El ocaso de los dioses - Acto I
En el cuadro primero, el acto comienza en el palacio de los
guibichungos, una estirpe que habita a orillas del Rin. Alrededor de una mesa
están Gunther, el rey de los guibichungos, y su hermana Gutrune conversando con
su hermano Hagen. Gunther, Gutrune y Hagen son hijos de la misma madre pero de
diferente padre. Mientras que los dos primeros son hijos del rey Gibich, Hagen
es hijo de Alberich el nibelungo. Por eso Gunther posee fuerza, valor,
juventud, belleza, una tropa, sirvientes y vasallos, prestigio, buen nombre y
una rica herencia, mientras que Hagen es un personaje siniestro, un guerrero
fiero, espantoso, inteligente y astuto que continúa con la obra de odio de su
padre y anhela la posesión del anillo maldito.
Gunther heredó la primogenitura, y es aconsejado por su medio
hermano Hagen para tomar esposa y encontrar un marido para su hermana Gutrune,
con el objetivo de aumentar el brillo de su dinastía con ventajosas uniones.
Hagen sugiere como esposa para Gunther a Brunilda, la mujer más hermosa del
mundo, que reside en una montaña rodeada de fuego; y a Sigfrido, el más famoso
de los héroes, como marido para Gutrune.
Gunther no es capaz de franquear la barrera de llamas que
protege a Brunilda, solo Sigfrido puede lograrlo, por lo que necesitan que
Sigfrido les traiga a Brunilda. Si Gutrune hiciera que Sigfrido la ame,
entonces podría convencerlo de que traiga a Brunilda para Gunther.
Hagen da a Gutrune una poción, la bebida de amor, el filtro
del olvido, para hacer que Sigfrido olvide a Brunilda y se enamore de Gutrune.
Bajo su influencia Sigfrido podrá conquistar a Brunilda para Gunther. Los
hermanos guibichungos ignoran que Sigfrido despertó a Brunilda y que se aman.
Ambos desconocen que Sigfrido y Brunilda son pareja y que el único fin que
persigue Hagen es recuperar el anillo para su padre.
La orquesta toca el leitmotiv de los guibichungos y las caracterizaciones instrumentales de Hagen, Gunther y Gutrune. Cuando aparece ella, se opone un breve paréntesis luminoso en las oscuras tonalidades de la orquesta.
Sigfrido navega por el Rin en una barca y ha oído muchas historias enalteciendo el poder y la nobleza de los gibichungos. Su llegada se anuncia en la lejanía por los ecos de su cuerno de plata y se escucha la plena sonoridad de su leitmotiv, derivado del leitmotiv original de la espada pero en un modo más majestuoso.
Sigfrido se acerca y mientras se escucha el leitmotiv de la
maldición de Alberich, Hagen lo saluda y le ofrece hospitalidad. La música
tiene aires marciales. Sigfrido llega al palacio de los guibichungos con el
propósito de verse con Gunther. Mientras se retira Gutrune, entra Sigfrido, y
dirigiéndose a los dos hombres, les pregunta cuál de ellos es Gunther, cuya
fama ha oído ensalzar. Dice que viene a combatir o a ofrecer su amistad, que no
puede corresponder a los ofrecimientos de Gunther con bienes ni vasallos porque
solo posee su acero y su persona pero que los pone a disposición de Gunther si
este lo acepta. Entonces Gunther le da una cordial bienvenida.
Hagen le pregunta a Sigfrido por el tesoro forjado por los
nibelungos y si Sigfrido se llevó el anillo. Sigfrido le contesta que al matar
a Fafner, el dragón, desdeñó las riquezas guardadas por el monstruo. Solo tomó
como recuerdo un yelmo que lleva colgado en su cinturón y un anillo que entregó
a una mujer sublime y divina. Hagen comprende que alude a Brunilda, pero
Gunther no entiende y Gutrune no está presente en la escena.
Aparece Gutrune en escena para saludar a Sigfrido y ofrecerle
una bebida de hospitalidad. Gutrune le hace beber el filtro de amor. Se escucha
varias veces el leitmotiv de la traición. Ignorando la conspiración, Sigfrido
bebe la poción, dedicando un recuerdo a su amada Brunilda, la cual se borra
instantáneamente de su memoria. Sigfrido queda inmediatamente prendado de la
bella Gutrune y le pide a Gunther que se la conceda por esposa.
Bajo la influencia del encantamiento, Sigfrido se ofrece a
conseguir una esposa para Gunther, y este le habla de Brunilda y del fuego
mágico que le rodea. El Tarnhelm, yelmo cuya virtud mágica ha revelado Hagen,
servirá para que Sigfrido tome la figura de Gunther engañando a Brunilda. Los
dos amigos celebran un pacto de alianza, pronunciando su juramento de
fidelidad, a la usanza de los antiguos germanos. Ambos se juramentan como
hermanos de sangre. Hagen llena de vino un cuerno y los dos guerreros se hacen
con sus espadas cortes en los brazos dejando caer la sangre en el vino que
toman. Al mismo tiempo se escucha el leitmotiv de la maldición del nibelungo y
el leitmotiv del pacto mientras Sigfrido dice que su espada es la garantía de
su juramento: es el esperpento de los convenios que garantiza la lanza rota de
Wotan.
Ambos juran que si alguno de ellos rompe el juramento, si un
amigo traicionara al otro, las gotas de sangre que hoy tan solemnemente han
bebido fluirán como ríos para matar al amigo y que lo que en gotas bebieron,
salga a torrentes del pecho del traidor. El juramento de Gunther y Sigfrido,
ahora hermanos de armas, ofrece adecuado carácter acentuado por la fatídica
enunciación del leitmotiv de la maldición, ante la cual también ellos habrán de
sucumbir. Sigfrido sale hacia la roca de Brunilda.
Se escucha un intermedio sinfónico que es la inversión de «El viaje de Sigfrido por el Rin». En vez de los alegres sones de la libertad y la confianza aparecen ahora los leitmotiven del héroe combinados con el leitmotiv sinuoso del anillo, el del pacto, el del odio de Hagen y la maldición del nibelungo unida al amor de Brunilda. Se escucha el leitmotiv de la renuncia al amor. La música sintetiza la acción del drama y hace presentir que la ausencia de amor todavía existe en el mundo para causar males y víctimas.
En el cuadro segundo estamos nuevamente en la roca de las valkirias. Vemos a Brunilda absorta en la admiración del anillo, prueba ferviente del amor de Sigfrido. Besa el anillo. Espera impaciente el regreso de Sigfrido.
Un relámpago rasga las nubes. Se oye la «Cabalgata de las
valquirias». De pronto el rumor de un trueno y el leitmotiv de las valquirias
anunciando la llegada de su hermana Waltraute, quien le cuenta cómo Wotan
volvió un día de sus vagabundeos con su lanza rota. Brunilda la recibe con
mucha alegría. Pero ¿cómo se atrevió su hermana, al ir a verla, a desobedecer
el severo mandato de Wotan? La imagen de Wotan es evocada por las palabras de
Waltraute y por la música. Waltraute le refiere que precisamente viene para
intentar salvar a los dioses de la catástrofe que los amenaza. Desde que Wotan
castigó a su hija, recorrió el mundo sin cesar como el Caminante, viajero
solitario.
En el relato de Waltraute queda expuesta la renuncia de Wotan
y su deseo de que el anillo sea devuelto, para liberación de hombres y dioses,
a la vez que expone la decadencia divina y la desolación que envuelve al mundo del
Walhalla. Wotan se encuentra consternado con la pérdida de la lanza, dado que
todos los pactos y acuerdos a que había llegado, todo lo que le daba poder,
estaban inscritos en su mango. Wotan encargó que le llevaran ramas del fresno
del mundo, Yggdrasil, y fueron apiladas alrededor de Walhalla. Envió a sus
cuervos a espiar todo el mundo y a traerle noticias, y ahora se encuentra en
Walhalla esperando el final. Mudo y sombrío, reina el soberano de los dioses.
Las valquirias permanecen suplicantes a sus pies, pero el dios, indiferente, ni
las mira.
Wotan ha renunciado ya a su ambición. El rey de los dioses, tras errante peregrinar, vencido por la irresistible espada de Sigfrido, solo desea que la joya maldita, el anillo del nibelungo que causa tantas desventuras, sea restituida a las profundidades del Rin, para que cesen los efectos del anatema que pesa sobre el mundo.
El ocaso de los dioses - Acto I -
EDICIÓN: Erika Rojas Portilla
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