lunes, 10 de octubre de 2022

EL OCASO DE LOS DIOSES (Götterdämmerung) - Comentario final -

«El ocaso de los dioses»: Extinción de un mundo en descomposición

 «Tetralogía» wagneriana.

Opera describe a lo largo de la parábola la decadencia de un mundo, las lacras de una sociedad en descomposición, lo menesteroso de sus pobladores, lo ominoso de los comportamientos. Una visión de un prosaísmo exasperado, ajena por tanto a la dimensión mítica y sirviendo un simbolismo a veces a ras de tierra.

El ocaso de los dioses

NO HAY nada más deprimente pero a la vez atractivo estéticamente que la caída de un régimen. La decadencia del Imperio Romano, el exilio y la vuelta de Napoleón de Elba o el hundimiento del Tercer Reich han inspirado grandes obras literarias y artísticas.

Un clásico del género es el 'Götterdämmerung' de Richard Wagner, inspirado en una ancestral leyenda nórdica en la que la lucha entre los dioses provoca el fin del mundo. La ópera narra la historia de cómo el anillo mágico, hecho con oro robado por el enano Alberich, provoca la muerte de Sigfrido, pero también la destrucción del Walhalla, el hogar de los dioses, donde reina Wotan.

El Walhalla que custodiaba Rajoy ha sido profanado por los jóvenes bárbaros, que no se dejan impresionar por los viejos mitos. Sigfrido, el héroe que mata al dragón y se hace con el anillo, aparece en mitad de la función para reivindicar su papel. Y el drama acaba con un incendio de la morada de los dioses en el que sucumbe el orden encarnado por Wotan.No hay duda de que estos días estamos asistiendo al final de un régimen devorado por las llamas. 

Los protagonistas del espectáculo reencarnan a los Wotan, Alberich, Gunther, Hagen y Sigfrido, los personajes de la mitología wagneriana, interpretados en clave de farsa. Wotan es obviamente Rajoy ardiendo en el fuego del paraíso perdido, Pablo Iglesias no oculta su voluntad de convertirse en Sifgrido y Pedro Sánchez sueña con los poderes de Alberich.Sifgrido, el esforzado campeón que combate por las causas perdidas y enamora a Brunilda, es ahora el que atrae todas las miradas. 

Pero el héroe nibelungo tiene un punto débil ya que una hoja de tilo quedó adherida a su espalda cuando se bañaba en las aguas de la inmortalidad. Ese es el único lugar donde puede ser alcanzado por la espada de sus enemigos.El punto vulnerable del nuevo Sigfrido es su vanidad desmesurada y un ego capaz de expandirse hasta extremos infinitos. Se cree el centro del universo y ayer lo demostró en una función orquestada para mostrar su grandeza, en la que lo sublime quedó eclipsado por lo ridículo.Veremos como le sale su estrategia. 

Pero como sucede en los momentos convulsos que siempre genera la desaparición de un régimen, no es posible descartar casi nada. Lo demuestra la inesperada decisión de Rajoy de tirar la toalla antes de disputar el combate, defraudando a siete millones de votantes. Nadie se lo esperaba. Lo sucedido demuestra que existen cisnes negros que pueden cambiar el desenlace de los acontecimientos. Eso sí, el hundimiento de un imperio, el incendio del Walhalla, constituye un escenario óptimo para constatar el temple de los héroes que quieren escribir la Historia. 

Y lo que estamos contemplando estos días no es el noble ejercicio de la política sino una mezquina lucha por el poder.No hay ni el menor ápice de grandeza en la pugna de algunas formaciones para obtener unos privilegios como grupo parlamentario a costa de vulnerar la ley ni en determinados acuerdos que contradicen los principios de quienes los suscriben.Las llamas de Walhalla han propiciado un espectáculo lamentable en el que brillan la ambición y la codicia en la lucha por el anillo.

 Puede que el sistema tenga que reducirse a cenizas para instaurar un nuevo orden. Probablemente Rajoy se ha autoinmolado al renunciar a una investidura en la que tenía la oportunidad de demostrar su talla política. Su liderazgo sale tocado. Pero nada garantiza que lo que viene sea mejor que lo que ha habido hasta ahora, porque estamos viendo lo peor del alma humana en esta patética tragicomedia cuyo final no está escrito.




EDICIÓN: Erika Rojas Portilla



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