domingo, 14 de febrero de 2021

COMUNIDADES ANDINAS

Las culturas originarias y el maíz en el desierto chileno como fuentes de un desarrollo local y agroecológico 

 

El desarrollo local y agroecológico desde una mirada étnica en función del cultivo del maíz en el norte chileno, específicamente en el desierto de Atacama. Culturas originarias como aymaras y quechuas en el caso del valle de Lluta y Camiña respectivamente y atacameños para el caso del oasis de Calama permiten inferir que realizaron y realizan una importante adaptación humana en estos ecosistemas que permitió el desarrollo de importantes asentamientos humanos desde épocas milenarias en este desierto, que hasta el día de hoy aún perduran en un contexto actual con plena vigencia de su actividad agrícola productiva. 


Los pueblos de la precordillera de las regiones de Arica – Parinacota, Tarapacá y Antofagasta en el norte de Chile, fueron y siguen siendo importantes productores de maíz que abastecen tanto a los poblados del altiplano como a las grandes ciudades de las costas del Pacífico norte de Chile. 


Existe por lo tanto en este trabajo una necesidad de dar a conocer, pero también de conservar y fortalecer el conocimiento del cultivo del maíz en estos lugares. En todos estos sitios se ha venido desarrollando un proceso de adaptación eco-sistemática del maíz a estos territorios de innegable potencial tecnológico a nivel de germoplasma nativo que sin dudas pasa a ser un importante reservorio genético alimenticio para el norte de Chile. 

 

Introducción 

En el norte de Chile y particularmente en el desierto de Atacama existió un proceso muy significativo para las comunidades originarias, y que corresponde al tránsito entre el periodo arcaico pre-agro-alfarero y el periodo formativo o agro-alfarero. Este proceso se generó en el desierto bajo condiciones ambientales de extremada rigurosidad, con escasez de precipitaciones, radiaciones solares muy altas y temperaturas extremas tanto en el día como en la noche. 


No obstante, este medio hostil para la adaptación humana permitió de igual manera un proceso de sedentarización, que significó la progresiva agriculturización del desierto y consecuentemente la formación de las primeras aldeas cuya antigüedad se remonta hacia los 2.500 años a.C. 


Estas primeras aldeas se encuentran en la Provincia del Tamarugal en la Región de Tarapacá, en pleno desierto extremo o Pampa como el caso de RamaditasGuatacondo y Caserones y en la Provincia de El Loa en la región de Antofagasta, como es el caso de la aldea de Tulor en el Oasis de San Pedro de Atacama. 


La adaptación humana a estos ambientes y particularmente el uso agroecológico de estos espacios territoriales se produjo por un lento proceso basado en comprender y entender el manejo de los recursos naturales existentes en estas zonas geográficas, de manera tal que la relación suelo –agua y domesticación de plantas pudiera ser una realidad en estas zonas desérticas. 


El desarrollo y utilización de tecnologías vermiculares como, por ejemplo, el uso de eras que requerían grandes volúmenes de agua que les permitía lixiviar los suelos de las múltiples sales existentes en las estructuras edáficas. Además, la necesidad de conducir el agua para el manejo del riego en campos de cultivos, permiten inferir que estos grupos se adaptaron a una agricultura con grandes limitaciones ambientales que hacen suponer un profundo entendimiento entre naturaleza y sociedad humana. 


La implementación de reservorios y cosechadores de agua por ejemplo en la aldea de Ramaditas permite señalar la enorme importancia del recurso hídrico en estos ambientes desérticos que permitían a la larga dar sustentabilidad al sistema productivo agrícola basado preferentemente en una genética de plantas como la Quínoa, el Amarantus y muy particularmente el Maíz. 


De acuerdo a los antecedentes de diversos autores, se asienta en este ambiente desértico del norte Chileno, un grupo humano autónomo, quienes tienen como eje una agricultura del desierto de hace más de 2.000 años de antigüedad, que se basa en una importante triada de manejos tanto de los recursos naturales, demográficos como de complementariedad con otros pisos ecológicos existentes en el ámbito del Norte Chileno. 


El manejo de los recursos naturales, tanto de suelos, agua como germoplasmas nativos (semillas), permitió otorgarles a estos grupos una tecnología apropiada al uso de los recursos existentes en el territorio. De igual manera la construcción de estos primeros patrones aldeanos permitió generar un sistema de organización social y espacial que le otorga a estos grupos una necesaria estructura social de orden laboral que se define en una incipiente diferenciación de oficios al interior de la aldea (artesanos, encargados de cultivos, regantes y otros). 


Por otro lado, el manejo de la complementariedad sin dudas se basa en la generación de alimentos necesarios para la subsistencia del propio grupo y para la excedencia hacia el exterior como una manera de complementar el intercambio con otros grupos de pisos más altos o más bajos como se muestra en la aldea de Ramaditas, donde se encuentran evidencias en los trabajos estratigráficos de restos de alimentos marinos de la costa y restos de especies propias del altiplano andino. 


Todo el proceso económico cultural antes mencionado se produce en base al conocimiento agrícola que se tiene sobre el manejo de dos importantes cultivos como son la quínoa y el maíz, sin dudas que este conocimiento se tiene que adaptar a un territorio donde las condiciones no son las óptimas, no obstante, ello este ser humano es capaz de lograr este proceso de domesticación de cultivos generando con ello las bases de la actual agricultura del desierto existente en el desierto del norte de Chile. 


Los maíces en el norte chileno Los datos etnohistóricos son bastantes clarificadores para demostrar la enorme importancia del cultivo del maíz en los territorios del norte Chileno, de hecho Cieza de León en 1555 nos entrega las primeras descripciones de este territorio mencionando la importancia del agua para beber en este desierto la cual se mantenía en odres de cuero y que generalmente era acompañada con el consumo de maíz tostado, por lo tanto acota que agua y maíz tostado era la dieta que normalmente tenía el indígena de este territorio desértico. 


Por otra parte, Jerónimo de Bibar en 1558, nos habla de las importantes sementeras que existían cuyos principales cultivos eran las cucurbitáceas y los maíces especialmente éste último por ser el principal bastimento de los indígenas. 


Hoy en día podemos extrapolar los valiosos datos arqueológicos e históricos que se han comentado con anterioridad hacia tres sectores del norte Chileno que representan el carácter vermicular del cultivo del maíz en la actualidad como lo son el maíz Camiñano, el maíz lluteño y el maíz Calameño. Estas tres localidades son de reconocido prestigio por las cualidades del maíz.  

 

Maíz Camiñano
1.1.- El maíz Camiñano: 

La comuna de Camiña se encuentra ubicada en la pre-cordillera de la Región de Tarapacá, Provincia del Tamarugal y los cultivos de maíz se concentran en la parte alta de la quebrada de Camiña, en los pequeños poblados de ChapiquiltaCuisama y Yala- Yala. Estos tres pueblos son reconocidos por el cultivo del maíz. En estos lugares existe una particular manera de cultivar, que se basa principalmente en determinar espacios micro-ecológicos que son utilizados de acuerdo a su estructura edáfica como por ejemplo la banda río, la pampa y las laderas. La banda río por lo general la dejan para hortalizas, por ser más delicados y porque estos suelos son más fértiles. La pampa por lo general es para ajos y zanahorias, ya que este es un terreno más amplio lo que permite cultivar en mayor extensión tomando en cuenta que estos son productos altamente comerciables y las laderas generalmente están compuestas por takanas es decir terrazas que han sido construidas para obtener mayor superficie de cultivos, en estos terrenos generalmente se cultiva el maíz y la alfalfa, por ser cultivos más rústicos y resistentes a suelos carentes de buena fertilidad natural. La siembra del maíz en la quebrada alta de Camiña se realiza en el mes de septiembre mediante ocho granos por hoyo y durante el cultivo se realizan dos “entresaques” que significa sacar algunas plantas para ordenar su proceso fenológico posterior de esta manera se robustece la “chala”, es decir el tallo del maíz. Entre el tercer y cuarto mes de siembra se realiza la actividad de “pegar la cara”, que significa sacar las hojas de abajo del maíz para que no se debilite la planta y el crecimiento vaya hacia arriba. El germoplasma de maíz en la quebrada de Camiña es totalmente autoproducido, ya que por lo general dejan parte de la cosecha para semillas. Estas últimas las seleccionan de acuerdo a tres etnoindicadores como son el color, la forma y el tamaño. En cuanto al color debe ser un amarillento pálido, la forma del grano debe tener en su parte distal una mayor proporción que la base del grano. Actualmente en esta parte del territorio nortino se produce una concentración de cosechas durante el mes de marzo y obtienen un total de 15.000 mazorcas por ha. 

 

1.2.- El Maíz LLuteño: El maíz de LLuta es cultivado en el valle del mismo nombre en su parte baja el que además se encuentra a 12 Km al norte de la ciudad de Arica en la Región de Arica y Parinacota. El maíz lluteño es reconocido por su agradable sabor y por su notable conservación en el tiempo. Este maíz tiene la particularidad de desarrollarse en un ecosistema extremadamente estresante con una pluviometría que no sobrepasa los 1.1 mm, al año y una excesiva cantidad de sales y boro que existen en su estructura edáfica. En estas condiciones este maíz es capaz de tolerar estos índices y crecer sin obstáculos. Según Bastias E, et al ( 2011) este maíz tiene la particularidad de mantener la homeostasis hídrica e iónica bajo todas estas condiciones de estrés señalando además que el carácter excluidor de Na+ permite mantener sin problemas los procesos fosintéticos de este ecotipo de maíz “ lluteño”. Sin dudas que todo este proceso de relaciones bióticas y abióticas de este maíz en este valle debe haber sucedido en un largo periodo de adaptación ecosistémica, de hecho es en este valle donde se han encontrado vestigios de las “cullunas” o “colcas”, que son depósitos subterráneos para guardar productos alimenticios como el maíz de este modo conservaban el alimento y sobretodo, lo protegían del ataque de polillas. Son muy conocidas las colcas de Guaylacan en el valle de Lluta. Las mazorcas de lluta son generalmente cortas de forma cónica y sus granos son particularmente redondos con coloración variable. La siembra la realizan en cualquier época del año, pero productivamente la realizan en el mes de agosto-septiembre. 

 

 

1.3.-El maíz Calameño: Este maíz se cultiva en el sector norte de la ciudad de Calama en la ribera del río Loa y el origen de esta semilla está en el poblado de San Pedro de Atacama, específicamente en el ayllu de Quitor.  

Muy rico en hidratos de carbono (60 a 70% de almidón y azúcares) y un 8% de materia grasa. Los minerales que están presentes son Magnesio, Fósforo, Hierro y Potasio. El maíz es considerado el alimento base o fundamental en muchas comunidades de pocos recursos, su consumo nos aporta las calorías diarias
necesarias para nuestro organismo, como una importante cantidad de proteínas. Su riqueza en fibra aporta un estado de saciedad y lleno (sin sensación de hambre) por periodos prolongados. La presencia de vitaminas del grupo B, especialmente la vitamina B1 o Tiamina, B7 o Biotina, B9 Acido Fólico. 

EL CHOCLO CALAMEÑO
"Es distinto al de 
otras regiones de Chile, 
ya que éste es más 
pequeño, blando 
de un sabor 
más dulce, en humitas, 
en pastel, o simplemente 
el choclo cosido, es una 
de las delicias de Calama".
 

Dn
. Rufino Barboza Mamani, uno de los principales campesinos que cultiva el maíz calameño desde épocas consanguíneas pasadas en el sector denominado como Chunchuri. Don Rufino ha sido depositario de las verdaderas semillas de maíz de Quitor, consideradas como el maíz diente de oro, dado el color amarillo intenso que presentan sus granos y su característica dureza, denominado como morocho, en el sentido de su particular dureza. Actualmente cultiva este tipo de maíz en su chacra de Chunchuri, llamándolo como el maíz “morocho amarillo rey” efectuando el rito de la siembra conservando para ello algunas prácticas ancestrales. 

Dice Dn Rufino “cuando íbamos a sembrar se preparaba una semana antes para preparar la siembra, vamos a decir por ejemplo este fin de semana, antes entonces vamos a sembrar maíz, hay que preparar las mujeres para que preparen la chicha, otro día era el molino para hacer harina tostá, con el triguito ir a molerlo para hacer la harina tostá, y empezar a buscar yunta porque en ese tiempo eran yuntas de mulas no más”. “después había que hacerles la invitación a los músicos, unos dos que cantaran, bombo y acordeón y llegaba el día, el día antes, por ejemplo, un día antes porque el domingo iban a sembrar, el día sábado llegaban y traían las semillas y ponían una vela” Sin dudas que el anterior relato implica la preparación de la siembra, situación que se realiza no en el campo, sino más bien en la casa del campesino, realizando para ello una rogativa para tener buena germinación y cosecha del maíz. El relato de Dn Rufino sigue” era infaltable en la preparación de la siembra la patasca que era un caldo con maíz de grano grande y pelado con carne. El sábado en la tarde, lo que se perdió el sol sacaban la semilla y la ponían en una mesa en una parte donde poder velar, se velaba el maíz que se iba a sembrar. Las semillas se colocaban en una kischa, un como le llaman alforjas unas tremendas alforjas que usaban para trasladar los productos para llevar cantidad de maíz. Ya de noche se ponían las velitas, se ponían a rezar y se le pedía a los santos que la semilla germinara en la patajoiri, que hubiera lluvias que no faltara el agua y que llegaran todos sus invitados”. Se definen en este relato una serie de vocablos que sin dudas son del dialecto Cunza hoy prácticamente desaparecido dentro de la etnia Atacameña, como el caso del toponimio PATAJOIRI, que significa para los cunzas la madre tierra. 

 

El relato de la siembra del maíz de Dn, Rufino tiene el siguiente corolario. “Llegaba la gente y al otro día antes de que salga el sol tenía que levantarse sacar todo y llevar las semillas donde se iba a sembrar, se pagaba con harina tostá, aloja y coca, ahí a las semillas. Y después llegaban las yuntas ya tomados desayuno y empezábamos a rayar. Ahí rayaban, dos vueltas a las mulas, los que iban semillando dos vueltas, a la vuelta un trago de aloja, o venía en ese tiempo las famosas peras de pascua, no faltaba la fruta o la harina tostá con vino lo vamos a untar y vamos a la vuelta, terminaba la siembra se borraba y en un rincón se sentaban todos y todos traían sus jarros y se ponían a bailar cueca, eso era pisar la semilla, por eso se sellaba. En la misma era se pagaba la semilla se pisoteaba y de ahí se iba a la casa remataban todo lo que habían preparado para comer y tomar”. Dice don Rufino “hasta el día de hoy yo hago lo mismo con los vecinos que llegan y bailamos cueca atacameña, estas cuecas son del año del ñaju y las tengo grabadas de la época de mi papá”. 

 

Según las creencias cunzas seguidas en su tradición por Don Rufino, la mazorca de maíz era generalmente dividida en tres partes para su mejor utilización.  

Los granos de la parte alta eran utilizados para realizar el tostado y para la alimentación de aves menores.  

Los granos de la parte del medio se consideraban como los más preciados para guardarlos como semilla y los granos de la parte baja eran utilizados como harina.  

Los granos de la parte del medio de la mazorca eran guardados en tiestos de greda, en cuyo interior se colocaba paja para proteger los granos de la humedad ambiental.  

 

A estos cántaros se les colocaba una tapa de cuero de oveja sellado con greda. A veces también almacenaban los granos en pequeñas maletas de cuero. Para el consumo familiar se colocaban las mazorcas en algún lugar del patio semienterrados y tapados con hojas de brea, esto permitía que los maíces no se resecaran y estuvieran como recién cortados de la mata por casi dos meses.  

 

El origen del maíz denominado “morocho amarillo rey tiene su particular historia; cuenta don Rufino “ que cuando llegaron los españoles fueron tan protegidos, ellos buscaban el oro del Inca, pero no sabían que el oro no era el metal sino el maíz, era tan redondito y la impresión es bonita y siempre buscaron eso, decían, mataron mucha gente para ver y decir quién tenía fondeado el oro y el oro estaba sembrado, de eso si me acuerdo de mi abuelo y después contaban del camino que se construyó porque él dice que pasó varias veces por ahí cuando era joven y después con el tiempo él trasladaba metales de la mina, la que está de Quitor hacia arriba, el San Bartolo, él llevaba metales hacia cobija, en mula se demoraban un mes y tanto en traer y trasladar hasta Cobija y de Cobija cargar otra vez el comestible para llevar a San Pedro y de San Pedro a la mina”. 

 Este tipo de maíz ancestral tiene una serie de cualidades que lo convierten en un producto versátil por cuanto puede hacerse con él harina, chicha, alimento natural y alimento con subproductos como la extracción de la borra que unida a la miel queda como un budín de pan. Este maíz fue introducido por el padre de Don Rufino en Calama en los años 1970, realizando mezclas con la semilla de maíz que se daba en Calama, la cual era una mazorca muy pequeña y con un sabor poco azucarado.  

Don Rufino cuenta que el proceso de volver a sembrar el maíz patrimonial denominado como “morocho amarillo rey”, fue durante la temporada del año 1985, y desde esta fecha con algunos intervalos siembra este maíz en Calama. 

 

 Consideraciones Finales  

Los pueblos andinos de la Precordillera de las Regiones de Arica-Parinacota. Tarapacá y Antofagasta, fueron y algunos siguen siendo importantes productores de maíz que abastecían y abastecen tanto a los poblados del altiplano como las grandes ciudades de la costa del pacifico en el norte de Chile, respectivamente. Hoy en día el cultivo y el consumo de maíz ha ido paulatinamente perdiendo posición por la harina de trigo o sus derivados. Es más, el producto derivado del maíz como lo es la chicha ha prácticamente desaparecido del consumo habitual de las comunidades del norte Chileno y es solo preparado y consumido en algunas fiestas patronales y ceremonias rituales, como por ejemplo en el poblado de Chiapa en la pre-cordillera de la provincia del Tamarugal, región de Tarapacá., donde se manifiesta la fiesta más tradicional acerca del maíz en el norte Chileno. En Chiapa en el mes de enero para la fiesta de reyes se presenta el baile de los chiriguanos, cuya vestimenta es de gran colorido y donde los hombres llevan un gorro alargado que representa a la mazorca o choclo y donde los músicos llevan a la plaza del pueblo, las tiernas cañas de maíz y la chicha respectiva, (Hidalgo, 2011). Existe por lo tanto una necesidad de conservar y fortalecer el conocimiento del cultivo del maíz preferentemente en las localidades de LLuta, Camiña alto y Calama. En estos lugares se ha venido desarrollando un proceso de adaptación eco-sistémica del maíz a estos territorios de innegable potencial tecnológico a nivel de germoplasma nativo que sin dudas pasa a ser un importante reservorio genético alimenticio para el norte de Chile. 

 

FUENTE: CarevicAlvaro. (2012). Agroalfareroscanchoneros y campesinos. Adaptación humana y usos agroecológicos en la Pampa del Tamarugal, desierto de Atacama. Norte de Chile. Universidad Arturo Prat. Iquique. Chile. 




 






CULTURA Y COSTIMBRES DEL PERÚ MÁS REMOTO

La renovación del puente colgante de Q’eswachaka, en Perúsobre el río Apurimac, utilizando para ello técnicas ancestrales heredadas de los incas. 

En un remoto lugar del Perú, cuatro comunidades diferentes se reúnen anualmente en un reto increíble: la renovación de Q'eswachaka, el último puente colgante hecho exclusivamente de fibras vegetales que aún se conserva en los Andes. 

Durante tres días, hombres, mujeres y niños trabajan unidos para levantar esta original obra de ingeniería sobre el río Apurimac, utilizando para ello técnicas ancestrales heredadas de los incas. Un complejo y arriesgado proceso con el que afianzan su identidad como pueblo y celebran la renovación de la vida.

La primera semana de junio de cada año, el conjunto de la población del distrito de Quehue, en Perú, se agrupa durante tres días para renovar colectivamente el puente de sogas tendido entre las dos orillas del río Apurímac, observando así una tradición secular cuya práctica se halla inscrita en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad desde 2013.    

Para llegar desde la ciudad de Cusco a Quehue es preciso recorrer en automóvil, durante cuatro horas y con la máxima prudencia, toda una serie de empinadas carreteras que zigzaguean por altos cerros. En esta primera semana de junio, cuando está finalizando la estación lluviosa, la población de esta región de los Andes meridionales peruanos se prepara para un acontecimiento muy especial: cumplir durante tres días con el rito secular de renovación del puente colgante de Q’eswachaka. 

Tendido en lo alto del vertiginoso desfiladero de Quehue por cuyo fondo discurre el río Apurímac –“oráculo del dios de la montaña” en idioma quechua–, este puente une a las comunidades huinchiri, chaupibanda y chocayhua que habitan en la orilla izquierda, con la comunidad qollana quehue asentada en la orilla derecha. Último puente de fibras vegetales subsistente en Perú, esta obra de ingeniería tradicional es todo un símbolo del vínculo estrecho que mantienen esas comunidades con su historia, sus tradiciones y la naturaleza circundante.
Días antes de que comience la fabricación del puente se corta la q’oya, una yerba pajiza que crece en las zonas altas húmedas de la cordillera andina. Esta tarea la llevan a cabo las mujeres, así como los niños que aprenden desde su más tierna infancia a trenzar las fibras de esa planta. En la calle de un pueblo vemos a una mujer golpeando un haz de q’oya contra un canto rodado para flexibilizarla, mientras que otra utiliza los tallos ya suavizados para trenzar con sorprendente destreza una cuerda. Todo el mundo se apresura para que las sogas estén listas el día que comience la instalación del nuevo puente. 

El Qhapaq Ñan

Fabricado con técnicas que se remontan a más de seis siglos de antigüedad, el puente de Q’eswachaka es un vivo testigo de una de las mayores realizaciones de la civilización incaica: el “Qhapaq Ñan” o Camino del Inca, una red de rutas construida en los Andes Centrales para comunicar entre sí sus vastos territorios, a despecho de la accidentada topografía andina, surcada por numerosos desfiladeros y cañones. Los puentes colgantes de cuerdas ofrecían la ventaja de poseer una elasticidad capaz de contrarrestar los efectos devastadores de la actividad sísmica relativamente importante de la cordillera andina. En cambio, resultaban ser menos resistentes a fenómenos meteorológicos como las lluvias que en la región caen ininterrumpidamente durante varios meses en determinadas épocas del año. El deterioro de las maromas de sostén imponía su renovación periódica, y esta costumbre ancestral es la que han perpetuado hasta nuestros días las comunidades del Apurímac con su rito anual de recambio, pese a que el puente ya no es la única vía de comunicación entre las dos orillas del río. 

El primer día de la renovación, los caminos que llevan al puente están atestados de motocicletas que transportan sogas trenzadas. Cada cabeza de familia trae una q’eswa de unos 70 metros de longitud. Un paqo o chamán hace ofrendas a los apus, espíritus de las montañas protectores de los pueblos andinos, depositando en un pequeño altar cercano al puente fetos de llamas, mazorcas de maíz y diversos objetos. El oficiante también ofrece a ratos una bebida alcohólica a los hombres que van a participar en la reconstrucción del puente. Asimismo, en una de las extremidades de este se alimenta una hoguera en la que arde el corazón de un ovino sacrificado a los apus. El propósito de esta liturgia es lograr que los espíritus protejan a los constructores, impidiendo cualquier accidente durante sus faenas. 

El segundo día, en los dos extremos del antiguo puente se cortan las cuatro maromas de q’oya que forman el tablero y las dos que sirven de barandas, lo que provoca su estruendosa caída en el cauce del río y su inmediato arrastre por la impetuosidad de las aguas. Por tradición, solamente los hombres pueden participar en el tendido del nuevo puente, mientras que las mujeres se mantienen apartadas en el talud del desfiladero trenzando más cuerdas. Una vez tendidas las seis nuevas maromas de una orilla a otra del Apurímac, se amarran sólidamente a los pilares de piedra situados a cada lado del barranco. 

El trabajo comunitario, costumbre social incaica.

Una gran parte de la segunda jornada se dedica a la operación de lograr que las gruesas maromas de sostén alcancen el grado de tensión requerido, empleando exclusivamente una fuerza de tracción humana. Varios contramaestres dirigen esta fase, guiando y fijando el ritmo a los hombres que tensan las maromas. Las sucesivas etapas de construcción del puente son supervisadas por algunos veteranos y dos chakaruwaq, artesanos expertos en técnicas de trenzado que se transmiten de generación en generación. La modalidad laboral que aplican se inspira en la mink’a incaica, esto es, en el trabajo colectivo de realización de obras importantes en beneficio de toda la comunidad. 

El tercer día, dos grupos de hombres insensibles al vértigo parten simultáneamente de cada extremo del puente para ir atando poco a poco las maromas del tablero con las de las barandas mediante cuerdas menos gruesas. De este modo van creando progresivamente los antepechos que permitirán cruzar el puente con toda seguridad. Los dos grupos se encuentran finalmente en medio del puente y, al anudar la última soga, levantan los brazos en señal de victoria suscitando una gran ovación de la muchedumbre que los observó atentamente. 

Los participantes en la construcción del puente son los primeros en atravesarlo, seguidos después por todos los aldeanos. Por medida de precaución solo se permite que crucen el puente cuatro personas a la vez y, como el gentío es muy numeroso, transcurre mucho tiempo antes de que todos los presentes puedan franquear el desfiladero. La renovación del puente se ultima así sin utilizar en su proceso de reconstrucción una sola máquina o instrumento, recurriendo exclusivamente a un material natural, la q’oya, y a la habilidad y fuerza humanas.

La renovación del puente culmina con una serie de festejos en los que participan todas las comunidades. Un grupo musical interpreta en un escenario canciones tradicionales de la región. Niños y niñas de los pueblos vecinos participan en un concurso de baile. Son ellos los que dentro de algunos años garantizarán el relevo, así como la perdurabilidad del rito de renovación del puente colgante de Q’eswachaka.


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