¿CHINA SE QUEDA SIN ELECTRICIDAD?
los cortes de electricidad que están afectando a China, especialmente al noreste, donde muchos hogares han sufrido apagones. Los objetivos de reducción de emisiones CO2 y el crecimiento de la demanda de energía presentan un enorme reto que se podría haber agravado con el covid. Las críticas por los cortes de luz han hecho que el gobierno se comprometa a garantizar el suministro a las familias, aunque esto podría suponer una mayor presión para las empresas y la industria en general.
De momento el precio de la luz no ha aumentado y se mantiene en niveles relativamente bajos, pero estas limitaciones ha hecho que muchos se planteen posibles soluciones al problema de la escasez de energía y las emisiones. ¿Podría China pasar de las centrales térmicas que consumen carbón a un nuevo tipo de centrales nucleares revolucionarias?
La fuerte recuperación económica y la búsqueda de un modelo productivo más sostenible están generando un desequilibrio en el mercado energético que ya está se está sintiendo en medio mundo.
A los precios récord de la electricidad en Europa, ahora son China o Brasil los que se enfrentan a la 'escasez' energética. En un mundo global, buena parte de las materias primas que se usan para generar energía están alcanzando precios muy altos, disparando los costes de producción, las facturas de los hogares y poniendo en peligro la recuperación económica.
Todo esto se deja notar en el día a día. Quedarse en casa puede salir caro ante al fuerte incremento del precio de la electricidad. Salir fuera también: restaurantes, tiendas y otros negocios están subiendo precios (o ajustando márgenes) para hacer frente a auge de los costes, derivado de la escasez de inputs y, también, el alza de los precios de la energía.
Por último, coger el coche también puede 'agujerear' el bolsillo de los consumidores, con un barril de petróleo que ya roza los 80 dólares por primera vez desde octubre de 2018. La energía está disparada y su elevado coste ya afecta a buena parte del mundo.
El caso de Europa es ya una historia que se viene contando desde hace semanas y que sin cambios notables a corto plazo desembocará en un invierno muy duro. Los inventarios de gas natural en las instalaciones de almacenamiento europeas se encuentran en niveles históricamente bajos para esta época del año.
Los flujos de gas que llegan de oleoductos de Rusia y Noruega han sido limitados hasta ahora. Gas, carbón... y ahora petróleo Todo ello está coincidiendo con un clima adverso para la generación de energía, lo que ha reducido la producción de las turbinas eólicas, mientras que las plantas nucleares de Europa, muy envejecidas, se están eliminando gradualmente (políticas de transición energética) y son más propensas a interrupciones, lo que hace que el gas sea aún más necesario.
Las soluciones son pocas y ninguna es fácil, porque desmantelar todo el proyecto de transición energética no resultaría nada fácil. Los políticos y los gestores de las empresas energéticas están rezando para que el invierno sea suave (en cuanto a temperaturas) porque ya es demasiado tarde para aumentar la oferta, según explican desde la agencia financiera Bloomberg.
La tormenta puede terminar descargando toda su violencia sobre el consumidor, con una energía más cara en todos sus componentes, unas cadenas de suministro al límite y los precios de los alimentos en máximos de diez años. Todo ello podría llevar a los banqueros centrales a preguntarse si el aumento de la inflación es tan transitorio como esperaban.
La crisis energética se expande Warren Patterson y Wenyu Yao, economistas de ING, advierten en una nota que "la preocupación por la rigidez de los mercados de energía se está generalizando".
La crisis energética avanza por regiones y por componentes. Primero fue el gas natural, cuyos precios en Asia, EEUU y Europa están marcando máximos de los últimos años (el gas natural se puede importar y exportar y su precio puede coordinarse en las diferentes regiones), "ahora se está extendiendo al mercado del petróleo", comentan los expertos de ING.
"El mercado asiático de GNL (gas natural licuado) cotiza al equivalente con el petróleo de 150 dólares por barril, mientras que los precios europeos del gas no se alejan demasiado del equivalente a los 140 dólares por barril", explican los analistas del banco holandés.
Estos precios tan altos del gas podrían llevar a que se empiece a quemar a petróleo (relativamente más barato) para generar electricidad, lo que respaldaría la demanda de 'oro negro'. En Europa se ha podido ver como las empresas que generan energía, ante los elevados precios del gas, han vuelto a apostar por el carbón, disparando el precio de los derechos de emisión de Co2, lo que a su vez a impulsado aún más el coste de la electricidad.
Ahora este movimiento se podría empezar a ver pero con el petróleo en otras partes del mundo. El problema es que si el petróleo sube porque se usa para generar electricidad, miles de millones de conductores en el mundo tendrán que pagar un 'peaje extra' a la hora de coger sus coches, mientras que el transporte de bienes también sufrirá el impacto, incrementando aún más los costes y, a la postre, la inflación del consumidor. Ahora mismo, la nueva víctima de la energía está siendo China, 'la fábrica' del mundo.
Si el gigante asiático sufre un aumento importante del 'peaje' energético, todo lo que produce podría empezar a ser más caro.
Los países desarrollados comenzarían a importar inflación de un territorio que ha sido exportador de 'deflación' durante años, lo que presionaría al alza aún más los precios del consumidor.
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