CINE EUROPEO - Tres colores: (Trzy kolory:
Niebieski, 1993) de Krzysztof Kieślowski
La extensa experiencia cinematográfica de Krzsysztof
Kieslowski oscila entre la Segunda Guerra Mundial, la Polonia comunista en el
contexto de la Guerra Fría y Europa sin Muro de Berlín. Kieslowski nace en todo
el contexto de la Segunda Guerra Mundial, el 20 de junio de 1941, en Varsovia,
Polonia.
El Estado polaco sería el epicentro geopolítico de un
conflicto que afectaría no sólo la disminución de su territorio, sino que
implicaría un tremendo impacto cultural y social. Es una confrontación
territorial y étnica, que cobraría la vida de cerca de seis millones de
ciudadanos y la desaparición casi sistemática de unas tradiciones milenarias étnico-religiosas.
Entre 1993 y 1994 el cineasta polaco Krzysztof Kieslowski
dirigió una trilogía cuyos títulos hacen referencia a los colores de la bandera
de francesa. Así pues, Kieslowski se inspira libremente en los tres grandes
valores de la Revolución del XVIII:
- La libertad, en Tres colores: azul (Trois couleurs: Bleu, 1993)
- La igualdad, en Tres colores: blanco (Trois couleurs: Blanc, 1994)
- La fraternidad, en Tres colores: rojo (Trois couleurs: Rouge, 1994).
La trilogía de los colores del director Polaco Krzysztof
Kieslowski es uno de sus trabajos mas aclamados y una de las obras mas
brillantes de su carrera. Con tres películas que bien se pueden apreciar de
manera separada, pero que cobran mucho mas fuerza cuando se aprecia como parte
de un todo, tal cual era la intención del director.
El diseño literario de la Trilogía de colores relata las
casualidades, las historias inesperadas, la búsqueda de algo que se ha perdido.
Es el comienzo de unas situaciones líquidas en donde el amor es su principal protagonista,
y de esta manera, los objetos, los lugares, las situaciones afectivas, los
encuentros y los desencuentros son las variables más constantes de este
tríptico. Son los signos básicos de una sociedad que demanda respuestas y,
según la narrativa kieslowskiana, su posible interpretación se encuentra en el
escenario de las casualidades: el azar mismo.
Pero, además, es la clara desazón social de un conflicto
bipolar tan nefasto que arrojó las más notables incertidumbres políticas y culturales.
Este desmoronamiento del orden racional, será la profunda carga simbólica que
desarrolla en imágenes en movimiento esta narrativa, cuyo círculo estético
señala los afectos y los desafectos de la vida amorosa de sus personajes.
En esa medida, Kieslowski nos retrata el vacío, la soledad y
el desengaño, la compleja condición humana envuelta en las más sutiles
pasiones, en donde se plantea una clara contradicción entre el desorden
amoroso, la ley y el orden social:
“Normalmente vivimos en el orden de la ley, incluso cuando
tenemos el fantasma de abolirla. Sólo vemos un más allá de ley en la trasgresión
o la suspensión de lo prohibido”
Azul (Bleu, 1993) es la primera película que inicia la
trilogía; el desprendimiento afectivo, el hilo conductor de esta historia. La
muerte y la vida es para Kieslowski el dilema narrativo; finalidad y comienzo
es la travesía narrativa que inicia esta primera historia de la trilogía. Entonces,
después del Muro de Berlín ¿qué? La escena en la que una mujer camina por la
calles rozando su puño contra un muro es signo del odio que dejaría esa división
ideológica, que afectaría de igual manera todos los afectos. Este pasaje es una
metáfora política enmarcada posiblemente en lo que Bauman llama “la modernidad
líquida”:
Azul' sería la película que representa la libertad, más como una idea emocional que como un concepto social y político. Su argumento se centra en Julie (Juliette Binoche), una mujer que acaba de perder a su marido y a su hija en un accidente de coche. Tras el shock inicial y sus intentos por quitarse la vida, veremos la forma de esta joven de encajar la nueva situación y decidir si continuar con la obra inacabada de su marido, un famoso compositor al que se le había encargado una pieza para conmemorar la unificación europea.
Bleu es un complejo estudio
psicológico sobre la libertad
(representada por el color azul).
Solo para después tener que lidiar con la muerte de su
familia y tener que soportar el asedio de los medios que buscar la inacabada
obra musical de su difunto esposo. A partir de allí la historia seguirá la vida
de Julie y como sus decisiones “libres” la llevan por distintos caminos,
primero en su intento de suicidio y posteriormente a aceptar la vida y
continuar, aun cuando varios secretos de su esposo salgan a flote.
Visualmente, el director usa muchas técnicas para mostrar el
sentido de pérdida de Julie y su conflicto interno. Cuando Julie mira por
televisión el funeral desde la cama del hospital, la sombra de su dedo acaricia
el pequeño ataúd impreso en la pantalla. Una vez fuera ya del hospital, empieza
a nadar sola en una piscina oscura y cada vez el dolor la abruma más y más,
pero no deja de nadar, poniéndose al límite de sus fuerzas, intentando olvidar
su tristeza. La clave para entender el argumento reside en el significado que
Kieślowski da al color azul. Según sus palabras, en la época actual ya no
simboliza la libertad en un sentido político o social, sino la libertad de
vivir la vida en sí misma.
Como las otras dos películas de la trilogía, Trois Couleurs:
Bleu hace continuas alusiones al color de su título. No se limita al uso de
filtros y luces azules, además, algunos objetos más o menos relevantes en la
historia son azules. La luz azul simboliza el pasado de Julie, es omnipresente
en algunos pasajes de la película y acompaña los compases de la sinfonía que
articula gran parte de la historia; en contrapunto, algunos fundidos en blanco
de la película se asocian a momentos de felicidad de Julie. Algunos fragmentos
incluyen diversas referencias a los otros colores de la trilogía. En una
escena, niños con bañadores blancos y flotadores rojos saltan a una piscina
azul; en otra, Julie entra accidentalmente en los juzgados en los que Karol, el protagonista de Blanc, aboga por su inocencia. El rojo, por su parte,
se ve retratado en una escena que transcurre en el barrio rojo de París, cerca
del Pigalle.
Bleu es una película que atrapa la mente, desafía los sentidos, implora
una resolución, y cuenta, con gracia estética y elegancia formal, una buena
historia y una alegoría política. Michael Hoshall del Boulder Daily
Camera dijo: "Juliette Binoche está luminosa en la representación de una
mujer que se da cuenta de su valía como compositora y como ser humano."
Su principal diferencia respecto a otros títulos de temática
similar, es su total falta de ataduras para mostrar la evolución del personaje
protagonista. No se preocupa por la impresión del público, si vamos a
comprender sus actos después de esta tragedia, si su transformación es lógica y
consecuente; solo con ser fiel a la verdad de su esencia. Y esa es la
impresión, que todo lo que vemos es limpio, no hay intento de manipular a la
audiencia creando momentos impactantes. Así, la sencillez es la nota dominante,
y elementos tan poco casables como el suicidio, el engaño, un/a amante, una
prostituta, una madre, un ratón, una piscina o una melodía cobran importancia
en la historia.
Bleu puede ser una película de
poderes curativos, una excusa para exteriorizar lo oculto y aceptarlo, aprender
a vivir con nuestras heridas. Julie, por lo tanto, es una especie de virgen
(otro símbolo, nada tangible), el paradigma del modelo a seguir, el camino de
la bondad y la rectitud. Bleu condensa todos los estados por los que puede
pasar un ser humano ante un episodio de extrema dureza, en este caso la muerte
de una hija y un marido querido.
Julie empieza en estado de shock, sigue con un intento de
suicidio, interioriza la desgracia, se mortifica, nos muestra su rabia, intenta
olvidar su pasado y, al final, con el resurgido interés por la partitura
inacabada de Patrice, afronta su pasado, se reconcilia con lo que fue y afianza
lo que quiere ser en un futuro. No hay crítica posible para las actitudes de
Julie: en los últimos minutos, nuestras dudas sobre el personaje se despejan cuando
la mujer culmina un acto altruista, una muestra de amor a su marido y a lo que
queda de él. El símbolo se cumple: el personaje debe tener la libertad de vivir
lo que quiera como quiera, y el espectador tiene la libertad de comprenderla o
no, de conectar con el relato o no. Bleu, en definitiva, habla sobre el
respeto, el derecho y la obligación que todo ser humano tiene de preservar la
libertad propia y la de la que nos rodean (aquí una vecina prostituta, la
amante de Patrice... incluso unos ratones recién nacidos). Bleu no juzga, no
incrimina ni recrimina: el fondo y la forma se funden de forma coherente,
armónica, perfecta.
El color Azul es la representación simbólica de la incertidumbre
que impregna toda la película. Kieslowski sabe muy bien que todo lo que nace
tiene que morir. El morir y el nacer, dos metáforas que contienen el gran
significado que dejaría la caída del Muro de Berlín. En Azul, Kieslowski se pregunta:
¿Quién posee realmente la libertad?
El color Si bien unas de las características de Azul es el desprendimiento, en
Blanco es la penuria de mantener el establecimiento amoroso. La historia narra
las artimañas que Karol (Zbigniew Zamachowski ) se inventa para volver a
rescatar el amor de su esposa Dominique (Julie Delpy).
El amor en este drama “es anhelo de querer y preservar el
objeto querido”. El miedo a la soledad, el
desamor, la decepción, y sobre todo el deseo y la seducción, son los
conductores de esta historia: “¿Qué hay más seductor que el desafío? Desafío o
seducción, es siempre enloquecer al otro”.
En esta segunda
narrativa el Muro de Berlín es, sin duda, algo del pasado, un fantasma. Ya no
predomina el viejo orden ni mucho menos la justicia, todo es posible, todo se
compra —hasta los muertos, los funcionarios públicos—, todo tiene un valor de
uso, un precio, todo empieza a develarse. Por otro lado, la metáfora de lo frío
—la película se desarrolla en invierno— prevalece en los fondos fotográficos,
pero contrasta bellamente con el género del melodrama y el humor fino.
La pregunta que nos introduce en Blanco es ¿Por qué tratamos de
buscar la felicidad? En Blanco como en Azul no hay respuestas, sólo
incertidumbres.
Título original
Trois couleurs: Blanc/ TRES COLORES: BLANCO
Año: 1994
Duración: 92 min.
País: Francia Francia
Director: Krzysztof Kieslowski
Guión: Krzysztof Piesiewicz & Krzysztof Kieslowski
Música: Zbigniew Preisner
Fotografía: Edward Klosinski
Género: Comedia. Drama | Comedia dramática
Sinopsis
En Blanco, Kieslowski dota a la narración y a la propia historia
de un sentido más cómico pese a lo dramático del argumento. En ella, Karol
-Zbigniew Zamachowski-, se enfrenta a un problema de impotencia que su mujer
-Julie Delpy- no tolera, hasta el punto de exigirle el divorcio. Tras este
traumático suceso, Karol decide volver a su Polonia natal y emprender un
negocio con el único objeto de vengarse de su ex esposa.
La referencia que hace a la igualdad se puede entender en el
sentido de "igualdad de condiciones" en una relación sentimental.
“Blanco”:
Kieslowski mira con recelo la igualdad de Occidente.
Ambientada primero en París y después en su Polonia natal,
“Blanco” es la segunda película de la trilogía “Tres colores” de Krzysztof
Kieslowski, una especie de bisagra o puente entre “Azul” y “Rojo” y también
entre los dos países de su vida. En ella traza a la vez una delicada historia
de amor que parece imposible pero que está llena de esperanza y futuro, y una
feroz crítica a la política capitalista que había inundado su patria
dinamitando sus principios morales: un elemento intimista frente a otro
ético-político, planteados ambos en un difícil equilibrio que permite momentos
para la reflexión y otros llenos de emoción.
Con producción francesa en un deseo de celebrar el
aniversario de la Revolución de 1789, Kieslowski se cuestiona la imagen de Occidente
como defensora de unos principios de libertad e igualdad, pues la realidad
cotidiana parece asfixiarlos en unas estructuras donde el poder reside en la
ilimitada capacidad adquisitiva del dinero: la igualdad queda reducida, para el
director polaco, a una máscara vacía de contenido y a una utopía para el
individuo.
Aunque la crudeza y realismo con que aborda ese conflicto
entre el mundo de Karol y el de Dominique contrasta con el canto a la
unificación europea de “Azul”, también aquí Karol debe sufrir, como le sucedió
a Julie, su propia “muerte interior” y bajar a un infierno personal para poder
después acceder a una nueva vida en que una purificada igualdad le permita
amar.
La igualdad es, efectivamente, algo por lo que luchará Karol
(Zbigniev Zamachowski), peluquero de origen polaco afincado en París, muy
enamorado de su mujer Dominique (Julie Delpy), que acaba de solicitar el
divorcio alegando impotencia de su marido. Ante la Justicia francesa, Karol no
es más que un emigrante sin derechos, un extranjero que desconoce el idioma,
por lo que al divorcio le sucederá la pérdida de bienes y pasaporte quedando en
situación ilegal. Humillada tras un nuevo intento fallido de consumar el
matrimonio, Dominique resuelve entonces denunciarle falsamente de incendiar la
peluquería, con lo que Karol no tiene otro remedio que huir del país.
Con todo, Kieslowski parece querer decirnos que la igualdad
–y el amor, en definitiva– no puede fundamentarse en la capacidad económica, en
unas estructuras sociales donde en realidad “los más iguales” son los que
tienen más poder, sino más bien en la dignidad de la persona. Los protagonistas
concluirán en sus negocios que “todo se puede comprar” (el amor, la muerte, a
las personas y sus testimonios…), que “todo es posible”… para descubrir al
final que no era así. En ese momento, aún no han aprendido a buscar y encontrar
la verdadera igualdad. Pensaban que se podía alcanzar simplemente por el poder
económico, por la imposición y por venganza, y sólo mucho después descubrirá
–hasta el final de “Rojo” con el naufragio no lo sabremos– que la verdadera
igualdad únicamente llega a través del amor individual e personal.
Rojo (Rouge, Fraternidad, 1994) es un recorrido psicológico
por la soledad. La imagen introductoria de este último capítulo de la trilogía,
es muy diciente: un recorrido de un cable de color rojo por el mar que culmina
en un teléfono. Ya no hay muros que separen las fronteras territoriales, hay cables
electrónicos comunicativos que distribuyen soledades y desamores. Estar con el
“otro” virtualmente, es la clara demostración de la más profunda soledad.
Rojo cuenta la historia de tres personajes que en narrativas
temporales distintas pero en el mismo lugar geográfico, Ginebra, sufren el más
profundo desamor.
Valentina (Irène
Jacob), una joven estudiante que se gana la vida como modelo para la promoción
de chicles, siempre sola y a la espera de una llamada de su amante, Joseph
Kern, un juez jubilado (Jean-Louis Trintignant) que tiene como obsesión espiar
a los vecinos y conocer su vida privada, y un futuro abogado (Jean Pierre Lori)
cuyo objetivo es ganar su examen para culminar sus estudios de Derecho.
Tres destinos que tienen un encuentro en común: la
desilusión, la soledad y el desamor. Son los puntos de ruptura de unas relaciones
recíprocas, profundamente idealizadas, en donde “el amor está siempre al borde
de la derrota”
Valentina -Irène Jacob- es una joven estudiante
que se gana la vida como modelo. Una noche, atropella a un perro y tras
salvarlo de la muerte decide llevarlo con su dueño. Allí conocerá a un hombre
frío y enigmático -Jean-Louis Trintignant- que pasa el tiempo escuchando las
conversaciones telefónicas de sus vecinos.
Rojo es tan bella y compleja como sus protagonistas o la obra
de su director. En ella, Kieslowski recupera algunos de los temas tratados en
su mejor película, tales como la importancia y significación de los instantes y
las decisiones tomadas día a día, por intrascendentes que éstas puedan parecer.
Kieslowski
utiliza el melodrama, nos sumerge en los terrenos más álgidos de la condición
humana, entre el amor y el desamor.
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