martes, 13 de junio de 2023

PLANETA HUMANO - ZONAS DE VIDA MARINA

Los diversos organismos que viven en el fondo del mar, o muy asociados a este, forman parte del bentos.

Entender las relaciones tróficas de un ecosistema constituye un aspecto fundamental para comprender la importancia de cada una de las especies. Gracias a este recurso interactivo, el alumnado conocerá cómo se pueden representar estas relaciones entre organismos marinos a través de cadenas o redes tróficas. Por medio de diferentes ejemplos, el alumnado reflexionará sobre la complejidad de las redes tróficas y sobre el papel clave que juegan algunas especies en el ecosistema del mar.

Ya sea en la costa o en lo más profundo del lecho marino, el océano rebosa de vida. 

Los cientos de miles de especies marinas van desde:

  •  las algas microscópicas hasta la criatura más grande que ha vivido en la Tierra, la ballena azul.

El océano cuenta con cinco grandes zonas biológicas, cada una de ellas con organismos singularmente adaptados a su ecosistema marino específico.

La zona epipelágica  es la capa superior del océano iluminada por el sol. Se extiende desde la superficie hasta unos 200 metros de profundidad (660 pies). Esta zona también se conoce como zona fótica o eufótica y aparece tanto en lagos como en el océano.

 

La luz solar en esta zona epipelágica permite la fotosíntesis, proceso a través del cual algunos organismos convierten la luz del sol y el dióxido de carbono en energía y oxígeno. En el océano, la fotosíntesis corre a cargo de las plantas y de las algas. Las plantas oceánicas, como los pastos marinos, son como las terrestres: tienen raíces, tallos y hojas. Las algas no tienen estas estructuras pero también realizan la fotosíntesis. Las algas grandes, como los quelpos, se denominan macroalgas.

El fitoplancton también vive en la zona epipelágica. Se trata de un grupo de organismos microscópicos formado por plantas, algas y bacterias. Sólo son visibles cuando miles de millones de ellos forman floraciones de algas, y aparecen como manchas verdes o azules en el océano.

El fitoplancton es la base de la red alimentaria del océano. Mediante la fotosíntesis, el fitoplancton es responsable de casi la mitad del oxígeno que se libera a la atmósfera terrestre. Animales como el kril (un tipo de camarón), los peces y los organismos microscópicos llamados zooplancton se alimentan de fitoplancton. A su vez, estos animales son comidos por ballenas, peces más grandes, aves oceánicas y seres humanos.

La siguiente zona es la zona mesopelágica, que se extiende hasta unos 1,000 metros (3,300 pies) de profundidad. También es conocida como zona crepuscular, debido a que su luz es muy tenue. Esta falta de luz solar hace que no haya plantas en esta zona, pero los grandes peces y ballenas se sumergen hasta sus profundidades para cazar a sus presas. Los peces de esta zona son pequeños y luminosos. Uno de los más comunes es el pez linterna, que tiene órganos luminosos a lo largo de su cuerpo.

A veces, los animales de la zona mesopelágica (como cachalotes y calamares) se sumergen en la zona batipelágica (3), a una profundidad de 4,000 metros (13,100 pies). Esta zona también se conoce como zona de medianoche porque allí no llega la luz.

Los animales de la zona batipelágica son pequeños, pero suelen tener unas bocas enormes, dientes afilados y estómagos elásticos que les permiten comer cualquier alimento que se les presente. La mayor parte de este alimento procede de los restos de plantas y animales que descienden desde las zonas pelágicas superiores. Muchos animales batipelágicos carecen de ojos porque no los necesitan en la oscuridad. Como allí la presión es tan grande y es tan difícil encontrar nutrientes, los peces de esta zona se mueven lentamente y tienen potentes branquias para extraer el oxígeno del agua.

El agua del fondo oceánico, en la zona abisopelágica, es muy salada y fría (dos grados Celsius o 35 grados Fahrenheit). A profundidades de hasta 6,000 metros (19,700 pies), la presión es enorme: 11,000 libras por pulgada cuadrada. Esto hace imposible la vida para la mayoría de los animales. Los que sí lo logran tienen extrañas adaptaciones para hacer frente a su ecosistema. Muchos peces de la zona abisal tienen mandíbulas que parecen estar desencajadas. 

Esta característica les permite arrastrar sus bocas abiertas por el lecho marino en busca de comida, como mejillones microscópicos, camarones y organismos microscópicos.

Muchos animales de esta zona, como calamares y peces, son bioluminiscentes; es decir, son capaces de emitir luz mediante reacciones químicas de su cuerpo. Por ejemplo, el rape abisal posee un apéndice luminoso que le cuelga por delante de su enorme boca dentada. Cuando los peces más pequeños son atraídos por su luz, el rape abisal los devora de un enorme bocado.

La zona más profunda del océano, entre fosas y cañones, se denomina zona hadopelágica. Aquí viven pocos organismos, donde destacan los diminutos isópodos, un tipo de crustáceo emparentado con cangrejos y gambas.

Los invertebrados, como las esponjas y los pepinos de mar, prosperan en las zonas abisales y hadopelágicas. Al igual que muchas estrellas de mar y medusas, estos invertebrados dependen casi por completo de partículas que caen de plantas y animales muertos o en descomposición, denominadas detritos marinos.


No todos los moradores de los fondos abisales dependen de los detritos marinos. En 1977, un grupo de oceanógrafos descubrió una comunidad de criaturas en los suelos oceánicos que se alimentaban de bacterias en torno a las fuentes hidrotermales.


 Estas fuentes expulsan del interior de la Tierra agua a temperatura muy alta, rica en minerales. Los minerales alimentan a unas bacterias muy específicas que, a su vez, nutren a otros organismos como cangrejos, almejas y gusanos de tubo.



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