Altivo pero reservado, ambicioso y a la vez hábil
diplomático, Solimán gobernó el Imperio otomano en su época de mayor esplendor,
cuando cada primavera Europa temblaba ante sus ejércitos.
Suleiman nació en Trabzon, en la actual Turquía, seguramente
el 6 de noviembre de 1494. A los 7 años fue enviado a estudiar ciencias,
literatura, teología y tácticas militares en las escuelas del Palacio Topkapi
en Estambul. De joven trabaría amistad con Pargali Ibrahim Pasha, un esclavo
que más tarde sería uno de sus consejeros de mayor confianza.
A los 17 años fue nombrado gobernador de Estambul, y más
tarde de Sarukhan (Manisa) con un breve periodo en Edirne (Adrianópolis). En el
periodo que pasó en Manisa hasta su coronación, el sultán ganó experiencia en
la administración. Atormentado por los bandidos, Suleiman restauró la ley y el
orden en la provincia, proceso durante el que adquirió la experiencia
legislativa que más tarde le daría el nombre de Kanuni o legislador.
A los 26 años de edad, Suleiman heredó el título
de califa tras la muerte de su padre Selim I (1515-20) y empezó a gobernar el
poderoso Imperio Otomano, que siguió expandiendo hasta su muerte, 46 años más
tarde
30 de septiembre de
1520, Solimán Khan se subió a una embarcación dorada de 36 remos y se sentó en
la popa, entre cojines de terciopelo, telas de seda y algunos eunucos blancos
que permanecían de pie frente a él. Poco después, la embarcación navegaba veloz
sobre las aguas del Bósforo para entregarlo para siempre a la historia: a los
26 años, tras la muerte de su padre Selim I, Solimán se convirtió en sultán de
los otomanos.
El tercer día de la ceremonia de su coronación se dirigió a
su pueblo ataviado con un rico vestido de oro, adornado con perlas y diamantes,
luciendo en la cabeza un altísimo turbante decorado con una corona de piedras
preciosas y con varios penachos compuestos de plumas de garza real, que simbolizaban
las diversas partes del mundo sometidas al sultán. Su vida y su destino se
ponían bajo el signo del diez, el número de la fortuna para los turcos.
Solimán vivió una juventud tranquila, pero marcada por el
rigor de su severo padre, que lo preparó para su deber futuro. En los palacios
de Estambul, la maravilla del mundo, la ciudad ideada y creada para la
soberanía, aprendió tanto el uso de las armas como el conocimiento de las
letras. Se educó en compañía de los pajes de origen cristiano que algún día se
convertirían en sus visires, sus pachás, sus generales y sus gobernadores.
Una presencia
majestuosa
De estatura superior a la media y miembros bien
proporcionados, Solimán era de tez morena, con una frente amplia y unos ojos
negros un poco saltones, cejas prominentes, nariz aguileña y boca bella pero no
sensual, labios finos y poblado bigote.
Con su porte altivo y reservado y su inteligencia vivaz y
reflexiva, Solimán era un hombre más proclive a la meditación y al juicio que a
las decisiones repentinas. La crueldad que había caracterizado a su padre,
Selim I el Inflexible, reforzó en Solimán, como reacción, su amor a la justicia
y la paz, y también su gran necesidad del afecto de su familia y amigos, por lo
que amó intensamente a Mustafá, su hijo primogénito, a Ibrahim, su amigo de
siempre, su brazo derecho y uno de sus grandes visires, y a Roxelana, la
favorita de su harén, que se convirtió en su esposa.
Roxelana una mujer con
poder en el Imperio otomano
Aunque el dominio del Imperio otomano era dominado por
hombres, una mujer había tenido poder en el imperio, del círculo interno del
sultán e influenciando con éxito el futuro del sultanato. Esta mujer era
Roxelana.
La esposa de Suleyman era conocida como Roxelana en Europa y
Rossa en Estambul. Ella era una esclava ucraniana que probablemente fue
capturada en Cáucaso y tomada al mercado de esclavas en Estambul dónde fue
comprada para el harén del sultán.
El harén del sultan Suleyman, así como la mayoría de los
gobernantes otomanos tenía cuatro esposas. Una de estas mujeres seria la futura
madre del heredero del sultán - y había también aproximadamente 300 otras
concubinas. Como Roxelana, la mayoría de las mujeres en el harén del sultán
eran esclavas que fueron regaladas al sultan, compradas, o capturadas en la
guerra por los Otomanos. Casi todas ellas eran cristianas.
Su nombre es derivado de la palabra "Rus", aplicado
a los ucranianos y rusos (los moscovitas) del siglo 16. Los historiadores
eslavos localizan su casa original en el pueblo de Rohatyn que está localizado
hoy en Ucrania occidental, pero era parte de Polonia en el siglo 16. Lo
ucranianos eran conocidos como "Rutenianos" también derivado de la
misma raíz "Rus".
Llegando al harem, Roxelana fue colocada en la más baja posición,
pero elevó su status rápidamente. Ella ganó el apodo de Khourrem que significa
"aquella que Risa", debido a su bueno humor y habilidades de narración
de cuentos. Ella llegó pronto a ser la favorita del sultan Suleyman y lo
acompañaba en varias ocasiones públicas. Este tratamiento especial encolerizo a
la esposa de Suleyman llamada Gulfem cuyo hijo Mustafa sería el próximo
heredero del trono otomano.
Roxelana usó su influencia con el sultán y expulsó Gulfem y
Mustafa para una provincia lejana del Imperio en 1534. Roxelana quedose
embarazada de Suleyman poco después de esto y esperó que su hijo reemplazaría
Mustafa como el heredero del sultan Suleyman.
Luego, Roxelana convenció el sultán Suleyman que su Gran
Vizier llamado de Ibrahim - que era también la mano derecha del sultán, que él
era un traidor y que estaba haciendo planes para usurpar el poder del imperio.
Ibrahim que había se opuesto abiertamente contra el enlace de Suleyman con
Roxelana y que tenía mucho poder en el imperio fue asesinado en 1536.
Con sus obstáculos principales removidos, Roxelana tenía la
posición de esposa principal en el harén, así como ministra del sultán.
Haren del palacio de
Topkapi
Entonces, - ella convenció el sultán a que se casara con
ella. La ley islámica permite que un sultán tenga hasta cuatro esposas y tantas
concubinas cuanto él pudiera mantener. Hasta Suleyman, ningún otro sultán
otomano había se casado.
El matrimonio causó chisme en Europa y en el mundo islámico.
Una vez casada, los hijos de Roxelana se volvieron los herederos del trono
otomano. Su hijo Selim sucedió el sultán Suleyman en 1566, después de un lucha
con su hermano Bayazid que acabó en la muerte de Bayazid en 1561. La propia
Roxelana murió en 1558 ocho años antes de su marido, acabando la historia de la
muchacha esclava que subió hasta a la posición de sultana.
A pesar de ser un político inmensamente hábil, Solimán carecía
del gusto genuinamente oriental por la intriga. Era un estadista que sabía
engañar a sus enemigos de manera perfecta y sabía mostrarse implacable e
inexorable con los ministros y los subalternos que lo engañaban y que lo
decepcionaban.
Pero su debilidad por Roxelana lo llevó a cometer actos de
venganza que han acabado empañando su memoria. Tales fueron los casos de su
visir Ibrahim, al que finalmente ordenó ejecutar entre rumores de que
conspiraba con los cristianos, y de su hijo mayor, Mustafá; Roxelana y el gran
visir Rustem desvelaron los supuestos tratos de Mustafá con el sha de Persia,
justo cuando Solimán le había declarado la guerra, por lo que el sultán lo
llamó a la corte y ordenó a los Mudos, los verdugos encargados de tales
menesteres, que lo asesinaran en su tienda.
El gran legislador
otomano. Y su Labor administrativa
Aclamado como Príncipe y Señor de la Feliz Constelación,
César Majestuoso, Sello de la Victoria, Sombra del Omnipotente, Solimán
aparecía en las ceremonias públicas como una figura de gran esplendor. Fue así
como en 1530, tras 18 días de celebraciones por la fiesta de la circuncisión de
sus tres hijos, se empezó a hablar de un emperador con un poder formidable y
una incalculable riqueza, y toda Europa se hizo eco del nombre de quien parecía
merecer en verdad el título de «Magnífico».
En la historia otomana,
en cambio, Solimán fue recordado como el Legislador, Kanuni. El sultán,
en efecto, desarrolló una considerable actividad legislativa y reformadora con
el propósito de mantener el orden y asegurar el progreso de su vasto imperio.
Pese a ser un musulmán piadoso, Solimán no fue nunca intransigente en materia
religiosa, y el conjunto de sus leyes suponía una aplicación moderada del
código del Corán.
Eliminó el vino,
puesto que era abstemio, pero no el café, introducido en Estambul en 1554. Puso
todo su empeño en regir un Estado fuertemente centralizado, el único imperio
internacional que existía en el siglo XVI; de hecho, fue bajo el gobierno de
Solimán cuando la Sublime Puerta, como también se llamaba al Imperio otomano,
estableció por primera vez relaciones diplomáticas regulares con Estados
extranjeros.
Impulsó importantes
reformas, como la del sistema feudal con el que se gobernaba el Imperio, logró
que súbditos de veinte pueblos distintos viviesen en armonía, fundó escuelas y
concedió bienes a los ulemas, los doctores de la ley. Reformó la administración
civil y militar, insistiendo mucho en el deber de la imparcialidad con respecto
a todas las clases sociales. No dudaba en destituir y condenar a muerte a los
funcionarios corruptos y se ganó el favor popular por los leves impuestos que
estableció.
Además de administrador y legislador, Solimán fue también
hombre de cultura. Sentía gran interés por las matemáticas y la historia, en
particular por las gestas de Alejandro Magno, que conocía a través de los
relatos del persa Nizami. Además de turco, Solimán hablaba árabe y persa y
entendía el italiano.
Dedicaba mucho tiempo a leer, en particular novelas persas.
Amaba la música y poseía discretos conocimientos de astronomía, y, como su
antagonista Carlos V, era un apasionado de los relojes y del arte de medir el
tiempo.
Solimán fue también un destacado mecenas. Tras la conquista
otomana de 1453, Constantinopla no había dejado de ser un gran centro cultural,
cosmopolita y abierto al mundo. A la ciudad llegaban toda suerte de hombres
ingeniosos, oradores, soldados y expertos en política.
Muchos artistas, también extranjeros, gozaron del favor del
sultán. Durante su reinado se produjo un gran florecimiento en el campo del
arte y se establecieron las bases de una literatura nacional. A las importantes
y soberbias obras de Sinan, el más insigne arquitecto turco del momento, el
sultán añadió la restauración de acueductos, vías de comunicación y otras obras
públicas.
En todo su imperio no hubo ninguna gran ciudad que no
embelleciera de forma más o menos notable. Gracias a su impulso, el esplendor y
el prestigio de su imperio sobrevivieron muchos años.
Impulsado por la
venganza y un deseo insaciable de poder, Alexandra manipula sin piedad al
sultán para que haga cumplir sus órdenes.
Aunque el Sultán Suleiman fue conocido como el Magnificiente
en Occidente, en su Imperio se le llamó Kanuni o «el legislador». Como anota
Kinross, «No sólo fue un gran estratega, un hombre de espada, como su padre y
su abuelo habían sido antes que él. Se distinguía de ellos en que era también
un hombre de pluma. Fue un gran legislador, que destacaba ante los ojos de su
gente como un soberano inteligente y un magnánimo exponente de la justicia» La
ley del imperio se basaba en la Shari'ah, que, al ser la ley divina del islam,
estaba fuera de la jurisdicción del Sultán. Pero un área de la legislación,
conocida como el Kanuns (legislación canónica) dependía del deseo del sultán.
La Kanuns cubría áreas como la ley criminal, la tenencia de tierras y la
tasación. En este contexto Suleiman trató de reformar la legislación para
adaptarla a un imperio cambiante.
Suleiman le prestó particular atención a la apremiante
situación de los Rayas, cristianos que trabajaban la tierra de los Sipahis. Siu
Kanune Raya, o «Código de los Rayas», reformó los impuestos y las tasas a pagar
por los Rayas, elevando su estatus hasta el punto en el que los cristianos
emigraban a los territorios turcos para beneficiarse de las reformas. Además,
Suleiman promulgó nuevas legislaciones criminales, prescribiendo un conjunto de
multas para ofensas específicas, así como reduciendo los casos que se
castigaban con la muerte o la mutilación. En el área de la tasación, as tasas
se impunían a varios bienes y productos, como animales, minas, productos del
comercio, importación y deberes de exportación. Además de las tasas, los
ofiales que habían perdido su reputación era probable que perdieran sus propiedades
a manos del sultán.
La educación fue otra área importante para el Sultán. Las
escuelas religiosas adjuntas a las mezquitas obtenían sus fondos de fundaciones
religiosas, lo que proporcionaba una educación casi gratis para los muchachos
musulmanes, en lo que el Imperio Otomano aventajaba a los países cristianos de
la época. En la capital incrementó el número de mektebs (escuelas primarias) a
catorce. En ellas se enseñaba a los niños a leer, escribir y los principios del
islam. Los niños que deseaban recibir más educación podían entrar en una de las
ocho madrazas, que les instruían en gramática, sintaxis, lógica, metafísica,
filosofía, estilística, geometría, astronomía y astrología.
Las madrazas proporcionaban una educación de categoría universitaria, cuyos graduados podían ser imanes o profesores. Los centros educativos solían ser uno de tantos edificios que rodeaban las mezquitas. Otros de estos edificios eran las bibliotecas, reflectorios, fuentes, cocinas y hospitales públicos.
Las madrazas proporcionaban una educación de categoría universitaria, cuyos graduados podían ser imanes o profesores. Los centros educativos solían ser uno de tantos edificios que rodeaban las mezquitas. Otros de estos edificios eran las bibliotecas, reflectorios, fuentes, cocinas y hospitales públicos.
Suleiman fue reconocido como un gobernante justo, que eligió
a sus subordinados de acuerdo a su mérito en lugar de por su estatus social o
popularidad. El embajador austríaco, Ghiselain de Busbecq, escribió sobre él,
«al realizar nombramientos el sultán no presta atención a pretensión alguna por
cuestiones de riqueza o rango, ni toma en consideración las recomendaciones de
la popularidad; considera cada caso por sus propios méritos y examina
cuidadosamente el carácter, la capacidad y la disposición del hombre de cuya
promoción se trata».
Con Suleiman, las leyes Kanun llegaron a su forma final y el código de las leyes pasó a llamarse kanun-i Osmanli, o «leyes otomanas».
Con Suleiman, las leyes Kanun llegaron a su forma final y el código de las leyes pasó a llamarse kanun-i Osmanli, o «leyes otomanas».
Logros militares
Conquistas en Europa
Tras suceder a su padre, Solimán emprendió una serie de
conquistas militares, empezando por reprimir una revuelta del gobernador de
Damasco en 1521. Solimán hizo preparativos para la conquista de Belgrado al
Reino de Hungría—algo en lo que su bisabuelo Mehmed II había fracasado. Su
captura fue muy importante para eliminar a los húngaros, que tras las derrotas
de los serbios, búlgaros y los bizantinos eran la única fuerza de importancia
que podía bloquear su expansión por Europa.
Solimán rodeó Belgrado y empezó a bombardearla gravemente
desde una mejana ubicada en el Danubio. Con una guarnición de apenas
setecientos hombres y sin recibir ayuda de Hungría, Belgrado cayó en agosto de
1521.
El camino a Hungría y Austria se abrió ante él; sin embargo,
Solimán distrajo su atención hacia la isla mediterránea de Rodas, cuya
proximidad a Asia Menor y el Levante le había causado muchos problemas al
Imperio.
En el verano de 1522, aprovechando la ventaja de la flota que
había heredado de su padre, lideró personalmente unos 400 barcos y 100 000
hombres desde Asia Menor a la isla. Tras el sitio de Rodas de cinco meses, en
los que se produjeron brutales encuentros, Rodas capituló y Solimán permitió a
los Caballeros de Rodas que partiesen, tras lo que establecieron su nueva base
en Malta.
Tras el deterioro de las relaciones entre Hungría y el
Imperio Otomano, Solimán retomó su campaña en Europa Oriental y el 29 de agosto
de 1526 derrotó a Luis II de Hungría (1516-26) en la Batalla de Mohács. La
resistencia húngara se desplomó y el Imperio Otomano pasó a ser la potencia más
fuerte de Europa Oriental. Tras encontrar el cuerpo inerte de Luis II, Solimán
dijo haberlo lamentado.
Tras el hundimiento del reino húngaro afloró una lucha de
poder. Algunos nobles húngaros propusieron que Fernando I de Habsburgo
(1503–64), gobernador de la vecina Austria y unido a la familia de Luis II por
lazos de sangre, fuera el rey de Hungría, citando acuerdos previos de que los
Habsburgo ocuparían el trono húngaro si Luis muriese sin herederos.
Sin embargo, otros nobles preferían al noble John Zápolya,
que contaba con el apoyo de Solimán, y que no fue reconocido por las potencias
europeas cristianas. Se desató un conflicto a tres bandas cuando Fernando trató
de imponer su dominio sobre tanta parte de Hungría como fuese posible, lo que
resultó en la división del reino en 1541: Solimán reclamó la mayor parte de la
moderna Hungría, conocida como Gran Llanura Húngara y tras eliminar la amenaza
de Stephen Maylad situó a la familia Zápolya en el gobierno de Transilvania
como estado vasallo de su imperio.
Fernando reclamó la Hungría Real, que incluía la actual
Eslovaquia, Croacia Occidental y los territorios adyacentes, fijando
temporalmente la frontera entre los Habsburgo y los Otomanos.
Bajo el mando de Carlos V y su hermano Fernando, archiduque
de Austria, los Habsburgo ocuparon Buda y tomaron Hungría. En 1529 Solimán
marchó una vez más por el valle del Danubio, reocupó Buda en el otoño siguiente
y sitió Viena. Fue la expedición más ambiciosa del Imperio Otomano y el apogeo
de su expansión occidental.
Con una guarnición reforzada de 20 000 hombres los Austrias
le infringieron su primera derrota y plantaron las semillas de la rivalidad
entre los otomanos y los Habsburgo, que perduró hasta el siglo XX.
Solimán trató de conquistar Viena por segunda vez en 1532,
cosechando un nuevo fracaso antes de alcanzar Viena. En ambos casos las
expediciones otomanas fueron azotadas por el mal tiempo (que les forzó a dejar
atrás equipamiento esencial para los sitios) y se resintieron de tener líneas
de suministros muy débiles.
A pesar de la derrota Solimán aseguró al Imperio
Otomano un papel de importancia en el panorama político de Europa.
Conquistas en Asia
Tras afianzar las fronteras europeas desvió su atención a la
amenaza perenne que representaba el Sha de la dinastía Safavid de Persia. Hubo
dos acontecimientos concretos que precipitaron el recrudecimiento de la
tensión. En primer lugar el Sha Tahmasp hizo que asesinasen al gobernador de
Bagdad, leal a Suleiman, y que fuese reemplazado con un partidario del Sha. En
segundo lugar, el gobernador de Bitlis había jurado fidelidad a los safavides.
En 1533 Suleiman ordenó a su Gran Visir Igrahim Pasha que liderase un ejército
que retomó Bitlis y ocupó Tabriz sin resistencia alguna.
Tras unirse a Ibrahim en 1534 Suleiman se internó en Persia,
donde se encontró con que el Sha sacrificaba territorio en lugar de enfrentarse
en combate, lo que resultaba en el debilitamiento de las huestes otomanas al
cruzar estas duras regiones. El año siguiente, Suleiman e Ibrahim hicieron una
gran entrada en Bagdad, ciudad que rindió su comandante, lo que afianzó a
Suleiman como líder del mundo islámico y legítimo sucesor de los califas
abasíes.
Tratando de derrotar al Sha de una vez por todas, Suleiman se
embarcó en una segunda campaña entre 1548 y 1549. Como en la vez anterior, el
Sha Tahmasp I evitó la confrontación con el ejército otomano y procedió a
retirarse, exponiendo al ejército otomano al duro invierno del Cáucaso.Suleiman
abandonó la campaña con las recompensas temporales de Tabriz y Azerbaiyán, la
presencia en la provincia de Van y algunos fuertes en Georgia.
En 1553 acometió su tercera y última campaña contra el Sha.
Tras perder inicialmente territorios en el Erzurm frente al hijo del Sha,
Suleiman contraatacó y recapturó Erzurum, cruzando el Éufrates y devastando
partes de Persia. El ejército del Sha prosiguió su estrategia de evitar a los
otomanos hasta que se llegase a un estancamiento en el que ningún ejército
podía ganar. En 1554 se firmó un acuerdo por el cual Suleiman concluiría sus
campañas asiáticas, se devolvería Tabriz pero aseguraría Bagdad, Mesopotamia
inferior, las desembocaduras del Éufrates y el Tigris y parte del Golfo
Pérsico. el Shah también prometió cesar todas las incursiones en territorio
Otomano.
Suleiman se alió con Francisco I de Francia en su lucha con
el emperador Carlos V, a quien combatieron en el Mediterráneo (1543). La flota
otomana del corsario Jeireddín Barbarroja salió victoriosa en Argel, Túnez y
Trípoli (1551). Fracasó en apoderarse de la isla de Malta (1565). En 1535,
arrebató Bagdad, Mosul y Tabriz a los persas safávidas e impuso su autoridad en
todo el litoral del Yemen hasta Adén y Mascate(1538). Con ello, dominaba todo
el mundo árabe con la excepción de Marruecos y algunos emiratos del Golfo
Pérsico.
Murió de peste, como muchos soldados de su ejército, durante
el sitio de la ciudad húngara rebelde de Szigetvar, cuando la plaza estaba por
capitular.
Mediterráneo y Norte de
África
Tras consolidar sus conquistas en tierra, Suleiman recibió la
noticia de que la fortaleza de Koron ante Andrea Doria, almirante de Carlos V.
La presencia española en el Mediterráneo Oriental preocupaba a Suleiman, pues
la consideraba un indicativo de la intención de Carlos V de discutir el dominio
otomano de la región. Tras reconocer la necesidad de reforzar el papel de la
flota turca en el Mediterráneo, Suleiman nombró al excepcional comandante Khair
ad Din, conocido en Europa como Barbarroja. Una vez nombrado alimrante en jefe,
Barbarroja recibió el encargo de reconstruir la flota otomana hasta igualar el
poderío naval del resto de potencias mediterráneas juntas. En 1535 Carlos V
obtuvo una importante victoria contra los Otomanos en Túnez, pero en 1536 Francisco
I de Francia se alió con Suleiman contra Carlos V. En 1538 la flota española
salió derrotada de la Batalla de Preveza de manos de Barbarroja, lo que aseguró
el Mediterráneo oriental durante 33 años.
Al este de Marruecos se anexionó grandes extensiones de
terreno norteafricano. Los estados berberiscos de Tripolitania, Túnez y Argelia
pasaron a ser provincias autónomas del Imperio, y fueron el escenario del
conflicto entre Suleiman y Carlos V, cuyo intento de expulsar a los turcos
fracasó en 1541. La piratería llevada a cabo desde estos estados pasó a ser
parte de las guerras entre los otomanos y España, y la expansión otomana se vio
asociada con el dominio naval durante un breve perioso de tiempo. Las naves
otomanas controlaban también el Mar Rojo y el Golfo Pérsico hasta 1554, cuando
su flota cayó derrotada por la del Imperio Portugués. Los portugueses seguirían
batallando contra las fuerzas de Suleiman por el control de Aden, actual Yemen.
Francisco I firmó un tratado de paz con Carlos V en 1538, sin
embargo se alió nuevamente con Suleiman en 1542. En 1543 Carlos se alió con
Enrique VIII de Inglaterra y forzó a Francisco a firmar la Tregua de
Crepy-en-Laonnois. Carlos firmó un humillante tratado con Suleiman para darse
un respiro por los enormes gastos de la guerra.
En 1544, cuando España le declaró la guerra a Francia, el rey
francés le pidió ayuda a Suleiman, que envió una flota liderada por Barbarroja
que salió victoriosa ante los españoles y consiguió recuperar Nápoles. Suleiman
le dio el título de Beyler Bey (Commandante de comandantes). Un resultado de
esta alianza fue la encarnizada lucha entre Dragut y Andrea Doria, que dejó el
Mediterráneo Norte y el Sur en manos musulmanas.
Cuando los caballeros de la Orden de Malta se reasentaron en
el Reino de Malta en 1630 sus acciones contra los navíos musulmanes despertaron
la ira del emperador otomano, que mandó otro gran ejército para desalojarles.
En 1565 invadieron Malta, empezando con el Sitio de malta, que empezó el 18 de
mayo y acabó el 8 de septiembre, y está representado en los frescos de Matteo
Perez d'Aleccio. Al principio la batalla parecía una réplica de lo ocurrido en
Rodas con la mayoría de las ciudades destruidas y la mitad de los Caballeros
muertos en combate, pero las fuerzas españolas acudieron en su ayuda, lo que
resultó en la pérdida de 30 000 soldados otomanos.
Tras estos acontecimientos Suleiman volvió a concentrarse en
Hungría de nuevo. Murió de un ataque durante la Batalla de Szigetvár en
Szigetvár, Hungría, (5 o 6 de septiembre de 1566).
VER: El Imperio otomano
Legado
Cuando murió Suleiman, el imperio otomano, con su potencia
militar sin rival, riqueza y extensión, era la mayor potencia mundial. Las
conquistas de Suleiman pusieron bajo el control del imperio a las principales
ciudades musulmanas (La Meca, Medina, Jerusalén, Damasco y Bagdad), muchas
provincias balcánicas (llegando hasta las actuales Croacia y Austria) y la
mayor parte del norte de África.
Su expansión por Europa dio a los turcos
otomanos una fuerte presencia en la balanza europea del poder. Es más, tal fue
el temor que se percibía hacia el imperio otomano durante el reinado de
Suleiman que el embajador Busbeck avisó de la inminente conquista de Europa:
«En el bando turco están los recursos de un poderoso imperio, una fuerza
inigualable, la habituación a la victoria, la resistencia, unidad, disciplina,
frugalidad y vigilancia ... ¿Podemos dudar cuál será el resultado?
Cuando los
turcos se hayan asentado en Persia, volarán a nuestras gargantas apoyados por
el poderío de todo Oriente; cuán poco preparados estamos, no temo decir».
El legado de Suleiman no fue únicamente en el ámbito militar.
El viajero francés Jean de Thévenot, un siglo después, es testigo de la «fuerte
base agrícola del país, el bienestar de los campesinos, la abundancia de
alimentos básicos, y la preeminencia de la organización en el gobierno de
Suleiman». Las reformas administrativas y legales que le dieron el nombre de
Dador de Leyes garantizaron la supervivencia del imperio mucho después de su
muerte, un logro que «necesitó muchas generaciones de herederos decadentes para
deshacerlo».
Mediante su mecenazgo personal, Suleiman también presidió la
Edad de Oro del imperio otomano, lo que representa el cénit de los logros
culturales de los turcos otomanos en el ámbito de la arquitectura, literatura,
arte, teología y filosofía.
Hoy el horizonte del Bósforo, y de muchas ciudades
de la Turquía moderna y la antigua provincia otomana, todavía son adornados con
la obras arquitectónicas de Mimar Sinan. Uno de ellos, la Mezquita de Süleymaniye,
es el último lugar de descanso de Suleiman y Hurrem Sultan: están enterrados en
mausoleos adjuntos a la mezquita.
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