domingo, 17 de enero de 2016

LA FAMILIA MÉDECI

Si bien el predominio de la familia Medici, Florencia se convirtió en el centro cultural de Europa y también se convirtió en la cuna del nuevo humanismo.

Los Medici fueron, posiblemente, la familia más rica en Italia. . En el siglo 13 la familia comenzó a ganar la riqueza. Al final del siglo XIII, el aumento de la riqueza de la familia cuando uno de los miembros de la familia actuó como gonfalero (portador de un alto cargo ceremonial).

En el siglo XIV un nuevo aumento de su riqueza.

El hijo de Giovanni, Cosimo de Medici, iba a ser el verdadero fundador de la fortuna familiar. En 1434, Cosimo controlaba por el gobierno de Florencia. A los sesenta años Cosimo gobernó Florencia, pero no tenía título oficial. 

Cosimo ha hecho mucho para la ciudad de Florencia. Él había gastado mucho dinero en su ciudad y su apoyo a los artistas y escultores. Las iglesias fueron construidas y muchas de las grandes bibliotecas se produjeron con los libros que había recaudado. Después de Cosimo de fallecer ganó el título de Pater Palrige (padre de su país).

Cosimo y tenía dos hijos mientras que su primer hijo, Pier, dictaminó deslizado tipo de cosas. Entonces, una vez más, el aumento de su riqueza a causa de su otro hijo llamado Lorenzo.

Lorenzo era un poeta, statsman, político, banquero, mecenas de artistas, escritor, filósofo, y que desempeñó un importante papel en la política italiana. Él había gastado parte de su tiempo escribiendo poesía y canciones de carnaval. Aunque no ocupó ningún puesto oficial,  hizo muchas cosas buenas para el pueblo. Apoya a los artistas', les da educación y suministra la compra de viviendas por su trabajo. Fue realmente un hombre del Renacimiento.

FLORENCIA DE LOS MÉDICIS.

Familia italiana de banqueros y políticos que gobernó Florencia durante cuatro siglos, también conocida por su denominación en español, Médicis.

La primera vez que los Medici alcanzaron notoriedad en la ciudad fue a principios del siglo XIII, como comerciantes y prestamistas y en la década de 1260 pasaron a formar parte de la vida pública. Gracias a sus numerosos negocios y a sus operaciones comerciales en Europa, los Medici se convirtieron una de las familias más ricas de la Italia del siglo XV, pero siempre respaldaron a la facción popular frente a los gobernantes aristócratas de Florencia.

Cosme de Medici el Viejo, un político sagaz, estableció el dominio de la familia en Florencia a partir de 1434. Su nieto, Lorenzo el Magnífico, perfeccionó el control de los Medici y convirtió a la familia en una de las más poderosas de la Italia renacentista. Fueron expulsados en dos ocasiones de la ciudad por sus rivales políticos (1494-1512 y 1527-1530) y las dos veces regresaron con ayuda de España.


Dos de los papas más destacados del renacimiento, León X y Clemente VII, fueron miembros de la familia Medici.

León X [Juan de Médicis]

(Florencia, 1475-Roma, 1521) Papa 
florentino   (1513 -1521).  Hijo   de 
Lorenzo   el   Magnífico,  se instaló 
en  Roma  siendo  cardenal. Legado 
en  Bolonia,  fue  hecho   prisionero 
por los franceses (1511).   Restauró 
a   los   Médicis  (1512),  otorgando 
cargos   eclesiásticos   a   miembros 
de su familia.   En materia religiosa 
continuó los trabajos del V Concilio 
de Letrán.    Firmó   un  concordato 
con   Francisco  I de Francia (1516) 
y     nombró   defensor      fidei    a 
Enrique VIII de Inglaterra. 


   La construcción de la Basílica de 
San Pedro emprendida por León X 
demandaba cuantiosas inversiones 
de oro y plata, metales agotados en 
las   arcas     de la iglesia de Roma; 
había   que     allegarlos por vía de 
tributos    especiales y recaudacio-
nes extraordinarias. 

    Agobiados los  Estados Pontifi-
cios     por las  cada vez más abul-
tadas      medidas  fiscales, acudió 
el   Papa    al socorrido recurso de 
la   venta    de  indulgencias; bajo 
la   promesa    evangélica de obte-
ner   el   ciento por uno en la otra 
vida,   publicó   una bula el 31 de 
marzo  de  1515   solicitando   los 
donativos  de  los fieles cristianos 
para  la  obra  basilical.  

  La   escandalosa    transacción de 
indulgencias    por   dinero  fue  el  
detonante  para que Martín Lutero, 
con   su rebeldía   frente al papado,  
iniciara    en     1517   una reforma 
eclesiástica que habría de escindir 
la comunidad cristiana. .

En  1520    excomulgó   a   Lutero. 
De nada sirvieron las condenas de 
las doctrinas luteranas  hechas por
el papa ni la excomunión  en 1521 
de su autor y de quienes las siguie-
ron: la Reforma protestante  no  se 
pudo frenar.

Encargó a Rafael y a Miguel Ángel 
diversos trabajos en el Vaticano y 
en Florencia.
Cuando contaba 13 años, Juan de 
Medici fue  nombrado cardenal y 
a los 37 fue elegido papa. 

Evitó la invasión francesa de Italia, 
aunque  en  1515 fue derrotado por 
Francisco I,  rey  de  Francia. En el 
año  1516  estableció las relaciones 
con Francia bajo un concordato. 

El rey tuvo el poder en el nombra -
miento  de  obispos  y  otros   altos 
cargos   eclesiásticos,   a  pesar del 
teórico poder de veto papal. Gracias 
a sus esfuerzos, el papado se convir -
tió  en la  fuerza  política dominante 
de Italia.

El V Concilio de Letrán concluyó 
(1517) durante su pontificado. 
Formado en la tradición de mece -
nazgo    de  los  Medici, es famoso 
como   mecenas   generoso   de las 
artes   más   que como figura de la 
Iglesia.   Invirtió   mucho   en pro -
yectos   de   maestros como Rafael 
y   Bramante.   Sus extravagancias 
como   mecenas    y la   ostentación 
de   su corte,    fueron responsables 
del movimiento reformador. 

  La venta de indulgencias  por  el 
monje alemán   Johann Tetzel y la 
indignada  respuesta  de    Martín 
Lutero en 1517 dieron origen a la 
Reforma protestante. Condenó las 
herejías luteranas  y  excomulgó a 
Lutero y a sus partidarios en 1520.





El PAPA X natural de Florencia, nacido en 1475 y muerto en 1521. Su verdadero nombre era Juan de Médicis. Era hijo de Lorenzo el Magnífico; fue nombrado cardenal a la edad de trece años, pero no recibió las órdenes sagradas hasta cuatro años después.

La invasión de Carlos VIII de Francia en Italia, le obligó a abandonar Florencia y pasó a fijar su residencia en Roma, donde se captó la amistad de Julio II. Habiendo recibido de éste el mando de Perusa, fue hecho prisionero en Rávena recobrando la libertad cuando los franceses evacuaron el Milanesado.

 Fue elegido para suceder a Julio II en 1513, y su pontificado es célebre por los acontecimientos políticos y religiosos y por el impulso que dio a las artes. Hizo la paz con Luis XII de Francia. Intentó, aunque en vano, por medio de hábiles negociaciones dar a príncipes de su familia los reinos de Nápoles y de Toscana, y permanecer neutral.

Terminó el concilio de Letrán concluyendo con Francisco I en 1516 el famoso concordato que ha regido a la Iglesia de Francia por espacio de tres siglos. Mandó predicar en toda la cristiandad indulgencias que vendió a muy alto precio, primero con el fin de costear una cruzada contra los turcos y luego con el de acabar la basílica de San Pedro.


EL PERDÓN PARA LOS PECADORES: En la Roma del Renacimiento y en la Iglesia Católica, todo estaba a la venta, y sólo era cuestión de disponer del dinero necesario para poder pagar el precio adecuado, los perdones otorgados u constituían una excepción.

Fue el papa León X —hombre organizado por demás— quien ideó y difundió las tarifas para ir al cielo, la Taxa Camarae, por demás claro en términos de cuánto había que pagar en cada caso particular para ser perdonado. Como se podrá apreciar, todo pecado/delito tenía su precio estipulado y no había crimen que no pudiese ser perdonado a cambio de ser generoso con las arcas papales.

Desde el asesinato (único o múltiple) hasta el incesto, pasando por la licencia para poner puestos de venta en los pórticos de las iglesias —recordaría León X que Cristo echó a los mercaderes del templo?— todo tenía un importe que, pagado, declaraba abierto el cielo a pesar de los hechos perpetrados.

La Taxa Camarae es una tarifa promulgada, en el año 1517, por el papa León X (1513-1521) con el fin de vender indulgencias, eso es perdonar las culpas, a todos cuantos pudiesen pagar unas buenas libras al pontífice. Como verá no había delito, por horrible que fuese, que no pudiese ser perdonado a cambio de dinero. León X declaró abierto el cielo para quienes, clérigos o laicos, hubiesen violado a niños y adultos, asesinado a uno o a varios, estafado a sus acreedores, abortado… pero tuviesen a bien el ser generosos con las arcas papales.

LA TAXA CAMARAE Creemos que así como en el caso del ya mencionado Alejandro VI o de Sixto V, fue y será necesario dar cuenta de, al menos, parte de su vida para retratarlo de manera cabal, para este prelado, basta con enumerar los treinta y cinco artículos por él ideados para la Taxa Camarae, para dar una idea por demás acabada de lo que era el papado en ese momento.

Dando lugar con este abuso a las famosas disputas que produjeron la reforma; excomulgó a Lutero en 1520, pero no pudo sofocar la herejía que se extendió por toda Alemania. Nombró de una sola vez a 31 cardenales, entre los que se encontraba Adriano VI, el Papa reformador que le sucedió. Algunos autores aseguran que murió envenenado. 

Su pontificado se ilustró por el progreso de las letras y las artes de tal modo que se llamó a aquel siglo el Siglo de León X. En él florecieron Ariosto, Berni, Accolti, Alamanni, Fracastor, Sannazaro, Vida, Bembo, Maquiavelo, Guichardin, Sadoleto, Miguel Ángel, Rafael, Andrés del Sarto, Julio Romano, etc

Muere en Roma, el 1 de diciembre de 1521. La causa de su muerte parece que debe buscarse en el veneno que le habría administrado su copero Bernabé Malaspina, el cual fue detenido. El ceremoniero pontificio Paris de Grassis pidió a los médicos que practicaran la autopsia al cuerpo del papa Medici, pero no se le hizo.


Ya en 1517, León X había sido objeto de un intento de envenenamiento. La conjura, en la que se hallaban implicados al menos cinco cardenales, fue descubierta al interceptarse una carta del cardenal Petrucci, el cabecilla, a su secretario Nini. Resultó que se había corrompido a Pietro Vercelli, médico del Papa, para que emponzoñase el medicamento con que le trataba de una molesta fístula.

F I R E N Z E - FLORENCIA

 Está situada a 50 m. de altitud, es la capital de la Toscana, a orillas del río Arno. Se encuentra entre Bolonia y Siena (66 Km.), a 255 Km. de Milán, 300 Km. de Venecia, y a 267 Km. de Roma. Es la ciudad que dio a Italia su propio idioma y cuna del Renacimiento. A sus habitantes se les denomina florentinos.

Tras ser poblada por los etruscos en la colonia Fiésole, los romanos formaron el típico campamento romano.
Tras la caída del Imperio, fueron los lombardos quienes la controlaron en la Alta Edad Media, por mediación del Marqués de Toscana.

Fue ciudad libre desde 1145 hasta 1434, que quedó bajo el poder de los Médici. En el S.XV la producción artística tuvo su punto culminante en la Florencia del Quattrocento. En 1512 fue conquistada por los españoles. Durante siglos luchó por su independencia, hasta que en 1861 nace el estado italiano

El renacimiento vive su máximo esplendor en la ciudad de Florencia durante el siglo XV. Como nunca antes, durante este período, al hombre se le consideró como el centro del universo y se le rinde homenaje como artífice y constructor de su propio destino.

La nueva concepción renacentista del mundo, ubica al hombre como genio creador de belleza, y venera toda su potencialidad como una creatura excepcional dentro del universo. La ciudad de Florencia, ya famosa por su producción textil y como centro mercantil y bancario, se encuentra durante este período en una verdadera “Edad de oro” y las artes florecen en toda su magnitud.

Estamos frente a la más grande revolución de las artes, esta ciudad cuna del Renacimiento, concentra una enorme cantidad de hombres que hacen avanzar a la sociedad en términos artísticos, científicos, literarios y técnicos.

Los artistas, que ahora incorporan conocimientos científicos en sus obras, alcanzan enormes estatus y reconocimiento. Todas las familias nobles y poderosas de Italia encargan suntuosas obras de arte para demostrar su cultura y refinamiento. Entre todas, destacan la familia de los Médeci que conquistan el poder en 1434.

         Lorenzo de Médeci, (1449 – 1492) denominado también “el magnífico” accede al gobierno de la ciudad a partir de los 20 años y su vida transcurre durante la cúspide del Renacimiento Italiano. Como diplomático, banquero y mecenas del arte.

Lorenzo es considerado un verdadero “padrino del renacimiento” apoyando a artistas como Leonardo da VinciMiguel Ángel y  Sandro Botticelli.

 En Florencia, mientras tanto, ocupó el poder Lorenzo II (1492-1519), hijo de Pedro II. Gobernó nominalmente dirigido por su tío, el papa León X (que en 1516 le hizo duque de Urbino). De su matrimonio con una aristócrata francesa nació Catalina (1519-89), que habría de ser reina de Francia por su matrimonio con Enrique II. Hipólito (Ippolito, 1511-35), hijo natural de Julián, fue hecho cardenal por su tío Clemente VII, que le empleó para dirigir la política florentina en su nombre. 

Probablemente murió envenenado por su pariente Alejandro (Alessandro, 1510-37), hijo natural de Lorenzo II o quizá del cardenal Julio de Médicis. Fue impuesto en el poder en 1530 por las armas de Carlos V, que en aquel momento controlaban Italia. El emperador hizo a Alejandro duque de Florencia (1532), con lo que los Médicis quedaron convertidos en dinastía ducal de una monarquía hereditaria. Alejandro ejerció un poder tiránico que causó gran descontento en la ciudad. Sus habitantes enviaron a Hipólito de Médicis a plantear sus quejas ante Carlos V, pero el enviado murió durante el viaje, seguramente envenenado por Alejandro.

Éste moriría también -extinguiéndose la rama principal de los Médicis- a manos de un miembro de la rama secundaria de la familia, Lorenzino o Lorenzaccio (1514-48). Éste era un escritor de la corte de Alejandro, a quien decidió asesinar imbuido de ideales republicanos. Para su decepción, la muerte del tirano no dio paso a un régimen de libertades, sino a la sucesión en el Ducado de otro Médicis de esta rama, Cosme I (Cosimo, 1519-74), en 1537. Once años después, Cosme haría asesinar, a su vez, a Lorenzino.

Cosme fue otro tirano como Alejandro, protegido como él por Carlos V. Bajo su principado alcanzó Florencia el apogeo de su poder en Italia, conquistando Lucca y Siena. En 1569 esta ampliación territorial fue sancionada por la coronación de Cosme como gran duque de Toscana por el papa Pío V. Inició además una política de limpieza del Mediterráneo de piratas berberiscos, que continuarían sus sucesores.

Le sucedió su hijo Francisco María (Francesco Maria, 1541-87), que continuó la línea de gobierno despótico y aliado de España. Su hija María (1573-1642) llegaría a ser reina de Francia por su matrimonio con Enrique IV y regente durante la minoría de edad de Luis XIII.

Francisco María murió probablemente envenenado por su hermano, el cardenal Fernando I (Ferdinando, 1549-1609). Al suceder a su hermano en la Corona ducal (1587) abandonó el capelo cardenalicio y contrajo matrimonio. Con él se inició la protección de los Médicis a Galileo, que continuarían sus sucesores. Cambió la orientación política de Toscana, alineándola con la Francia de Enrique IV contra la España de Felipe II y Felipe III (de hecho, fue él quien casó en 1601 a su sobrina María con el rey francés). Sin embargo, cuando Francia hizo la paz con el duque de Saboya, Fernando volvió a aliarse con Felipe III para hacer frente a su enemigo italiano.


Le sucedieron su hijo Cosme II (1590-1621), su nieto Fernando II (1610-70), su bisnieto Cosme III (1642-1723) y su tataranieto Juan Gastón (1671-1737), bajo los cuales tuvo lugar la decadencia de la dinastía. El último de los mencionados no tuvo descendientes varones, con lo que se extinguió el linaje de los Médicis, dejando Toscana a merced de los intereses diplomáticos de las grandes potencias. Por el Tratado de Viena (1735) la Corona ducal de Toscana fue otorgada al duque de Lorena, esposo de María Teresa de Austria, que más tarde sería emperador con el nombre de Francisco I.

VER: Los Medici,  Padrinos del Renacimiento - Poder contra verdad, IV


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