El descubrimiento de que el cerebro humano continúa produciendo nuevas neuronas en la edad adulta desafió un dogma importante en la neurociencia.
Fue en
la década de los 60 del
siglo pasado cuando Joseph
Altman observó
que se producían nuevas neuronas en zonas concretas del cerebro de
ratas adultas, descartando que este proceso desapareciera tras el
nacimiento como entonces se creía. Pero su descubrimiento
fue ignorado porque
iba en contra de la corriente imperante entonces en neurociencia.
Los
neurocientíficos más ilustres de la época trataron de comprobar la
observación de Altman, aunque sin éxito.
Una
de las razones por las que posiblemente no consiguieron ver las
neuronas recién nacidas (neurogénesis) fue porque las buscaban en
el cerebro de animales de laboratorio que estaban confinados en
jaulas, en condiciones estresantes, sin actividad física ni
actividades gratificantes.
Y
hoy se sabe que esas condiciones reducen drásticamente la
neurogénesis.
Como
un moderno Galileo, Altman
tuvo que dejar de lado su observación a regañadientes. Y
sin embargo, hay neurogénesis,
podría haber proclamado por lo bajo, como se cuenta que hizo Galileo
cuando le obligaron a afirmar que la Tierra estaba fija en el espacio
(Y sin embargo, se mueve).
En
efecto, en
el cerebro adulto de mamíferos, incluido el humano, nacen nuevas
neuronas en
zonas muy concretas, como después se comprobó: el bulbo
olfatorio y el hipocampo,
una región del cerebro que juega un papel importante en la memoria y
el aprendizaje.
En
2011 Robert Altman recibió el premio Príncipe de Asturias de
Investigación,
medio siglo después de aquel descubrimiento. Sin embargo, el
papel de esas “polémicas” neuronas en el comportamiento y la
cognición todavía no está claro,
como recuerda un artículo de opinión publicado en la revista
“Trends
in Cognitive Sciences”,
de Maya Opendak y Elizabeth Gould, de la Universidad de Princeton,
que repasan los factores ambientales que influyen en el nacimiento de
nuevas neuronas.
Las
autoras discuten cómo
el nacimiento de esas neuronas puede ayudara
los animales y los seres humanos a
adaptarse a su entorno en
un mundo complejo y cambiante. Lo que sí se sabe es que las
experiencias estresantes y la falta de sueño, reducen el número de
nuevas neuronas en
el hipocampo.
Por
el contrario, el ejercicio físico, las experiencias novedosas y
gratificantes tienden a aumentar la producción.
Paralelamente, la
tasa de nacimiento de nuevas neuronas en la edad adulta puede tener
importantes consecuencias conductuales
y cognitivas.
La
supresión de la neurogénesis inducida por el estrés se ha asociado
con un rendimiento deficitario en tareas
cognitivas dependiente del hipocampo, como el aprendizaje
espacial y la memoria.
Gould
y sus colaboradores han propuesto recientemente que la
disminución de la neurogénesis inducida por el estrés puede tener
también una función adaptativa al
mejorar las posibilidades de supervivencia mediante el aumento de la
ansiedad y la inhibición de la exploración, para priorizar la
seguridad y el comportamiento de evitación, a expensas de un
rendimiento óptimo en las tareas cognitivas.
Por
otro lado, los
aumentos de la neurogénesis inducidos por la recompensa puede
reducir la ansiedad y facilitar la exploración y el aprendizaje,
que conduce a un mayor
éxito reproductivo.
Sin
embargo, cuando
las experiencias aversivas superan en número a los gratificantes,
tanto en cantidad como en intensidad, el sistema puede llegar a un
punto de ruptura y
producir un resultado de mala adaptación.
Por
ejemplo, el
estrés repetido produce una
reducción en el nacimiento de nuevas neuronas y, en última
instancia, la aparición de una mayor ansiedad
y síntomas depresivos.
Y
es que la neurogénesis es un elemento fundamental del sistema
hipocampal para
ejercer sus funciones,
incluyendo aprendizaje
y memoria, ansiedad, y regulación del estrés,
así como la última en descubrirse, denominada separación de
patrones, que nos permite distinguir dos recuerdos muy
parecidos, explica José
Luis Trejo,
que dirige el Grupo
de Neurogénesis del Individuo Adulto en
el Instituto Cajal del CSIC en Madrid.
Neuronas
especiales
“El
valor añadido de la neurogénesis adulta es que las
nuevas neuronas tienen propiedades electrofisiológicas especiales,
distintas de las de las neuronas maduras, lo que confiere
al sistema una
capacidad de adaptación, o plasticidad, extra que responde a la
actividad y a la experiencia”,
señala.
Otro
aspecto que se discute aún es “el significado adaptativo de
los incrementos y disminuciones del número de nuevas neuronas, en el
contexto de mayor o menor flexibilidad conductual, y cómo
estas neuronas sirven el propósito de modular
la respuesta individual a un entorno rápidamente cambiante y
retador,
como es el del medio natural”, añade Trejo.
Igual
que la confirmación de la neurogénesis se vio dificultada por las
condiciones de laboratorio, y aunque estas han mejorado mucho desde
entonces, en la actualidad se plantea que pueden ser aún demasiado
artificiales para abordar con precisión la neurogénesis adulta.
José
Luis Trejo explica que se trata de “un aspecto muy novedoso en una
revisión de este tipo, la
comparación entre la situación experimental en el laboratorio
con lo poco que se sabe de la situación en condiciones
naturales.
Se defiende la idea de que los protocolos conductuales
experimentales que usamos en los laboratorios han estado bien,
pero ahora se
necesita implementar nuevos protocolos más etológicos o
naturalísticos con objeto de aprender el papel real de la
neurogénesis
adulta en la experiencia individual en la naturaleza.
Estos
protocolos deberían recrear las condiciones naturales de vida,
incluyendo por ejemplo, la dominancia jerárquica”.
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