AFRODESCENDIENTES EN LATINOAMÉRICA: DISCRIMINACIÓN INNEGABLE.
Cerca de 200 millones de personas afrodescendientes en la región enfrentan un racismo estructural, pobreza y falta de oportunidades, según un informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
Afrodescendientes y la matriz de la desigualdad social en América Latina: retos para la inclusión
En América Latina, una de cada cinco personas es afrodescendiente, es decir, desciende, en la gran mayoría de los casos, de las personas que llegaron de África a nuestro continente a través de la trata transatlántica de personas esclavizadas en el período colonial.
La desigualdad es una característica histórica y estructural de las sociedades latinoamericanas y caribeñas, que se ha mantenido y reproducido incluso en períodos de crecimiento y prosperidad económica. Es un fenómeno multifacético, y se caracteriza por un complejo entramado en el que las desigualdades socioeconómicas se entrecruzan y se potencian con las desigualdades de género, étnico-raciales, territoriales y por edad, encadenándose a lo largo del ciclo de vida de las personas.
Las desigualdades y las brechas de bienestar que afectan a la población afrodescendiente en América Latina, que asciende actualmente a 134 millones de personas, que representan un 21% de la población total, constituyen, sin duda, uno de los ejes estructurantes de esa matriz de la desigualdad social.
Racismo, xenofobia, inclusión y exclusión de los migrantes afrodescendientes
Una constante que se observa en el último medio siglo es que junto con el incremento de los movimientos migratorios se han desatado un conjunto de procesos de intensificación del racismo y la xenofobia —entendida como el odio, aversión u hostilidad con relación a extranjeros, grupos étnico-raciales diferentes o personas desconocidas—.
Esta situación en que las personas afrodescendientes en América Latina ocupan mayormente espacios de exclusión produce un entrecruce que profundiza la situación de vulnerabilidad de las personas migrantes que se autoidentifican como afrodescendientes. Sin embargo, la discriminación racial en la región, cuando está asociada con la condición migratoria, se presenta plena de matices.
Por ejemplo, las personas migrantes blancas son vistas más como “extranjeras” que como migrantes y, bajo esta concepción, son personas valoradas positivamente y cuya presencia es deseada, sobre todo si provienen de países desarrollados y son portadoras de tradiciones e imaginarios considerados positivos y precursores de la modernidad.
Al respecto, cabe recordar que las grandes olas de europeos que llegaron al continente desde fines del siglo XIX hasta comienzos del siglo XX eran deseadas no solo para sustituir mano de obra esclavizada, sino también para “blanquear” la raza, y que el Brasil ofrece un ejemplo importante de la implementación de políticas como estas (Hasenbalg, 1979; OIT, 2005).
Diversos instrumentos internacionales de derecho hacen hincapié en la igualdad de todos los seres humanos y en el absurdo de las ideas racistas, carentes de cualquier respaldo científico.
El tema migratorio en América Latina es una tarea impostergable, no solo por el aumento del número de personas que viven en un país diferente a aquel en que nacieron, sino también, principalmente, porque se trata de una región que presenta una matriz de la desigualdad social que tiene como ejes estructurantes, entre otros, la condición étnico-racial y migratoria, que ubica a las personas afrodescendientes y migrantes mayoritariamente en los estratos socioeconómicos más bajos. La propia condición de migrante, en especial de migrante irregular, es un factor de vulnerabilidad adicional que se suma a lo anterior.
Por tanto, incluir la perspectiva étnico-racial en los estudios sobre migración es clave, debido a la posibilidad de que la situación socioeconómica de las personas migrantes pueda deteriorarse aún más en los lugares de destino, como consecuencia de sus características étnico-raciales, interactuando negativamente, además, con otros ejes estructurantes de la desigualdad social, como el género, la edad o el territorio (tanto de origen como de destino).
En países como en la Argentina, el Uruguay, la República Dominicana y Chile se observan grandes brechas entre nativos y migrantes intrarregionales y de países limítrofes cuando, además, son afrodescendientes.
En la República Dominicana los inmigrantes, predominantemente de nacionalidad haitiana y afrodescendientes, se concentran en el sector agropecuario y de la construcción.
Las personas de origen haitiano se insertan en trabajos poco calificados y la discriminación social y racial está presente, incluso, en la inmigración de médicos ecuatorianos a Chile.
No obstante, se debe destacar la existencia de legislaciones, políticas y arreglos institucionales inclusivos con el objetivo de alcanzar la igualdad, en los que incluso se reconoce el derecho a migrar como un derecho humano.
FUENTE: www.cepal.org
EDICIÓN: Erika Rojas Portilla
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