondo de 40.000 millones de dólares aportados por Pekín. Si las cifras de inversión anunciadas por China se toman al pie de la letra, nos encontramos ante la iniciativa de diplomacia económica más ambiciosa desde el Plan Marshall.


No obstante, lo cierto es que casi dos años después de que se anunciara los detalles siguen escaseando y la Nueva Ruta de la Seda continúa siendo más una visión estratégica que un planteamiento verdaderamente claro y definido. 

Los países que idealmente integrarían la ruta no están confirmados; no hay información acerca de si la participación en la construcción de infraestructuras se abriría a empresas de otros países participantes o solo recaerá sobre empresas chinas; lo mismo sucede con la cuestión de si se negociaría a través de organismos suprarregionales, como ASEAN y la Unión Europea, o bien a través de un conjunto de acuerdos bilaterales. 

Sí se han comenzado, no obstante, proyectos en Asia central, aunque parecen haberse incluido en el esquema de la Ruta de la Seda más de forma oportunista que como parte de una planificación concreta. 

En cualquier caso y dadas las dimensiones del proyecto, quedan décadas hasta que podamos ver la puesta en marcha de una Ruta de la Seda completamente operativa.

Lo que sí está claro es el potencial económico que tiene el proyecto. China cuenta con poderosas razones para invertir en el éxito de la Ruta de la Seda, como contar con un mercado más integrado y mejor conectado en el que dar salida al superávit industrial con el que cuentan sus grandes empresas estatales o la internacionalización del uso de su moneda.

 A los motivos económicos se añade una aspiración adicional: aunque desde el primer momento se ha afirmado que no se trata de una estrategia política, no cabe duda del potencial de la Nueva Ruta de la Seda para establecer vínculos con los países participantes y aumentar el peso diplomático de una China que ya está buscado remodelar el sistema internacional de una forma más acorde con sus valores e intereses.

Como era de esperar, una acción de tal calibre ha levantado las suspicacias de muchas otras potencias, recelosas de la expansión del poder blando chino. Si a ello añadimos que la ruta transitaría a través zonas conflictivas y países centroasiáticos corruptos, la Nueva Ruta de la Seda promete venir acompañada de grandes retos y dificultades que pondrán a prueba las capacidades diplomáticas de China en varias regiones del mundo.

La reacción al TTP

Aunque el proyecto extiende sus tentáculos hasta Europa y África, sin duda Asia es la región que más acusaría el impacto de esta iniciativa, en forma de construcción de puertos, aeropuertos y vías ferroviarias. 

Uno de los objetivos expresos de la Nueva Ruta de la Seda es acabar con el déficit de infraestructura que lastra la conectividad asiática y potenciar el desarrollo de la zona. 

No obstante, la generosidad china en la zona también sirve a un propósito menos explícito: es la respuesta al Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP, por sus siglas en inglés), promovido por Estados Unidos, que une la economía norteamericana con la de doce países a lo largo del océano Pacífico, entre ellos Vietnam, Singapur, Malasia y Brunei. 

El TPP se asienta sobre las bases del libre mercado y una reducida interferencia gubernamental y eleva los estándares en cuanto a cuestiones medioambientales, derechos laborales y propiedad intelectual. 

Con su participación, el presidente Obama pretendía dictar las normas de la globalización antes de que China lo hiciese, en sus propias palabras. De aprobarse, pondría a China en la disyuntiva de tener que elegir entre una mayor apertura económica y la aceptación de la regulación de estas espinosas cuestiones, o la renuncia a participar e influir en un provechoso bloque económico a las puertas de su casa.




FUENTE: https://elordenmundial.com/

EDICIÓN; Erika Rojas Portilla

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