sábado, 27 de abril de 2024

THE KNOCKER-UPPERS - LOS DESPERTADORES HUMANOS

UNA PROFESIÓN INSÓLITA: DESPERTADORES HUMANOS

Antes de los despertadores, los trabajadores ingleses se despertaban gracias a los «golpeadores» de ventanas, auténticos despertadores humanos.

El trabajador moderno se levanta de la cama, gime y apaga el despertador. Pero los trabajadores británicos e irlandeses de la era industrial dependían de un método diferente para levantarse cada mañana. En el siglo XIX y hasta bien avanzado el siglo XX, un reloj despertador humano conocido como «knock-up» rastreaba las calles y despertaba a los clientes que pagaban para llegar a tiempo al trabajo.

¿Qué son los knocker-upper?

El reloj despertador no se popularizó hasta el siglo XIX, a pesar de haber sido inventado en el siglo XVIII. Un precio elevado y poca accesibilidad a la electricidad incentivaron la necesidad de creación de un nuevo oficio.

Esta nueva demanda fue principalmente originada por la industrialización. El trabajo en el campo no exigía un horario estricto: algunos se levantaban con el cacareo del gallo y otros con el primer rayo de luz. En cambio, el trabajo en las fábricas y en las empresas demandaba el cumplimiento de un horario.

Los jubilados, policías y encargados del alumbrado de las calles fueron los encargados de esta tarea denominada knocker-upper, con el fin de sacarse un sobresueldo. Eran personas encargadas de despertar a los trabajadores para que llegasen puntuales a sus puestos de trabajo.

¿Cómo funcionaba este oficio?

Había diferentes métodos para levantar a los trabajadores. El más común era en el que empleaban una vara o una caña de bambú para golpear la ventana. Los despertadores insistían hasta que veían al individuo asomarse por la ventana, de forma que quedase constancia de que ya estaban en pie.

Uno de estos personajes, Mary Anne Smith, se convirtió en una presencia querida, junto con su fiel tirador de guisantes, en el East End de Londres en la década de 1930. usaba un tubo de goma, a modo de cerbatana, lanzaba guisantes secos a las ventanas. Era un método más silencioso y eficaz, ya que, los guisantes eran suficientemente duros para hacer ruido, pero no para ejercer daños en las ventanas.

 John Topham, quien tomó fotos de Smith en plena acción, recuerda cómo «todas las mañanas, incluso los domingos, se levantaba a las tres de la mañana para golpear las ventanas de los trabajadores locales, usando un tirador de guisantes». Cobraba seis peniques por semana y su competencia más cercana era un anciano a tres millas de distancia que hacía el mismo trabajo usando una caña de pescar para golpear las ventanas de arriba.

Estos 'despertadores humanos' eran contratados por las empresas o, incluso, por los propios trabajadores para asegurarse de que llegaban a la fábrica a tiempo. Cobraban de forma semanal y eran especialmente populares en las ciudades industriales de Manchester, Liverpool y Londres. La hija de Mary Smith, Molly, se cree que fue la última Knocker-up de Inglaterra.

Fue una práctica muy habitual en aquella época y que se extendió hasta 1970 en algunas zonas de Reino Unido.

El knocker up, en español el despertador, fue una profesión que se hizo necesaria en el apogeo de la revolución industrial en Inglaterra e irlanda.

¿Cómo se despertaba la gente antes de inventar el despertador? Los "despertadores humanos"

Los knocker-uppers sobrevivieron en ciertas zonas del norte de Reino Unido hasta los años setenta, aunque en el resto del país habían desaparecido poco después de la Segunda Guerra Mundial. Aparte de golpear las puertas con utensilios cortos o de utilizar varas largas para dirigirse a las ventanas, también podían utilizar cerbatanas caseras con las que lanzaban pequeños proyectiles, como guisantes secos.


5 curiosidades de los despertadores humanos

Una de las características de los despertadores humanos, es que no se retiraban hasta cumplir su propósito, era despertar al trabajador para que no llegara tarde a su empleo.









FUENTE: Nelson Rojas Ruiz Economista, ingeniero y docente . Chile  // El Español  //
EDICIÓN: Erika Rojas Portilla

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