“Mis labios fueron azotados con una cadena de hierro” |
.• EL TRABAJO INFANTIL:
En el mundo existen 168 millones de niños y niñas trabajando, pese a ser niños… Dentro de la categoría de esclavitud moderna por trabajo infantil están todos esos niños y niñas que por su situación se ven obligados a trabajar bajo explotación tanto para beneficio de terceras personas como para su propia supervivencia. Es el caso de los niños de la calle.
La explotación infantil es la utilización de menores de edad por parte de personas adultas, para fines económicos o similares, en actividades que afectan a su desarrollo personal y emocional y al disfrute de sus derechos. Es altamente perjudicial y su erradicación, un desafío mundial.El trabajo infantil es esclavitud cuando ese trabajo interfiere con su educación y cuando se origina por condiciones de vulnerabilidad.
No es esclavitud cuando se dan tareas apropiadas, que inciden en fomentar las habilidades y responsabilidades del niño.
Por ello, en el debate sobre trabajo y explotación infantil, hay que hilar fino y atender específicamente a qué actividades se dedican los niños y las niñas.
La explotación infantil es, al mismo tiempo, consecuencia y causa de la pobreza, y en ella se aúnan todas las miserias.
Lleva a los niños al sótano en el ascensor social, fomenta mayores índices de analfabetismo, provoca enfermedades y malnutrición, y contribuye a su envejecimiento precoz.
Los niños provenientes de los hogares más pobres y de zonas rurales son sus principales víctimas. Se calcula que a nivel global hay cerca de 152 millones de niños y niñas trabajando indebidamente.
Casi la mitad de ellos, 72 millones, realizan trabajos peligrosos, sobre todo en África subsahariana, en Asia y el Pacífico, y en América Latina y el Caribe.
Los derechos del niño, socavados por la explotación
Los factores culturales, el nivel socioeconómico de la familia y las políticas públicas de apoyo a la infancia son determinantes para que se produzca este fenómeno. De hecho, en algunos países, son los propios progenitores quienes inciden en prácticas de explotación laboral.
Para UNICEF, hay trabajo infantil inapropiado cuando se obliga al niño a trabajar a una edad muy temprana, en jornadas excesivas, en condiciones de estrés, en ambientes inapropiados, con exceso de responsabilidad, y bajo salario, sin acceso a la educación, y minando su dignidad y su autoestima; en suma, dificultando su pleno desarrollo social y psicológico.
La explotación infantil existe aunque la Convención de los Derechos del Niño contemple que “la humanidad debe al niño lo mejor que puede darle”, y esto es lo que le ayudará a “desarrollarse física, mental, moral, espiritual y socialmente, en forma saludable, en condiciones de libertad y de dignidad”, debiendo ser protegidos “contra toda forma de abandono, crueldad y explotación”. Hay que hacer algo al respecto.
Uno de los métodos más efectivos para intentar que los niños y las niñas no comiencen a trabajar demasiado temprano es establecer la edad laboral mínima por ley, pero con eso no basta, el control efectivo es esencial, y el apoyo a las familias en riesgo de exclusión, fundamental.
La OIT alerta del riesgo de que la crisis provocada por la pandemia empuje al mercado laboral a gran número de niños y niñas para ayudar a la subsistencia de sus familias.
Los tipos de explotación infantil: los sectores de la esclavitud
La tolerancia al trabajo infantil en el ámbito de la economía sumergida, en lugares clandestinos y muchas veces insalubres, y la falta de contratos y por tanto de derechos laborales, convierte a los niños en víctimas propiciatorias para la explotación, la humillación y el maltrato.
Es lo que ocurre con las niñas maquiladoras del norte de México, que trabajan largas jornadas en fábricas, sobre todo textiles, a destajo, y a cambio de salarios de hambre.
O en Asia, con los niños explotados en fundiciones, extrayendo cargas de cristal de hornos a altas temperaturas y sin condiciones de seguridad, sufriendo graves secuelas por fatiga calórica, quemaduras, mermas auditivas, o lesiones oculares por las partículas de vidrio en suspensión, sílice, plomo y vapores tóxicos.
O en África, donde la explotación infantil se da pequeñas zonas mineras, en las que sufren trastornos de salud por la falta de medidas de protección en condiciones adversas, no solo por la tensión física, sino también por lesiones causadas por la desproporción entre su capacidad de resistencia y la carga de trabajo. Igual ocurre en las canteras de países sudamericanos, como Perú o Guatemala.
O en los talleres de curtido y artesanías, en los que pasan largas horas en cuclillas, como ocurre en el tejido de alfombras o elaboración de calzado, además de enfermedades respiratorias, por falta de higiene y exceso de polvo y residuos, les provocan enfermedades por los productos químicos, como benceno, tintes y adhesivos.
Pero en la explotación infantil también hay roles de género: el servicio doméstico es la explotación de las niñas (como las petite bonne marroquíes), especialmente de zonas rurales y pobres, cuyos progenitores las entregan a familias adineradas, con la esperanza de que tengan mejores condiciones de vida pero, en cambio, son esclavizadas y no se les permite acceder a la educación.
La agricultura, la ganadería y la pesca también pueden ser formas de explotación infantil, viéndose expuestos a agentes químicos (fertilizantes o plaguicidas tóxicos, como en las plantaciones de soja), y obligados a una dedicación extenuante.
En muchas ciudades, niños y niñas son vendedores ambulantes de baratijas, alimentos, participantes de un sector de la economía sumergida en el que la calle acaba convirtiéndose en su hábitat. Un ejemplo de niños esclavizados es:
Explotación infantil en Myanmar
País en Asia
El trabajo infantil es habitual en Birmania. La pobreza obliga a muchas familias a optar entre explotar a sus hijos o abandonarlos.
A menudo, los patronos adoptan incluso a los niños que quedan en sus manos, absolutamente indefensos.
La esclavitud infantil en Birmania, una realidad ignorada por mucho tiempo
Than Than Ei tenía solamente nueve años cuando su padre la envió con una familia adoptiva en Yangon. En su décimo cumpleaños, se convirtió en una esclava de hecho, una entre miles de niños que el Gobierno de Myanmar ha olvidado.
“Como ellos no me alimentaban, comía sin su permiso. Después me acusaban de robar comida y aplastaban mis dedos con unos alicates" afirma Than Than Ei a AFP. Than Than Ei en casa de unos familiares en el sur de Yangon, donde se está recuperando de sus heridas.
Los activistas dicen que el gobierno ha hecho poco para abordar la cuestión, mientras que la policía y las autoridades hacen regularmente la vista gorda a las alegaciones contra las familias ricas y poderosas.
Estas revelaciones han dado un impulso al caso de Than Than Ei: la policía detuvo a otros tres miembros de la familia maltratadora.
"Si las autoridades nos hubieran ayudado así desde el comienzo nuestro caso no habría demorado tanto", suspira su tío, que lucha desde hace más de un año por que se reconozca el calvario de su sobrina.
La esclavitud infantil en Birmania, una realidad ignorada por mucho tiempo
Una adolescente birmana tiene la cara llena de cicatrices por los golpes propinados por su familia adoptiva. Es el último caso de esclavitud de menores, un tema al que las autoridades han dado la espalda hasta ahora.
El infierno de los niños esclavos en Birmania
La mayoría de los niños que trabajan en Birmania provienen de las zonas más aisladas del país o de regiones golpeadas por conflictos étnicos.
Según un estudio de la Organización Mundial de Trabajo de 2015, más de 1,2 millones de niños, es decir un niño de cada 10, trabaja en Birmania, y a menudo son explotados.
La lucha contra el trabajo infantil es uno de los principales objetivos del gobierno elegido democráticamente y liderado por la exdisidente y premio Nobel de la Paz Aung San Suu Kyi, en el poder desde 2016.
Según las organizaciones defensoras de los derechos humanos, es el árbol que no deja ver el bosque: "descubriremos cada vez más casos", lamenta Phil Robertson, de la oenegé Human Rights Watch.
"Birmania es uno de los peores países en lo referente al tráfico de seres humanos", recuerda Matthew Smith, de Fortify Rights.
Las manos de San Kay Khine, con quemaduras, cicatrices y dedos deformados, le recuerdan a cada instante los años que pasó como esclava infantil en un taller de sastrería en Rangún, la capital económica birmana.
Según el último registro realizado en 2014,en Birmania un niño de cada cinco de entre 10 y 17 años trabaja, es decir, 1,7 millones de personas. Según la empresa de análisis Verisk Maplecroft, respecto al trabajo infantil, el país se sitúa justo por delante de India y de Liberia, en la séptima peor posición.
Fue un amigo del pueblo quien las llevó a Rangún, prometiéndoles un buen trabajo.
Durante años, sus familias intentaron sacarlas de ahí. Solo después de una investigación de un periodista local que alertó a la comisión nacional de derechos humanos fueron puestas en libertad.
Durante estos años, los padres de San Kay Khaing y de Tha Zin no tuvieron ninguna ayuda de la policía. Declararon que obtuvieron 4.000 dólares de la familia del sastre como compensación. En estos últimos días, tres personas de esta familia fueron detenidas y acusadas por trata de personas.
“Los más vulnerables”
Por el momento, San Kay Khine parece demasiado traumatizada para hablar de lo que le sucedió y solo consigue murmurar unas palabras para decir que quiere quedarse en casa.
Nyo Nyo Win, su madre, está en cambio muy preocupada por las posible represalias. “Tengo mucho miedo, no duermo ni como”, dice, delante de su pequeña cabaña hecha de bambú y paja, donde vive con sus otros tres hijos.
“Dijeron que nos acusarían de haberles robado y que nos enviarían a la cárcel”, relata.
La lucha contra el trabajo infantil es uno de los principales objetivos del nuevo gobierno elegido democráticamente y liderado por la exdisidente y premio Nobel de la Paz Aung San Suu Kyi, que quiere reformar el país después de medio siglo de dominación militar.
La mayoría de los niños que trabajan en Birmania provienen de las zonas más aisladas del país o de regiones golpeadas por conflictos étnicos.
Muchos de ellos trabajan en los cafés de Rangún, en las carreteras, vendiendo baratijas, o en las fábricas. Miles de ellos son empleados domésticos encerrados en casas.
Estos son “los más vulnerables (…) porque están totalmente en la sombra”, estima Aung Myo Min, director ejecutivo de Equality Myanmar, una oenegé que ayuda a estos jóvenes.
“Los propietarios prefieren tener jóvenes que podrán controlar”, agrega. “Muchos niños viven sumidos en el miedo, se desvalorizan. Perdieron su infancia y no pueden recuperarla”, se lamenta.
Trabajadores infantiles dignificando su condición
Pero muchos trabajadores infantiles y adolescentes han conseguido organizarse en movimientos asociativos (Niños, Niñas y Adolescentes Trabajadores, NATs) y luchan por que se diferencie el trabajo infantil de la explotación.
Además, rechazan que actividades ilícitas como la mendicidad, la prostitución o la delincuencia se identifiquen con las que para ellos son su medio de vida y la única oportunidad, en sus países y su situación, de ayudar a sus familias y salir adelante.
Estas agrupaciones reivindican que se les permita trabajar en condiciones dignas, defendiendo que su trabajo contribuye a su madurez progresiva y su responsabilidad en la adquisición de destrezas, como en el caso de los aprendices.
Hace falta conciencia y acción por parte de todos
¿Cómo combatir la esclavitud en el mundo actual?
Todo, contra la trata infantil, por los derechos de la infancia que sufre los abusos de la esclavitud moderna y que no cuenta con medios para escapar de la situación en la que viven.
Es fundamental concienciar a la gente de que hoy en día aún existe esclavitud y que es responsabilidad de todos y todas combatir contra ella. ¡Colabora y salva a miles de personas de esta situación!
Volver a ESCLAVOS EN PLENO SIGLO XXI:
FUENTE: El País/ Ayuda en acción.
EDICIÓN: Erika Rojas Portilla
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