jueves, 23 de julio de 2020

UN PENSAMIENTO ECONÓMICO ANTE EL COVID - 19

La pandemia de COVID-19 parece haber pillado por sorpresa a los países, a las economías y a los sistemas sanitarios.

Se decía que el virus no discrimina entre ricos y pobres. Pero lo cierto es que no ataca a todos por igual. Mientras hoy las personas con ingresos bajo los $ 500 mil sienten miedo y tristeza, en las familias de ingresos altos predomina la rabia. Hoy enfrentamos no solo un virus sino una crisis que tiene un fuerte y desigual impacto en la salud mental.

La rápida propagación de COVID-19 ha producido un quiebre en nuestra cotidianidad, afectando nuestra salud, relaciones sociales y fuentes laborales. 

Las medidas de distanciamiento físico, las restricciones a la movilidad, la cuarentena, el cierre temporal de instituciones educativas y las modalidades de teletrabajo constituyen un escenario que demanda un importante esfuerzo de adaptación, produciendo un desgaste a nivel personal, familiar y comunitario. el 15% y 20% podría sufrir trastornos leves a moderados. Se trata de  “resiliencias”.

Una mirada retrospectivas a la historia, puede ayudarnos a considerar los efectos económicos de las emergencias de salud pública y cómo manejarlos mejor, otras pandemias, como la peste negra del  siglo  XIV. Aunque al hacerlo es importante recordar que las pandemias pasadas fueron mucho más mortales que el coronavirus, que tiene una tasa de mortalidad relativamente baja.

 Las poblaciones pasadas eran más vulnerables. Entre el 1346 y el 1353 se produjo la mayor plaga de la historia de Europa: La peste negra. Algo de una magnitud desconocida que solo es comparable con la terrible plaga de tiempos del emperador romano Justiniano, entre el 541 al 543. Esa es la primera epidemia de peste bubónica de la que se tiene noticia. Se estima que esta plaga en el año 541 mató a 25 millones y la  gripe española en 1918 a 50 millones.


LA PESTE BUBÓNICA o PESTE NEGRA, llegó desde Etiopía al puerto egipcio de Pelusio y de allí a la capital, Constantinopla, propagándose por todas las rutas comerciales del Mediterráneo al resto de Europa. La mortalidad que causó fue terrible, según Procopio, la principal fuente, había días que en Constantinopla se llegaron a enterrar entre 10.000 y 15.000 personas. Se calcula que la ciudad perdió el 40 por cien de su población y Europa unos cuatro millones de personas.

La peor  tasa de mortalidad de la historia fue infligida por la peste negra, fue la pandemia más grande conocida en la historia de la humanidad, provocada por varias formas de peste, duró desde 1348 hasta 1350, que mató del 30% al 50% de la población, acabó con la vida de entre 75 millones y 200 millones de personas en todo el mundo. Y quizás con la mitad de la población de Inglaterra.

En una Edad Media con un ambiente diferente al de hoy: Hubo una pequeña edad de hielo, se desconocía el origen de la enfermedad. Esta se transmitía por un agente infeccioso, que afectaba a las ratas, y las ratas tenían pulgas, que por medio de picaduras transmitían este microorganismo a los seres humanos. Las ratas y las pulgas, en la Edad Media, convivían con las personas en las calles, en las casas, en los barcos.

No existía la acumulación de información sobre la propagación de los brotes como en la actualidad, entonces las epidemias continuaron transmitiéndose en áreas como caravanas de productos y puertos comerciales. La peste era  una zoonosis, una enfermedad infecciosa, que pasa de los animales a los seres humanos, tardaba 16 y 23 días en encubarse. Luego llegaban los síntomas principales: fiebre, manchas negras y grandes abultamientos llamadas Bubas. Estos eran signo inmediato de muerte.

 Además, no debemos subestimar la reacción psicológica instintiva. La peste negra vio un aumento en los ataques xenófobos y antisemitas. El miedo y la sospecha hacia los extranjeros cambiaron los patrones del intercambio comercial.

 Sin  embargo,  es  necesario  hacer  una  distinción  crucial  al  extrapolar  las tendencias históricas. Las pandemias como la peste negra ocurrieron en épocas en que prácticamente nadie llegaba  a  la  vejez. 


La población que sobrevivió a la plaga emigró en gran parte del campo a la ciudad, y los campesinos pobres, que se quedaron en sus aldeas y pueblos, pudieron cultivar tierras, más extensas que habían quedado libres y sin explotar, mejorando mucho su nivel de vida.

 Las consecuencias económicas también fueron profundas. Antes de la peste negra, Inglaterra había sufrido a causa de sobrepoblación severa. Puede sonar contradictorio - Pero, tras la escasez de mano de obra propició un aumento de los salarios diarios de los trabajadores, ya que estos pudieron ofrecerse al mejor postor.

La dieta de los trabajadores también mejoró e incluyó más carne, pescado fresco, pan blanco y cerveza.  

La respuesta inmediata del gobierno fue tratar de contener la corriente de la economía de la oferta y la demanda. Esta fue la primera vez que un gobierno intentó microgestionar la economía. La ley del Estatuto de los Trabajadores fue aprobada en 1351 en un intento de fijar los salarios a niveles previos a la plaga y restringir la libertad de movimientos de los trabajadores.

 La aplicación de la legislación laboral provocó evasión y protestas, A largo plazo, los salarios reales aumentaron a medida que el nivel de la población se estancó con brotes recurrentes de la peste. 

 Y los propietarios también tuvieron que aceptar los cambios en el mercado de tierras como resultado de la pérdida de población. Hubo una migración a gran escala después de la peste negra, ya que la gente aprovechó para mudarse a mejores tierras o buscar oportunidades laborales en las ciudades. La mayoría de los propietarios se vieron obligados a hacer ofertas más atractivas para garantizar que los inquilinos cultivaran sus tierras.

Una nueva clase media (casi siempre hombres) emergió. Estas eran personas que no habían nacido en la nobleza terrateniente pero que pudieron obtener suficiente riqueza excedente para comprar parcelas de tierra. La propiedad inmobiliaria se abrió a la especulación del mercado.

Desde que el mundo se globalizó, la movilidad de personas, bienes y transporte aumentó a un ritmo sin precedentes y la capacidad de cada país para mantener su vida económica depende de esta movilidad. Un cierre significa volver aproximadamente a la situación de principios del siglo XVIII, lo que ningún país puede manejar. 

Entendamos que  el brote actual no es diferente de los que el mundo enfrentó en otros periodos históricos.


¿Cuán diferente será el mundo tras la COVID-19?

La propagación de la enfermedad no se puede controlar y las medidas de cuarentena que se toman de la manera más estricta posible, los impactos más obvios recaerán sobre la economía. La  huella  de  la  COVID-19  en la economía mundial será duradera:  causará  cambios  permanentes y dejará lecciones importantes. 

Es  probable  que  la  detección de virus se convierta en parte  de  nuestra  vida,  al  igual  que  las  medidas  de  seguridad  pasaron  a  ser  omnipresentes  después  del  11 de septiembre. Es importante invertir en la infraestructura necesaria para detectar futuros brotes virales. Esta inversión protege a las economías en caso de que la inmunidad a la COVID-19 resulte ser solo temporal.

El coronavirus originado en China supera los 14 millones de contagios en todo el mundo, con EEUU a la cabeza en número de infectados, seguido de Brasil, India, Rusia y Perú.  Se ha vuelto de uso obligatorio de mascarillas aunque se mantenga la distancia. Se teme  a los posibles futuros rebrotes.

De la crisis sanitaria a la recesión económica.

La economía confinada por la pandemia de la COVID-19 ha provocado una recesión económica de una magnitud sin precedentes en el último medio siglo. La dimensión exacta de la crisis es difícil de determinar en estos momentos y dependerá tanto de la evolución de la enfermedad y de los progresos en su tratamiento y prevención, como del éxito de las políticas económicas utilizadas. 

Pese a todo, y aunque algunos de los escenarios más adversos parecen haberse evitado, los efectos de esta crisis se extenderán por toda la economía global y se prolongarán en el tiempo, especialmente para las economías menos desarrolladas. El efecto sectorial de la crisis es muy dispar y resulta evidente que determinados sectores van a experimentar graves dificultades durante un largo período de tiempo.

La epidemia ha causado un shock negativo, tanto en la demanda como en la oferta. Del lado de la oferta, las medidas de confinamiento han afectado negativamente la capacidad productiva de las empresas, tanto en el sector manufacturero como, especialmente, en el sector servicios. Del lado de la demanda, las medidas de confinamiento y el desplome de las expectativas de consumidores y empresarios han afectado negativamente la evolución del consumo y la inversión.

 En los países emergentes y en desarrollo, la crisis se ha profundizado por la caída de los precios de las materias primas, las salidas de capitales y el endurecimiento de  las condiciones financieras. A escala global, la contracción de la actividad económica en la primera mitad de este año 2020 ha sido más pronunciada que la observada durante la Gran Recesión del año 2009. En el primer trimestre, la contracción se concentró en China y otros países asiáticos y, en el segundo trimestre, se extendió hacia las economías europeas, de Norteamérica y Latinoamérica.

Hay que tener en cuenta que los efectos de la crisis se prolongarán en el tiempo. 

La incertidumbre acerca de la evolución de la ocupación y de los ingresos después de la crisis va a lastrar el consumo en el futuro próximo. Una parte de las empresas han visto aumentar la carga de su deuda, y las que tienen problemas de rentabilidad seguirán despidiendo trabajadores y reduciendo su gasto en inversión. Las fricciones en el mercado laboral implican que los empleos perdidos de forma rápida se recuperan posteriormente de forma más lenta y escalonada.

Los temores por el contagio del covid - 19 se han producido en una desaceleración de la economía. Los mercados se han visto afectados: el FTSE 100 de Reino Unido ha vivido sus peores días en muchos años, al igual que el Dow Jones y S&P en Estados Unidos.


Es innegable que estamos viviendo una recesión económica y crisis financiera más allá de lo que visualizamos.

Prepárate para el peor escenario posible. La economía la mueve el gasto, la forma en que nosotros movemos a la economía es gastando nuestro dinero. Cuando no usamos el dinero, la economía entra en recesión, y cuando la usamos, la economía está en movimiento. Por lo mismo, a la economía la para el miedo, tenemos terror a que las cosas vayan a salir mal, por eso se dice que la economía la controla los sentimientos de los humanos. Por ejemplo, ahora con el coronavirus, vamos a gastar más en cosas que antes no gastábamos: mascarillas, alcohol… y vamos a gastar menos en cosas que nos generan terror, como ir al cine, conciertos, marchas, restaurante …

En Economía se tiene un nombre a esta situación “Eventos de cisne negro” cuando la recesión se convino con algo completamente inesperado, son cosas en que uno no sabe que es lo que va a ocurrir, y es el verdadero problema de la inversión, “Nadie sabía que venía el Coronavirus” no hay forma, de predecir esto. Coronavirus, el cisne negro.

 En las últimas semanas se han presentado fuertes desvalorizaciones en los mercados financieros, esto ante una postura anticipada de los inversionistas sobre los posibles efectos que puede tener el coronavirus en el crecimiento económico global. La importancia de China en el PIB mundial, las restricciones de flujo de personas y mercaderías tienen en vilo a los mercados.

La crisis económica no viene sola. Lo que mueve a la economía es la estabilidad percibida de los mercados. Un símbolo de estabilidad es el cambio del dólar y otras monedas. Vemos que el precio del petróleo empezó a caer a números que no veíamos desde los años 90. Recordemos que muchos países dependen fuertemente del petróleo y de sus precios, para poder balancear sus cuentas internas. Como hay países que dependen 100% del petróleo como Venezuela, Colombia o México.

Riesgos y oportunidades

Obviamente, la gran mayoría de riesgos existentes son a la baja. La extensión y duración de la pandemia son inciertos y, en buena medida, dependen del posible hallazgo de un tratamiento efectivo y de una vacuna. La duración de la pandemia es un factor clave para determinar el tipo de recuperación económica, así como la magnitud final de las políticas fiscales necesarias.

 Si la duración de la pandemia se prolonga y se deben repetir los episodios de confinamiento, la recesión será más profunda este año 2020 y la recuperación de 2021 tendrá menos ímpetu. No existe un conocimiento perfecto de cómo puede afectar una pandemia a una economía globalizada y muy diversificada como la actual. 

Si las políticas económicas no son suficientemente coordinadas, la recuperación será más lenta, la falta de coordinación de las políticas económicas puede perjudicar el funcionamiento del mercado único, deteriorar su eficiencia, reducir el crecimiento y aumentar las diferencias entre países.

Si la pandemia se extiende por las economías emergentes y en desarrollo con un sistema sanitario de menor capacidad, se reducirían las posibilidades de una contención exitosa de la pandemia y aumentaría la probabilidad de nuevas oleadas de infección a escala global.

De repetirse episodios de gran volatilidad financiera y tensión de las condiciones de financiación, la recuperación será más difícil. La crisis afectaría de forma más intensa a los países emergentes y en desarrollo y a aquellos con menos ingresos, debido a las salidas de capitales, la depreciación de las monedas y el consiguiente deterioro de la estabilidad bancaria y de las cuentas públicas, lo cual debilitaría adicionalmente la economía. 

En los países desarrollados, la crisis podría dejar cicatrices permanentes si el número de quiebras empresariales reduce el nivel de competencia en los mercados y perjudica a la innovación. También podría aumentar la aversión respecto de las cadenas globales de valor y la cooperación internacional y reforzarse el sentimiento favorable a un proceso de desglobalización.

Finalmente, se mantienen algunas vulnerabilidades y riesgos preexistentes. Los principales son el aumento de las prácticas proteccionistas en el contexto de la guerra comercial entre Estados Unidos y China y su extensión a otras regiones de la economía global, la falta de acuerdo entre el Reino Unido y la UE antes de alcanzar el final del periodo de transición pactado entre las partes o el aumento de la desigualdad y su impacto sobre las instituciones democráticas.
 
Es  poco  probable  que  el  mundo vuelva a ser el mismo tras la COVID-19.

Esta crisis sanitaria también nos presenta algunas oportunidades. Por un lado, se debe aprovechar el gran salto que se ha dado en la aceleración de la digitalización de la economía durante el confinamiento. Se dice que lo que nos diferencia de otras especies es que siempre aprendemos. Hemos aprendido de esta emergencia sanitaria, a trabajar más coordinados y hemos aplicado metodologías nuevas que se quedarán para siempre. 

Los 60 o 90 días de confinamiento han acelerado seis años de digitalización del mundo. El futuro post-covid deberá ser capaz de adaptarse a los rápidos avances tecnológicos y tener la capacidades necesarias para acompañar a las empresas en sus procesos de transformación digital en un escenario globalizado, tecnificado y volátil. También debe tener una visión con una perspectiva muy amplia de negocio, capacidad de llegar desde lo estratégico hasta lo más técnico con un alto nivel de especialización. 

También podrían acelerarse otros cambios estructurales, como la regionalización de las cadenas de suministro y un crecimiento explosivo del flujo transfronterizo de datos.
 
Dado  que  la  expectativa  de  vida  hoy es mayor, la situación podría evolucionar de otra manera.  La  mortalidad  causada  por  la  COVID-19  parece afectar desproporcionadamente a las personas de mayor edad. 

 En cuanto a percepciones del futuro, las personas les asignan una alta probabilidad de ocurrencia a la reducción del ingreso y al aumento de la deuda. Asimismo, los chilenos y chilenas muestran un alto grado de incertidumbre respecto a la probabilidad de ocurrencia de hechos como una reducción en la jornada laboral, quedar desempleado o el quiebre de la empresa donde se trabaja.

Psicológicamente los efectos negativos del miedo y la soledad que afrontan quienes enfrentan a una cuarentena como consecuencia de coronavirus incluyen estrés postraumático, confusión e ira, además ansiedad. 

Los factores que más estresan a las personas aisladas son no conocer el tiempo que va a durar la cuarentena, temores a infectarse, frustración, aburrimiento, suministros o información inadecuados, posibles pérdidas financieras y que al salir, se quedan con el estigma de la enfermedad.


 En el ahora, son las personas más vulnerables las que más temen los efectos económicos del coronavirus: el contagio es trasversal, pero desde luego no lo son sus consecuencias. Las encuestas nos están dando las primeras pistas: son las clases sociales bajas y medias-bajas las más afectadas por las consecuencias económicas de la pandemia y, dentro de ellas, los daños materiales se agudizan entre los hogares con algún miembro en paro, entre las familias con hijos a su cargo, así como entre las monoparentales, casi todas ellas (9 de 10) con una mujer al frente.

Es también en las familias vulnerables donde se disparan los daños psicológicos de la pandemia, como los nervios, la depresión o el sentimiento de soledad. 

Además, entre los niños de padres y madres con menos recursos económicos, hay más abandono escolar, más riesgo de suspender o repetir curso, más inseguridad con las asignaturas, se dispone de menos ordenadores para seguir con los estudios, se recibe menos ayuda de los progenitores a la hora de hacer los deberes, se realizan menos actividades lúdicas y se lee menos. Son los niños y adolescentes vulnerables, además, los que más problemas tienen para conciliar el sueño y los que más temor al virus manifiestan.

A diferencia de lo que ocurrió durante la Gran Recesión, en la que los ciudadanos culparon a unos de la crisis (sobre todo, a los bancos) y a otros de no haber sabido reaccionar a ella (sobre todo, a los gobiernos), en la pandemia no hay culpables. Entonces la comunicación política será el elemento central en tiempos de Pandemia. 

Deberá asumir una función pedagógica y orientadora en una realidad donde los líderes tendrán un menor grado de autonomía para decidir sus acciones.


 La urgencia y la necesidad de coordinación implica que los gobiernos necesitan adoptar políticas y dedicar recursos como en tiempos de guerra. las pandemias requieren una acción decisiva y rápida para controlar al mismo tiempo que minimizar los impactos para la salud pública y la economía.

La recuperación dependerá fundamentalmente de adoptar políticas de crisis. Como políticas que ayuden a los trabajadores a no perder sus empleos, los propietarios. y arrendatarios no sean desalojados, las empresas no quiebren. A diferencia de otras desaceleraciones económicas, la caída del producto en esta crisis no está provocada por la demanda: es una consecuencia inevitable de las medidas para limitar la propagación de la enfermedad.

 La política económica   debe tener como objetivo garantizar el funcionamiento de los sectores esenciales. El apoyo de estas políticas deben contribuir a mantener a las personas en sus casas y al mismo tiempo mantengan sus empleos.


Según las previsiones del Fondo Monetario Internacional (FMI), la economía planetaria caerá un 4,9% en 2020. En las economías desarrolladas, la contracción será de un 8%, mientras que las de las economías emergentes será del 3%. Entre Estados Unidos y Europa. 

Como es conocido, el impacto de la pandemia provocada por la COVID-19 en el mundo está dejando terribles secuelas en el ámbito sanitario, social, económico, laboral y empresarial. Por presión social generada por la necesidad económica se "flexibilizará" la cuarentena, pero no por criterio médico ni científico. 

El criterio médico es seguir en casa por lo menos 2 meses más. El virus está en todas partes y la vacuna no llegará en meses, la primera, con plazo de estudio,  puede llegar en Enero del 2021... hasta ahora no hay un medicamento seguro y eficaz.   Solo se ayuda a sobrevivir mientras el virus cumple su ciclo y el organismo se inmuniza. 


Es cierto que con el tiempo la mayoría nos iremos infectando; porque será inevitable ir al banco, al mercado, al trabajo o alguien traerá el virus de la calle a la casa;  pero no es lo mismo enfermarse ahora que después, infectarse ahora es muy riesgoso, sigamos manteniendo el aislamiento lo más que se pueda y también las medidas de seguridad como el lavado de manos y el uso de mascarillas.


 Hoy el economísta australiano Joshua Gans nos dice:"Frente al coronavirus, se debe mejorar la capacidad humana de lucha frente amenazas pandémicas". Hoy necesitamos cambiar la forma en que vivimos y trabajamos. Simplemente necesitamos consumir menos, viajar menos; necesitamos reducir la velocidad. Y sabemos que la naturaleza responde muy rápidamente. 

 La cuarentena significa un ritmo de vida diferente, una oportunidad de estar en contacto con los demás de formas diferentes a las habituales y, si vives con otros, la oportunidad de jugar un poco y disfrutar de la compañía del otro.







Adaptación de la información por Erika Rojas Portilla

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