martes, 23 de abril de 2024

FRAZADAS: ¿CUÁL ES EL MEJOR METEIAL PARA ABRIGAR LA CAMA?

 En la zona central de Chile los días aún no están tan fríos. Pero las noches sí: la época de destaparse para dormir, y mucho menos de desnudarse, se ha terminado. Al revés: por las mañanas no dan ni ganas de salir de la cama, y cuando se está fuera, ¡solo dan ganas de volver a entrar en ella!

La cama es el refugio. El lugar sagrado del descanso y el confort térmico. Pese a que las bajas temperaturas llevan al impulso de poner capas y capas de frazadas y cobertores, con el fin de hacerla lo más abrigada posible, es importante tener en cuenta que no se debe caer en la exageración.

“¿Por qué?”, te preguntarás. Pues porque “la temperatura ambiental es súper importante para el buen dormir”, responde Francisca Convalia, neuróloga de la Clínica Somno. Y una cosa es no querer dormir en un témpano y la otra es hacerlo en un sauna. De hecho, Convalia asegura que es durante el verano cuando se observan más dificultades para concebir un sueño reparador a causa del ambiente.

“Uno tiende a pensar que se duerme mejor con temperaturas cálidas, pero la verdad es que no es así”, dice la especialista, antes de lanzar una sentencia que puede ser difícil de creer para algunos oídos: “En el invierno la gente tiende a dormir mejor que en el verano”.

Heladas matinales en la Región Metropolitana.
Cuando hace frío se hace difícil dormir y también despertar. Foto: Diego Martin / Agencia Uno.

Ocurre que las altas temperaturas que se registran al final e inicio de año llevan a ambientes sofocantes, haciendo más dificultosa la respiración. Ante una sensación térmica alta, el cuerpo busca autorregularse por medio de la transpiración, lo que de por sí es bastante molesto. El uso de ventiladores aporta más ruido que una solución eficiente, y el aire acondicionado tiende a resecarlo, lo que también puede llevar a ciertos malestares físicos, como la nariz y la garganta rasposas.

Todo esto redunda en un sueño fragmentado, lleno de interrupciones y despertares. Un descanso de mala calidad que no cumple con su función: ofrecernos reparación cognitiva y metabólica.

Al parecer, durante el otoño y el invierno es más sencillo lograr un ambiente idóneo para el sueño. Pero antes de ir a ello, cabe preguntarse: ¿cuál es la temperatura ideal para concebir un buen descanso nocturno?

Según Convalia, ella estaría entre los 19 y 20 grados. En el caso de niñas y niños y adultos mayores, puede llegar hasta los 21 o 22 grados, “pero no más que eso”.

La termorregulación corporal

Hay que considerar que los humanos somos endotérmicos: regulamos nuestra temperatura en relación al ambiente en el que nos encontramos y las actividades que realizamos. Esa tarea recae en el cerebro, específicamente en el hipotálamo, algo así como el comando central en el que se producen hormonas que, además de controlar la temperatura corporal, ajustan el hambre, la sed, los estados del ánimo, la frecuencia cardíaca y un largo etcétera.

Entonces, si hacemos actividad física, el cuerpo acumulará mayor calor. ¿Qué hace el hipotálamo? Le pide al organismo que sude. La transpiración funciona como un termorregulador, pues ayuda al cuerpo a disminuir su temperatura y evitar un shock de calor. Algo similar ocurre cuando tenemos mucho frío: el hipotálamo le pide al cuerpo contraerse tiritar, de manera que esa actividad le genere suficiente energía y calor para regular su temperatura.

Se entiende que una persona mantiene una temperatura interna saludable cuando ésta se encuentra entre los 36,5º y los 37,5º celsius. En el sistema nervioso central ella debería mantenerse constante. A ello se le denomina temperatura central.

Sin embargo, también existe la temperatura periférica, que involucra a las capas más externas del cuerpo, como la piel. Ésta, a diferencia de la central, varía durante el día, alcanzando su pico más bajo cuando despertamos. A medida que entramos en actividad, comemos y avanzamos hacia la tarde, el cuerpo entra en calor y aumenta su gradualidad. Hasta que llega de nuevo la noche y comienza el descenso.

La baja de la temperatura corporal es fundamental para inducirnos al sueño. “A medida que avanzamos en él, la temperatura corporal continúa descendiendo y llega a su punto más bajo entre las 3 y 5 de la mañana, coincidiendo con las temperaturas más frías de la noche”, describe Francisca Convalia.

Ahora, el sueño se compone de dos fases que se intercalan sucesivamente durante la noche: el de movimiento ocular rápido (MOR) y el sueño sin MOR, también conocidos como REM (Rapid Eye Movement) y No REM por sus siglas en inglés. Es durante el sueño sin MOR cuando la temperatura corporal desciende, mientras que en la fase MOR, donde se producen los sueños más vívidos, el hipotálamo reduce el control de la termorregulación y la temperatura ambiental comienza a incidir de mayor forma.

Si hace demasiado calor o, por el contrario, hace demasiado frío a nivel ambiental, el cuerpo debe extremar sus esfuerzos para regular su temperatura, generando tensión y con ello, afectando la calidad de nuestro sueño.

La ropa de cama

De ahí la importancia de la calidad y cantidad de las capas que utilicemos en la cama. Si nos dejamos llevar por el impulso, es posible que apenas se presenten las bajas temperaturas invernales terminemos agregando más capas de las necesarias, provocando un efecto contraproducente para nuestro sueño y también para la salud.

“Si estoy muy abrigada, tenderé a transpirar”, explica Convalia. “La transpiración se enfriará justo al momento en que la temperatura corporal es más baja, que además coincide con la temperatura ambiental más baja de la noche. Eso llevará a que el termostato baje más de lo ideal, generando despertares y un sueño fragmentado de peor calidad”.

Esto puede ser particularmente sensible en el caso de niñas y niños. Padres y madres tienden a sobreabrigarlos durante las noches y, como dice la neuróloga, “la verdad es que no necesitan que la pieza esté a 26 grados; no es necesario”.

Dormir demasiado abrigado o calefaccionado también puede favorecer las enfermedades.

Sobreabrigar a niñas y niños tiene sus riesgos. Convalia dice que puede incluso ocasionar ahogos o apneas, sobre todo en el caso de recién nacidos, “porque no saben regular su temperatura”. También les puede afectar el ánimo e inhibirles el apetito, lo que obviamente es de preocupación. “Se pueden dar problemas en la piel, como dermatitis, eritema tóxico o sudamina, que no son lesiones graves, pero que generan susto”, agrega la neuróloga.

Por todo esto se hace importante considerar que la ropa de cama no corte la circulación sanguínea —debido al peso— ni genere demasiado calor que lleve a transpirar. “Deben ser de materiales respirables, ojalá de fibras orgánicas”.

La clave: telas naturales

Por primera vez en la historia se desarrollaba un campeonato de fútbol profesional en Chile cuando en la industria textil nacional aparecía un nuevo nombre: la Fábrica Nacional de Colchas El Castillo. Era 1933 y Federico Casaccia Solari, un joven italiano que llegó al país para eludir la Primera Guerra Mundial, comenzaba a cimentar su propia historia con la producción de frazadas y ropa de cama.

Noventa años después, El Castillo se mantiene vigente como una empresa familiar, sobreviviente de la debacle de la industria textil nacional de 1980. “Los pocos frazaderos que quedan ya prácticamente no fabrican acá, casi no hacen los hilados; las traen en rollo, las cortan y ponen la huincha. Es una pena”, comenta Antonella Casaccia, gerenta comercial de la fábrica y bisnieta de su fundador.

“Somos los únicos en Chile que fabricamos de principio a fin bajo un mismo techo, con lana de oveja chilena, y con la técnica del hilado con triple torsión, que les entrega a nuestras frazadas una mayor calidad, termicidad y su reconocida duración”, asegura Casaccia.

La gracia de las fibras naturales es que son higroscópicas: “tienen la capacidad de absorber la humedad y llevarla al exterior sin que la persona se sienta mojada”. Dentro de ellas, la lana “es una de las fibras naturales con mayor grado de higroscopicidad, de manera que al dormir con una frazada de lana se tendrá un calor seco y confortable en invierno, y nos mantendrá frescos en verano”.

Por el contrario, las frazadas sintéticas —como el polar, sherpa o acrílico, entre otros materiales—, no “respiran”, y la transpiración que genera una persona al dormir no se ventila, concentrando mayor humedad. Eso implica ciertos riesgos, sobre todo considerando el contexto epidemiológico que afecta al país.

“Como son sintéticas, no son renovables ni biodegradables, por lo que solo contaminan. La única ventaja que tienen es su bajo costo”, dice la empresaria.

Considerando la amplia variedad de frazadas disponibles en el mercado, ¿cuáles son las más recomendadas por parte de Casaccia?

Frazadas 100% lana virgen

“Es la mejor frazada del mercado”, asegura Casaccia. “Viene directo desde la oveja, sin procesos adicionales luego del lavado. Esto la hará una frazada higiénica, limpia, duradera y con todas las propiedades de la lana: naturalmente respirable, higroscópica —puede absorber hasta un 30% de su peso en agua sin que uno se sienta mojado”. Además, es retardante al fuego, resistente al polvo, a las manchas, y antiestática. ¿Y en materia ambiental? Es biodegradable, reciclable e incluso compostable. Ojo: siempre hay que fijarse que en el etiquetado indique que es “100% lana virgen”. Si no lo dice, no lo es.

Frazada de dos plazas 100% lana virgen El Castillo (200 x 210 cm)


Frazada 90% lana virgen, 10% acrílico

Una segunda alternativa, un poco más económica, es esta que supone menos pureza. “Es una muy buena frazada, que mantiene las propiedades de la lana. Aunque es algo inferior a la frazada 100% lana virgen, es menos delicada y durará y abrigará por muchos años”, describe Casaccia. El modelo de más abajo es de dos plazas (200 x 210 cm).


Frazada de lana reciclada: 40% lana, 60% polilana

“Ésta es la frazada de lana más económica que producimos”, dice Casaccia. Está hecha en base a la reutilización de lana virgen sobrante del proceso productivo de otras frazadas en combinación con polilana, un material que en sí mezcla fibras naturales y sintéticas. También es de dos plazas.


Otros consejos para dormir calientitos

  1. Tal como sucede con las frazadas, se recomienda que otras prendas de ropa de cama —como plumones, cubrecamas y sábanas— sean de materiales orgánicos. Fibras naturales como el algodón, lino, plumas o lana permiten una mejor circulación del aire, aportan higroscopicidad y son más resistentes.
  2. Lo mismo se sugiere para los pijamas. “Los pijamas o ropa de materiales sintéticos, como los de polar, mantienen la humedad en la tela, que después se enfría y eso puede traer complicaciones para la salud”, dice Francisca Convalia.
  3. Una ducha antes de acostarse puede ayudar a elevar la temperatura corporal, haciendo más soportable el frío, pero también provocando un enfriamiento más acelerado que estimula el sueño.
  4. Es fundamental dormir en un espacio ventilado, con recambio de aire durante el día. En ese sentido, evita el uso de la calefacción a parafina o gas mientras se duerme. No sólo por los enormes riesgos de accidente, sino porque humedecen el aire, fomentan la condensación y la contaminación intradomiciliaria, lo que aumenta el riesgo de contraer enfermedades respiratorias.
  5. Evita el uso de aire acondicionado para calefaccionar mientras duermes, ya que reseca el aire. Eso provoca la irritación de las mucosas nasales y faríngeas, afectando nuestro sistema inmunológico. Mántenlo prendido antes de acostarte y luego apágalo.
  6. No aumentar la temperatura del lugar sobre los 20 grados en la calefacción. “Eso hace sentir el aire más pesado”, dice Convalia.
  7. La neuróloga advierte sobre el uso de guateros: “hay que cambiarlos al menos una vez al año y fijarse siempre de que estén bien cerrados”. Lo ideal es que, “una vez que den calor, dejarlos de lado”. Es decir, no dormir con ellos toda la noche, por el riesgo de accidentes que conlleva su uso. No se aconseja su uso en niñas y niños.
  8. Si vas a comprar un calientacamas eléctrico, opta por aquellos que cuenten con certificación. Siempre hay un riesgo a provocar accidentes por electrocución o de incendios. Por ello, el consejo es no dormir con ellos encendidos toda la noche.

*Los precios de los productos en este artículo están actualizados al 19 de abril de 2024. Los valores y su disponibilidad pueden cambiar.



FUENTE: La Tercera    //

EDICIÓN: Erika Rojas Portilla







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